de vuelta |
Posted: 09 Nov 2014 10:31 PM PST
El otro día leí en El País un artículo sobre la archimasacrada generación ni-ni, "La apatía de un ni-ni" se titulaba. Digo archimasacrada porque uno tiene la sensación de que se trata de una generación con la que se ha sido especialmente cruel. El texto, que si no estoy equivocado ocupó la portada de la edición de domingo, se ilustraba con la foto de un joven, consola en mano, echándose una partidilla al FIFA de turno. Una información muy rica en matices, vamos.
Negar que existe un perfil de jóvenes con escasa formación, aparentemente apáticos y que no trabajan ni estudian sería una tontería por mi parte. No obstante, en mi opinión, toda generalización tiene mucho de topicazo barato y, al final, estos estereotipos y lugares comunes acaban estigmatizando y generando clichés y dinámicas que resultan imposibles de modificar. Creo que si se hubiera dedicado todo el tiempo y la energía que han empleado autoridades y medios de comunicación en analizar y visibilizar a los ni-nis a buscar soluciones a sus principales problemas otro gallo nos cantaría a todos.
En fin, a lo que iba. El caso es que leyendo "La apatía de un ni-ni" pensé en toda la muchachada que viene cada día a los centros de formación de personas adultas. Es sabido que los perfiles de los centros de adultos están cambiando radicalmente en los últimos años. Son muchos los jóvenes que están retomando sus estudios básicos o que los amplían preparando pruebas de acceso a ciclos formativos, cursos de idiomas o cualquiera de las formaciones que se desarrollan en nuestras aulas. Lamentablemente, muchos de ellos, la mayoría de hecho, presentan una característica común: no tienen trabajo o, si lo tienen, es tan precario que no merece tal nombre. Son la generación "sí-no": sí estudian, sí se esfuerzan, sí quieren... pero no tienen empleo y difícilmente podrán conseguirlo en un mercado laboral tan restringido y precario como el actual.
Quizá simplemente es que estoy con el modo suspicaz ON, pero lo cierto es que no veo un interés y un tratamiento equitativo de este colectivo por parte de los medios de comunicación en comparación con el foco al cual se somete a los llamados ni-nis. Miles de jóvenes procedentes del fracaso escolar se esfuerzan a diario en mejorar su formación y, en consecuencia, sus perspectivas de futuro mientras que el cliché del ni-ni acaba merendándose cualquier visión alternativa. Esta moneda tiene, al menos, dos caras. Sería bueno no perder de vista ninguna de las dos, ¿no te parece?
Por cierto, no enlazo el artículo de El País por algunos de los motivos que puedes leer aquí. Me temo que tampoco te será demasiado difícil encontrarlo. Dale un vistazo y me cuentas.
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