El poder mágico para educar
En este artículo me gustaría desvelar uno de los poderes "mágicos" que tenemos para educar con eficacia. Como comprobarás es algo muy sencillo pero de gran eficacia: se trata del poder del elogio.
Algo que siempre destaco en las sesiones de las Escuelas de Padres y Madres que organizo es que la gran mayoría de madres y padres tendemos a destacar lo negativo, aquello que hacen mal nuestros hijos pero somos incapaces de reconocerles y valorarles lo que hacen bien. Y este, es un gran error.
¿Qué necesitan nuestros hijos?
José Antonio Marina destaca que hacia los dos años el niño dice una frase que nos retrata como especie: "Mamá, mira lo que hago" y como el propio Marina afirma cuando el niño dice esta frase no está pidiendo un caramelo o un bombón sino que está progresando y quiere que se lo reconozcamos.
Para progresar, evolucionar y crecer el niño necesita:
Y todo esto lo conseguirá o no en función de nuestra manera de actuar como padres y educadores.
Si en nuestra manera de comunicarnos e interactuar con nuestro hijo estamos continuamente destacando lo negativo, lo que hace mal lo único que conseguiremos será que:
- No se sienta útil con un destacado sentimiento de incapacidad e impotencia para hacer las cosas bien.
- No sienta que progresa.
- No le tenemos en cuenta y como consecuencia de esto dejará de actuar y de llevar a cabo algunas tareas.
- Tenga un concepto negativo de sí mismo (baja autoestima).
¿De qué forma haremos uso del elogio?
Ante todo, hemos de tener en cuenta que el elogio debe ser sincero y merecido. El niño se percata cuando lo elogiamos "por obligación". Además no podemos elogiarlo por cualquier cosa: por ejemplo, no podemos decirle "muy bien, me encanta ese dibujo" cuando ha hecho un simple trazo en un folio.
Veamos en qué situaciones haremos uso del elogio con eficacia:
1. Debemos hacerle sentir importante: El niño debe percibir que valoramos sus progresos y además debe escuchar cómo se lo reconocemos constantemente. Tenemos que decirle frases como: "cada vez lo haces mejor", "estás mejorando mucho tu comportamiento", "la profesora me ha dicho que cada vez estas más atenta en clase, no sabes lo que me alegra", etc.
2. Tenemos que destacar sus cualidades: Es decir, tenemos que destacar aquello que hace bien y recordárselo. No hace falta que sean grandes cosas, el secreto está en valorar y reconocerle esas pequeñas cosas del día a día: "qué bien has hecho ese dibujo, me encanta", "has sido muy simpático con el vecino", "eres muy bueno compartiendo con tus amigos: eres muy buen amigo", etc.
3. Debemos reforzar las conductas positivas: Es mucho más efectivo elogiar las conductas positivas que sancionar las negativas. Cuando el niño tenga el comportamiento que esperamos de él debemos elogiarlo y reconocérselo: "has recogido tú solo la mesa, qué bien", "muy bien por ayudar a tu hermana pequeña a subir la escalera: eres muy buen hermano mayor", "me encanta cuando trabajas en silencio y concentrado", etc.
4. Alaba sus logros: Tampoco hace faltas que sean logros inmensos, podemos empezar con pequeñas cosas: "ya te vistes tú solo: enhorabuena", "te has esforzado mucho este curso: enhorabuena por tu trabajo", etc.
Sentirse valorado le ayuda a crecer
Un buen ejemplo de esto lo leí recientemente en un artículo del blog de Daniel Coyle donde hablaba de un estudio que Rob Miller y Bruce E. Brown de Proactive Coaching LLC hicieron para entender lo que hace "un buen padre". Para ello durante décadas preguntaron a los atletas en edad universitaria acerca de la manera en que sus padres habían hecho "un impacto positivo o negativo" sobre ellos. Después de varios cientos de entrevistas descubrieron dos cosas muy interesantes:
1. Los niños odian la conversación durante el viaje a casa después del partido (donde generalmente los padres destacan lo negativo): ¿Qué pasó en esa jugada?, ¿por qué fallaste ese tiro?, tienes que mejorar tu velocidad...
2. Reconocieron que hay una frase dicha por los padres que les traía felicidad. Una simple frase que les hizo sentir alegres, confiados y valorados: me encanta verte jugar.
Algo sencillo y poderoso: me encanta verte jugar. ¿No te parece fantástico?
Nota importante: Todo lo afirmado en este artículo es perfectamente aplicable también al profesorado, ya que también deben hacer un uso adecuado y eficaz del elogio.
Óscar González
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