Se ha demostrado que la linealidad en el aprendizaje no funciona. Que la sucesión de temas que nos marcan las editoriales siguiendo, supuestamente, los currículums oficiales no sirven. Que las estrategias de personalización no están funcionando. Que el control absoluto sobre el aprendizaje basado en pruebas cada vez más estandarizadas no está dando los frutos que se preveían. La estrategia educativa del uso de conceptos de la matemática lineal ha fracasado y, a pesar de ello, seguimos insistiendo en lo mismo. Por tanto, ¿por qué no probamos otra cosa? ¿Por qué no nos dejamos de linealidad y nos acercamos a una teoría del caos educativo más compleja y, por ello, más fácil de asumir por aquellos que nos dedicamos a la docencia? ¿Por qué no basar el aprendizaje en personalizaciones sujetas al azar más absoluto? ¿Por qué no dejarnos de estandarizar y acercarnos a personalizar chavales totalmente heterogéneos?
Creo que una de las mejoras educativas podría pasar por la destrucción de la planificación del modelo actual. Por dejar de temporizar. Por dejar de impartir los contenidos de forma lineal. Por ceder al contexto. Por dejarse llevar por la improvisación y el caos. Porque, al fin y al cabo, el caos es la realidad e intentar que el mismo desaparezca se hace imposible. La entropía aumenta por leyes de la naturaleza y, a su vez, el grado de desorden de la misma. Hay un deterioro general e inexorable hacia el caos por tanto, ¿por qué impedirlo? ¿Por qué no dejarnos llevar por los dictados de la naturaleza e incorporar el caos en nuestro sistema educativo? ¿Por qué no ceñir aprendizajes a necesidades y no a temas sesgados? ¿Por qué no trabajar de forma global, entendiendo el caos, y no de forma individual aislándolo de nuestas actuaciones?
Gestionar el caos es más complicado que hacer lo que estamos haciendo. Comprender que el currículum y las asignaturas tienen poco de natural es el primer paso para plantearse que, más allá de regulaciones, temas o conceptos, hay comprensiones globales. Que los tiempos son caóticos y marcarlos tan taxativamente en un contexto educativo convierte el sistema en una mera factoría. Y no estamos haciendo vehículos. Estamos ayudando a hacer personas. Y las personas van a ser sometidas a una vida azarosa. Una vida en la que nada está compartimentado. Una vida donde no se cierran etapas y más bien se acaban mezclando todas. Que la vida es un caos y si pretendemos que los centros educativos sean lo más parecido a la realidad debemos dejarnos llevar por esa situación. Que en la vida no va a haber madejas que desenreden los hilos de forma ordenada. Que para coser un buen vestido, diferente y único, no hay suficiente con saber dar puntadas al hilo. Conviene saber improvisar. Conviene dejarse llevar. Conviene ser, en definitiva, caótico.
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