Sí, hoy se nos ha estropeado la única fotocopiadora del centro. Si sumamos dicha avería a las múltiples impresoras que no funcionan o están mal configuradas, ha sido la hecatombe. Peor que un ataque con armas químicas. Peor que el desastre global más inesperado. Nudillos blancos, uñas que acuden indiscriminadamente a las bocas de muchos de mis compañeros, sensación de desgracia mundial.
Hay dinámicas que cuestan de cambiar. La dependencia de los aparatos o, incluso, la sumisión a los libros de texto (para poner la guinda a lo de la fotocopiadora hoy se estaban preguntando dos compañeras... ¿y tú con qué editorial trabajas?) obliga a replantear muchas cuestiones. No es lógico ni lícito que los procesos de aprendizaje se vean obligados a mediar con elementos de terceros. Sí, seguro que elaborar o adaptar material de terceros también puede tener sus momentos pero el docente que crea, por un momento, que va a poder controlar todas las variables que afectan a su trabajo se equivoca.
Hay mucho por cambiar. Dinámicas que hacen imposible un verdadero cambio educativo. Dinámicas que, más allá de ponerse bajo la óptica del último grito en tecnología, siguen siendo las mismas que antaño. Dinámicas que, curiosamente, dejan de funcionar al añadir esa tecnología tan potente que, por ella sola, no da más que disgustos a la mayoría.
Reconozco que en mis clases dependo mucho de la conectividad pero, acostumbrado a sus limitaciones, hay momentos en que opto por otro tipo de trabajos. Actividades que se alejan del material y que dependen en gran medida del trabajo que se puede hacer sin necesidad de esas conexiones que vienen y van. No es usar la tecnología mejor o peor, es plantearse la no dependencia absoluta de cualquier medio. Eso sí, hay medios que ya no sólo te hacen dependiente. Hay algunos que te hacen ser muy mal profesional.
Hoy es el día de la fotocopiadora, de los mejillones en escabeche y de las tragedias por falta de preparación e improvisación de las administraciones. Millones de hojas fotocopiadas a diario en los centros educativos. Miles y miles de euros a cuenta del erario público. Hojas y más hojas llenas de absurdidades de determinados libros de texto para repartirse en el aula. Qué bonito. Qué profesional. Qué olor a tinta tan imprescindible en las aulas.
Que algunos se planteen no ir a clase (incluso que sea en broma) porque no funcione la fotocopiadora dice mucho negativo de las prácticas habituales. Supongo que alguno se lo tomará a cachondeo pero, mucho me temo, que la situación de que no funcione la fotocopia en los centros educativos es el principal factor para que muchos se vean obligados a cambiar.
Creo que hasta que desaparezcan las fotocopiadoras, los libros de texto,... y se genere un ambiente de trabajo cooperativo (que no obligatoriamente colaborativo) en los centros educativos, cualquier posibilidad de mejora se convierte en una mera utopía.
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