"Daniel no habla" es la novela sobre una madre que cuenta en primera persona los primeros años de crianza de su niño con autismo.
Me han sorprendido escenas que guardan una enorme similitud con mi propia vida, multitud de detalles que Marti Leimbach describe en una combinación magnífica de experiencia propia y ficción literaria.
"... sus palabras son agua en una garganta sedienta; me las bebo y me siento satisfecha" dice la protagonista sobre su hijo. Todos los personajes son de verdad: la madre, el terapeuta, el pequeño Daniel y su pasión por las uvas pasas, su gusto por las cosas que caen o giran, sus rabietas en el supermercado o las noches en vela.
En esas noches de insomnio literarias también encontré un sitio para mi experiencia personal: después del diagnóstico, en las pocas horas que podía cerrar los ojos, soñaba... soñaba mucho, tenía pesadillas a menudo, no podía descansar.
Una de las veces, era un cartel de neón el que me atormentaba, se encendía y se apagaba, sin descanso, igual que en las películas y, en grande, en medio, se podía leer en mayúsculas AUTISMO.
Otro sueño muy duro para mi fue el de un Manuel con autismo que se llevaba a mi otro Manuel sin autismo... yo corría y gritaba desesperada pero no podía alcanzarlos ¡a ninguno de los dos!
El último que recuerdo es el de una habitación vacía, fría, destartalada, con las ventanas abiertas y cortinas raídas agitadas por un viento muy fuerte, incesante. Entonces, entraba en la habitación sola, y de repente sentía un frío imposible de explicar, sentía que mi corazón se congelaba.
"Daniel no habla" es una historia más pero también es el reflejo de las vidas de tantas madres y padres que un día tomamos la determinación de ayudar a nuestros hijos. La novela relata las numerosas dificultades a las que hay que enfrentarse en los primeros momentos pero la evolución del personaje y sus propios descubrimientos personales dejan un final abierto a la esperanza.
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