I
No podemos seguir tolerando que cada día mueran de hambre y desamparo miles de seres humanos, la mayoría niños y niñas de 1 a 5 años, al tiempo que se invierten en gastos militares y armamento más de 3.000 millones de dólares.
Es preciso la transición desde una economía de especulación, deslocalización productiva y guerra a una economía de desarrollo global sostenible basada en el conocimiento, acompañada del establecimiento de prioridades a escala mundial (alimentación; acceso al agua potable; salud; medio ambiente; educación y paz). Todo ello bajo unas Naciones Unidas refundadas, representativas de "Nosotros, los pueblos"... dotadas de los medios personales, técnicos y financieros indispensables. Sólo de esta manera podremos hacer frente a las responsabilidades intergeneracionales, "nuestro compromiso supremo", según palabras del Presidente Mandela.
-No podemos seguir tolerando que "el Estado de bienestar" acoja únicamente, en el mejor de los casos, al 20% de la humanidad en el barrio próspero de la aldea global. El otro 80%, en un gradiente progresivo de precariedades, vive en condiciones incompatibles con la igual dignidad humana.
-Ni podemos tolerando que el multilateralismo democrático se haya sustituido por grupos plutocráticos (G7, G8, G20...) pretendiendo que unos cuantos países ricos "gobiernen" a 196!.
-¿Cómo puede aceptarse que la familia humana siga viviendo con la "espada de Damocles" de las bombas atómicas, de las ojivas nucleares?
-¿Cómo puede aceptarse que, según recientes datos de Oxfam, 85 personas posean una riqueza equivalente a la de la mitad de la especie humana (3.300 millones de personas)?
-¿Cómo puede aceptarse que los Estados, progresivamente débiles, sean marionetas de grandes consorcios multinacionales, progresivamente fuertes?
Al mirar a los ojos de mis nietos y de mi biznieta pienso en todos los niños del mundo y en los terribles versos de José Ángel Valente -"Esperaba tu voz...- y no llegó", y la rotunda frase de Albert Camus -"Los despreciaba, porque pudiendo tanto se atrevieron a tan poco"-.
Ante horizontes tan sombríos, física y conceptualmente, leo y releo el poema esclarecido de Miquel Martí i Pol: "Que todo está por hacer y todo es posible... pero, ¿quién si no todos?".
Sí, ¿quién, si no todos?
Juntos podemos.
Es tiempo de conciencia global, de ciudadanos del mundo.
Vengo de las tierras del Ebro. Soy de Barcelona. Me siento profundamente catalán. Y español. Y europeo. Pero me siento, sobre todo, ciudadano del mundo.
Los desafíos son globales.
Nuestra respuesta hoy ya puede ser oída sino escuchada: las nuevas tecnologías de la comunicación permiten el clamor popular.
Hay más mujeres en la toma de decisiones. La mujer es pieza clave para este futuro distinto que anhelamos.
El por-venir está por-hacer. Inventémoslo.
Seamos capaces de mirar lejos y alto.
Las generaciones venideras nos lo reclaman.
II
En la Transición, todos procuramos, con determinación y coraje, que a un general le sustituyera un civil. Y así se consiguió el pluralismo político, con muy importantes concesiones, que no deben olvidarse, de quienes subordinaron a la naciente democracia muchos trechos de su recorrido. Y se inició la vertebración del Estado.
"Sinfonía inacabada", dijo Adolfo Suárez, ante las inmensas presiones de los que fraguaban el golpe de Estado para conseguir un Gobierno de coalición presidido por un militar. Aquel "España roja pero no rota" dejó sin terminar la articulación auténticamente federal de España, sin fueros históricos ni privilegios.
Las Comunidades Autónomas han sido una buena alternativa a la "verticalidad" anterior. El resultado está a la vista. Pero hace ya tiempo que tanto el contexto interno como exterior aconsejaban cambios en la Constitución -especialmente profundos en el capítulo octavo- para que el Estado español pudiera jugar en la Unión Europea y en el multilateralismo democrático el importante papel que le corresponde.
El nacionalismo españolista ha sido en ocasiones más agresivo e inoportuno que los periféricos. Aquellos millones de firmas contra el Estatuto catalán, los reiterados desplantes y dontancredismo del Gobierno, han contribuido a exacerbar a quienes están convencidos de que el pleno desarrollo de su identidad cultural unido a una gran capacidad de autogobierno permitiría un mayor bienestar al conjunto de la población. El proceso ha derivado en la transición desde aspiraciones realmente autonómicas a independentistas. En lugar de hallar satisfacción a las justas aspiraciones con fórmulas políticas bien acreditadas -los Estados Unidos de Norteamérica, Alemania, Brasil, México... se plantean secesiones que no están previstas en la Unión Europea ni en las Naciones Unidas y que, sobre todo, no contribuyen a la apremiante necesidad de abordar -"¿quién si no todos?"- los grandes desafíos planetarios.
Busquemos, juntos, las fórmulas apropiadas. Existen. Tenemos el deber de hallarlas. O de inventarlas. Es ahora el momento de decidir los caminos del mañana, que hace más de 30 años dejaron incompletos los anclados en el pasado. Ahora necesitamos vigías del futuro, con visión del conjunto de la Tierra. Teniendo en cuenta a todos los ciudadanos del mundo. Teniendo en cuenta en suma a los propios descendientes.
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