UniDiversidad. El blog de José R. Alonso. |
Posted: 04 Oct 2013 03:38 AM PDT
El gluten es un conjunto proteico que se encuentra en los alimentos que provienen del trigo y otros cereales (avena, arroz…). Está formado por hasta 70 proteínas diferentes, gliadinas y gluteninas, que se unen al almidón del grano. La sensibilidad al gluten se define como un estado en el que la reacción inmunológica a estas proteínas es exagerada. Una de cada 133 personas de los países desarrollados tienen alergia severa al gluten, un problema que puede llegar en algunos casos a ser de enorme gravedad y que se conoce como celiaquía o enfermedad celíaca. Tenemos marcadores con los que podemos identificar la enfermedad celíaca en una muestra de sangre. El sistema inmunitario del cuerpo produce anticuerpos para eliminar las sustancias que considera peligrosas. Las alergias y las sensibilidades a moléculas se producen cuando el sistema inmune genera una respuesta exagerada o desproporcionada ante el posible riesgo de esa molécula invasora. Cuando el sistema inmunitario ataca al propio organismo, al confundir una proteína propia con algo extraño se produce una enfermedad autoinmune. La enfermedad celíaca es un trastorno autoinmune del intestino delgado que sucede en personas que tienen una predisposición genética. Los síntomas incluyen dolores y molestias en el tubo digestivo, estreñimiento crónico o diarreas, problemas de crecimiento, disnea, anemia y cansancio crónico. Tras la exposición a la gliadina y otras proteínas, el sistema inmune reacciona con los tejidos intestinales generando una reacción inflamatoria en las vellosidades intestinales y causando problemas en la absorción de nutrientes. Es un problema grave. Un estudio reciente de la Universidad de Columbia (Nueva York) publicado en PLoS One ha analizado el posible vínculo entre estos trastornos: autismo, sensibilidad al gluten y enfermedad celiaca. Los problemas gastrointestinales son una característica común a bastantes niños con autismo. Las dietas sin gluten se han convertido en populares entre muchas familias que tienen un hijo con autismo, a pesar de su coste y dificultad para llevarlas a cabo y, sobre todo, a pesar de que estudios bien regulados (controlados y doble ciego) han mostrado serias dudas sobre su eficacia. Se estudiaron 37 niños con autismo (con y sin síntomas de problemas intestinales), 27 hermanos sin autismo y 76 controles de la misma edad. Los resultados muestran que los niños con autismo tienen mayores niveles de anticuerpos (IgG) contra el gluten en comparación con los controles. Los hermanos sanos tenían niveles intermedios y la diferencia con sus hermanos con autismo no era estadísticamente significativa. La respuesta de los anticuerpos anti-gliadina era más intensa en los niños con autismo que mostraban síntomas de problemas gastrointestinales. Los niveles de los marcadores en el suero de enfermedad celíaca (anticuerpos a gliadina transformada con pérdida de amidas y a TG2) eran iguales en pacientes y en controles. Tampoco se veía un aumento de la IgA entre los tres grupos estudiados. El estudio implica una asociación entre los niveles elevados de anticuerpos contra el gluten y la presencia de síntomas gastrointestinales en algunos niños afectados, en un mecanismo que no coincide con la enfermedad celíaca. Hay varias explicaciones posibles:
La agencia de seguridad alimentaria y farmacológica de los EEUU ha establecido un límite para que un alimento pueda ser etiquetado como "libre de gluten". Tiene que tener menos de 20 partes por millón, un nivel similar a los niveles que establece la Unión Europea. Surge la pregunta de si merece la pena seguir una dieta libre de gluten. El diagnóstico de enfermedad celíaca es fácil con los test serológicos y una precaución previa es chequearlo y descartar esa posibilidad. Está claro que un gran número de las personas sensibles al gluten no tienen enfermedad celíaca pero no disponemos de test para confirmar la sensibilidad al gluten no celíaca. Como decíamos ni siquiera estamos seguros de que las proteínas implicadas sean las propias del gluten y, por tanto, no hay evidencias para declarar que las personas con autismo deben seguir una dieta libre de gluten. Para complicar finalmente las cosas, puede que un grupo minoritario de personas se beneficie de una dieta libre de gluten pero no sabemos cómo identificarlos. Lo más sensato puede ser si el niño tiene de forma recurrente problemas gastrointestinales anotarlos en un cuaderno cada día (dolores, estreñimiento, lo que sea) y luego probar durante unas semanas una dieta libre de gluten y llevar el mismo seguimiento. En función de los resultados decidir si seguir con esa dieta específica, que no es fácil, o volver a la alimentación general. Estoy convencido de que la investigación nos dará respuestas en un tiempo más bien corto pero hasta entonces no se puede decir mucho más. Para leer más:
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario