UniDiversidad. El blog de José R. Alonso. |
Posted: 14 Nov 2014 01:46 AM PST
Carl von Linneus (1707-1778) es uno de los grandes nombres de la Biología, en particular de la Taxonomía, la Botánica y la Zoología y uno de los precursores de la Ecología. Linneus, Linné o Linneo empezó a clasificar los animales y las plantas e inventó el sistema de nomenclatura binomial que seguimos empleando para la identificación de las especies. Así, Canis familiaris es el perro; Dianthus caryophyllus, el clavel y Plasmodium falciparum, el parásito de la malaria. Linneo fue llamado "El Plinio del Norte", pues Plinio el viejo realizó en el primer siglo de nuestra era una famosa enciclopedia en 37 volúmenes, la Naturalis Historia, donde a partir de 2.000 libros de 100 autores selectos describía la astronomía, la botánica, la zoología y la mineralogía de su época.
Linneo era también apodado el «Segundo Adán» pues según el Génesis (2,19):
Jehová formó, pues, de la tierra toda bestia del campo, y toda ave de los cielos, y las trajo a Adán para que viese cómo las había de llamar; y todo lo que Adán llamó a los animales vivientes, ése es su nombre.
Linneo sería quien, por segunda vez, puso nombre a todos los seres vivos. Aunque era muy admirado, estaba también muy pagado de sí mismo y llegó a proclamar que nunca había existido «un botánico ni un zoólogo más grande» que él y que su famoso sistema de clasificación eran «el mayor logro en el reino de la ciencia». Otro de sus apodos, «Princeps Botanicorum» ("Príncipe de los Botánicos") fue, de hecho, su modesta propuesta para su propia lápida. En una de sus cinco autobiografías dice así
No hay nadie que haya trabajado con más fervor y tenga más alumnos en nuestra universidad. No hay nadie con conocimientos de ciencias naturales que haya hecho más observaciones y descubrimientos. Nadie tiene un conocimiento más sólido de los tres reinos de la naturaleza. Nadie ha elaborado con más cuidado la historia natural de su tierra natal, su flora, su fauna y su economía. Nadie ha escrito más trabajos, de forma exacta y sistemática y basándose en su propia experiencia. Nadie ha reformado de esta manera una ciencia en su totalidad ni creado una nueva época. Nadie ha ordenado los diferentes grupos de la naturaleza en un orden tan perfecto. Nadie ha mantenido tanta correspondencia con el mundo entero. Nadie ha enviado a sus discípulos a tantos rincones del mundo. Nadie ha dado nombre a más plantas, insectos, a toda la naturaleza. Nadie ha visto tanto trabajo del creador. Nadie ha sido tan famoso en el mundo.
También escribía sobre sí mismo en tercera persona: «El propio Dios le guió con su mano todopoderosa. Hizo que viera más de su creación que ningún mortal antes que él. Le dotó con la visión más grandiosa de la historia natural, mayor que la que nunca ningún otro recibió». Linneo no ganaría el premio a la humildad pero gozó de la admiración de sus coetáneos. El filósofo suizo Jean-Jacques Rousseau le escribía en 1771 «…continúe la obra de interpretar a los hombres el libro de la naturaleza… yo os leo, os estudio, os medito, os respeto y os aprecio de todo corazón». Johann Wolfang von Goethe escribía «Con la excepción de Shakespeare y Spinoza, no hay ninguno entre los fallecidos que me haya influido tanto». El escritor sueco August Strindberg escribió «Linneo era en realidad un poeta que se convirtió en naturalista».Sin embargo sus comienzos no fueron muy prometedores. Nació en 1707 en la aldea de Rashult, en la Suecia meridional, hijo de un coadjutor luterano pobre pero ambicioso y fue un estudiante tan malo que su exasperado padre le puso de aprendiz de un zapatero. Harto de tacones y suelas, el joven aprendió la lección y pidió otra oportunidad, que le fue concedida, estudió Medicina en Holanda y Suiza y a partir de entonces no dejó de triunfar en el mundo académico. Tenía un carácter endiablado, aunque también sentido del humor, y su conversación era amena y entretenida. Su pensamiento era muy práctico, con un cuidado exquisito en los detalles y poco dado a las generalizaciones abstractas y a las grandes teorías. Por otro lado, las opiniones ajenas tenían poco peso en su escritos y supeditaba cualquier conclusión a la observación propia, a verlo con sus propios ojos con una excepción: aquellas observaciones o pensamientos que fueran contrarias a la interpretación más ortodoxa de la Biblia. Llegó a publicar: «Me gustaría creer que la Tierra es tan vieja como dicen los chinos, pero las Escrituras no me lo permiten». De hecho, limita el concepto de especie a los textos bíblicos y explica que «contamos tantas especies como parejas han salido de las manos del Creador» en referencia directa al Génesis. Para él las especies son algo inmutable y la misión del naturalista consiste en comprender los designios de Dios y procurar reproducirlos en sus sistemas de clasificación. Era trabajador, ambicioso y le encantaban los honores y distinciones. En sus salidas al campo iba acompañado con una banda de música y una multitud con la que luego hacía un gigantesco picnic. En 1761 fue ennoblecido, recibiendo la autorización a usar la partícula «von» delante de su apellido y a tener un escudo de armas. Estaba compuesto por tres campos con los colores de los tres reinos de la naturaleza: minerales, vegetales y animales (negro, verde y rojo), encerrando la anatomía de un ojo y todo coronado por una flor, la Linnaea borealis, la planta de Laponia a la que Jan Frederik Gronovius nombró aunque quizá no en su honor pues dijo de ella que era «una planta de Laponia, pequeña, insignificante, poco valorada y que florece un corto tiempo, con lo que se parece a Linneo». La obra más famosa de Linneo es su sistema de clasificación de los seres vivos. Un famoso adagio -inventado por él mismo- decía «Deus creavit, Linnaeus dispusuit» (Dios creó, Linneo ordenó). Antes de él, estos sistemas eran enormemente caprichosos y usaban criterios como si un animal era salvaje o doméstico, útil o perjudicial, acuático o terrestre, grande o pequeño o, incluso si se consideraban nobles y apuestos o vulgares e intrascendentes. La clasificación de Linneo era jerárquica y presentaba un modelo organizador de la naturaleza que buscaba ordenar la inmensa variabilidad de los animales y las plantas en un sistema compartimentalizado y con criterios prácticos que facilitase la identificación de las especies. Así, los gatos y los leones eran de la familia de los felinos (Felidae), que junto con los perros y otros formaban el orden de los carnívoros (Carnivora) y junto con los humanos y otros formaban la clase de los mamíferos (Mammalia). Su clasificación sirvió después a otros investigadores como Darwin para plantear que algunos seres nos parecíamos, hombres, chimpancés y gorilas éramos parientes cercanos y como en una familia probablemente teníamos antecesores comunes. La relación de Linneo con la Neurociencia tiene dos aspectos básicos: el establecimiento de cuántas especies humanas hay y, en segundo lugar, la clasificación de los olores y el olfato. En su famosa obra titulada Systema Naturae Linneo clasificaba, nombraba y comparaba las especies conocidas. Él puso nombre a nuestra propia especie, el Homo sapiens y de hecho el lectotipo, el espécimen seleccionado para servir como tipo nomenclatural, el que se usa para describir a todos los miembros de esa especie, fue el propio Linneo. La primera edición de Systema tenía solo 14 folios pero la duodécima, la última que llegó a ver Linneo, tenía ya tres volúmenes y 2.300 páginas. La décima edición (1758) de Systema Naturae incluía 4.400 especies de animales y 7.700 especies de plantas y dentro de "Los Primates, Hombre y los Simios" el Homo sapiens estaba dividido en cuatro categorías raciales dentro de la misma especie (Americanus, Asiaticus, Africanus y Europeanus) pero, además, había otras especies dentro del género Homo que nunca hemos encontrado. Estaba Homo monstrosus como el famoso gigante de la Patagonia, Homo ferus, el hombre salvaje y Homo nocturnus, el troglodita, el hombre de las cavernas con piel pálida y mala visión porque vivía sin ver la luz del sol. En febrero de 1758, Linneo recibió una carta de uno de sus estudiantes indicando que en Londres estaba expuesta viva una troglodita. Linneo contestó rápidamente pidiendo que examinara cuidadosamente el espécimen y lo intentara comprar ofreciendo una importante cantidad. La compra falló pero habría dado igual, no era una nueva especie humana, tan solo era una niña africana albina. Su pequeño tamaño, su piel pálida, su mala visión, su extraño aspecto encajaban en la descripción de los trogloditas pero evidentemente no era diferente a nosotros. La clasificación de Linneo se fue posteriormente simplificando y ahora sabemos que desde hace 40.000 años solo queda una especie de hombre, el sapiens. Es importante porque siempre hemos considerado que las características humanas que son funciones mentales (inteligencia, lenguaje, personalidad, creatividad..) son exclusivas en el reino animal, llegando incluso a afirmar que Dios nos creó a su imagen y semejanza. Nunca hemos admitido algo similar ni siqiera en las especies más próximas. En el segundo aspecto, Linneo tuvo especial interés por el olfato. Él era fundamentalmente un botánico y se sumó a buscar, como ya se había conseguido con éxito en el mundo de los colores, cuáles eran los olores primarios, de los que supuestamente derivaban todos los demás. Linneo, el clasificador, hizo una clasificación en siete olores: aromático, fragante, ambrosial (a almizcle), aliáceo (a ajo), hircíneo (a cabra), repulsivo y nauseabundo. La lista no tenía ningún control científico ni ningún dato químico pero la clasificación de Linneo se mantuvo, con nuevas aportaciones, matizaciones y subdivisiones, durante dos siglos. Aún así nunca ha sido suficiente y ya decía Sherlock Holmes que «hay setenta y cinco perfumes que un experto criminalista debe poder distinguir con claridad si quiere hacer bien su trabajo». Para identificar los olores primarios se realizó un experimento no muy exacto pero ingenioso. Todos sabemos que nuestro olfato se satura: al poco tiempo de entrar en una sala cerrada —esas aulas llenas de veinteañeros que parecen venir de jugar la final de la Champions— no notamos los olores. Si después de adaptarnos a un olor A, se nos pone un olor B y nuestra percepción está alterada, será porque los dos olores están relacionados, sus moléculas son parecidas y se ponían en la misma categoría. También se probó en el siglo XIX si para que notásemos un aroma, las moléculas tenían que estar dispersas en el aire. En 1822 Caspar Tortual probó a poner disoluciones de distintas moléculas en la nariz y comprobó que no podían ser «olfateadas». Olfato y gusto son sentidos diferentes y los odorantes deben llegar por el aire. Esos olores nos cubren, flotan alrededor de nosotros, entran en nosotros, emanan de nosotros, son un intermedio entre nuestro cuerpo y el mundo exterior. Linneo, siempre amante de los reconocimientos, habría disfrutado al saber que un estudio reciente concluye que es la persona más influyente de todos los tiempos, al menos según Wikipedia. Un grupo de investigadores usaron varios algoritmos y encontraron que Linneo era el ganador porque miles de páginas de esta enciclopedia digital hacen referencia a su figura y enlazan a su página. En la versión española le seguían, en este orden: Napoleón, Aristóteles, Carlos V, Jesucristo, Shakespeare, Julio César, Felipe II, Hitler y el emperador Augusto. ¿Qué quiere que le diga? Al menos no sale ningún jugador de fútbol. Si el primero de la lista Linneo estaba interesado en los olores, el segundo, Bonaparte, también lo hacía. Se conserva una carta de Napoleón a Josefina donde le pide que no se bañe en las dos semanas que faltan para reencontrarse y así «poder gozar de todos sus aromas naturales». Y eso que París siempre ha sido la capital de los perfumes. Para leer mas
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Posted: 13 Nov 2014 10:13 AM PST
Este mapamundi, el más antiguo que se conoce, fue realizado por los babilonios en el siglo VII o VI a.C., aunque una de sus inscripciones indica que es una copia de un mapa más antiguo que, por los reinos descritos en el mapa debe ser como mínimo del siglo IX a.C. El mapa está grabado en una tableta de arcilla sin cocer de 122 x 82 milímetros, se encuentra en el British Museum y proviene de Sippar o Borsippa, en el actual Irak. Puesto que Babilonia ocupa el centro del mapa se piensa que el mapa fue creado allí. La parte superior y todo el reverso está escrito y el propio mapa tiene también inscripciones así como anotaciones en líneas y círculos para que no haya dudas sobre su interpretación.
Imago Mundi es más que el mapa del territorio conocido, es un mapa cosmológico con una interpretación del universo. Con el norte en la parte superior, muestra a Babilonia, marcada con un rectángulo, junto al Éufrates y rodeada por una masa terrestre circular donde se localizan varias regiones como Asiria, Der, Bit-Yakin (un territorio habitado por varias tribus arameas aguas abajo del Éufrates), Habban (un territorio de los casitas) y Urartu (un reino independiente situado cerca de la frontera actual entre Rusia, Irán y Turquía). También se marcan con puntos y círculos varias ciudades. El río no está etiquetado y se representa con dos líneas paralelas, termina en una marisma que se bifurca en un estuario. También aparece marcado un canal, un antecedente del actual Shatt-el-Arab y una montaña al nordeste. Hay también algunos detalles que pueden corresponder a la historia local como un sitio marcado como el «fuerte del dios» y también una «gran muralla» que no sería desde luego la de China sino un lugar donde según textos sumerios habría nacido un personaje demoníaco. Toda esta masa terrestre está rodeada por un «río amargo» (el océano) con siete u ocho lugares alejados, distritos o islas dispuestos en triángulos que forman una estrella. Se han conservado las descripciones de cinco de estos lugares:
Para leer más:
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