El concepto moderno de enfermedad surgió en el siglo XVIII, cuando las ideas ilustradas de la primacía de la razón y el empleo de la ciencia para la búsqueda de la verdad fueron sometiendo a examen las «
verdades» del pasado. La vieja teoría hipocrática de la enfermedad como un desequilibrio de los cuatro humores fue cada vez puesta más en duda hasta que los nuevos enfoques teóricos, fundamentados en la observación, la fueron arrumbando en el baúl de la historia.
Un personaje clave en este cambio fue Giovanni Battista Morgagni. Morgagni nació en Forli en 1682 y empezó a estudiar medicina en la Universidad de Bolonia en 1698. Las universidades de la época, como la mía de Salamanca, tenían también Escuelas Menores, nuestra actual enseñanza secundaria y por eso el primer título universitario que siguen concediendo las universidades anglosajonas es el de bachiller (Bachelor in Arts) lo que explica que Morgagni empezara sus estudios universitarios a los 16 años.
Bolonia, la universidad más antigua del mundo, tenía buenos profesores y Morgagni recibió docencia y guía de Antonio Valsalva, un gran anatomista y uno de los discípulos más conocidos de Malpighi, el llamado padre de la Histología. Morgagni, que consideró la anatomía la «
piedra angular del edificio médico», obtuvo su doctorado en medicina y filosofía en 1701, donde dejó asombrado al tribunal por su memoria y agudeza.
Tras graduarse, empezó a practicar en tres hospitales de Bolonia, en particular en Santa María della Morte, donde actuó de prosector bajo la dirección de Valsalva, le asistió en las autopsias y le ayudó a completar su libro
De aure humano tractatus. Desde la primera autopsia pública que observó Morgagni empezó a llevar un diario médico científico donde anotaba «
todo lo interesante que podía observar, escuchar o leer». Toda su vida llevó estos cuadernos donde anotaba tanto lo que encontraba en una autopsia o en un hospital, lo que escuchaba en una conferencia o le relataba un paciente, cualquier dato que le pareciera significativo, con lo que acumuló una cantidad ingente de información, mucha de ella de primera mano.
Morgagni destacó desde joven por su espíritu crítico y por esto, fue elegido miembro en 1699 y presidente en 1705 de la Academia degli Inquieti, una institución de buena reputación que tenía el objetivo de someter a examen la enseñanza tradicional y avanzar la ciencia con sus propios proyectos. Morgagni reformó la academia siguiendo el modelo de la Real Academia de Ciencias de París. Un año más tarde, en 1706 escribió una de sus grandes obras, el tratado
Adversaria anatomica (Escritos anatómicos). Su precisión y detalle era muy superior a las obras existentes y esa obra, que fue ampliando en ediciones sucesivas, convirtió a Morgagni en uno de los anatomistas más respetados de Italia cuando solo tenía 24 años.
En 1707 cuando Valsalva abandonó Bolonia, Morgagni asumió su puesto en la universidad pero se enfrentó con uno de los «capos» de la universidad, Giovanni Girolamo Sbaraglia (1640-1710), catedrático de Anatomía durante cuarenta años, por lo que dejó esa universidad para trasladarse a Venecia atraído tanto por la libertad que la República Serenísima daba a sus profesores como por la existencia de libros poco conocidos en las bibliotecas de la ciudad de la laguna.
En 1711 fue invitado a Padua donde ocupó la segunda cátedra de Medicina teórica y fue nombrado en 1715 para la primera cátedra de Anatomía, el puesto más prestigioso para un anatomista italiano y que antes habían ocupado Vesalio y Fallopio. Morgagni tenía tiempo para su vida privada y en 1712 se casó, con Paola Vergieri, una noble de su misma ciudad, una aspiración que siempre había tenido con la que tuvo quince hijos, doce chicas, de las cuales ocho se hicieron monjas y cuatro fallecieron en la infancia, y tres varones.
La reputación de Morgagni hizo que asistieran a sus clases en Padua estudiantes de toda Europa, fuera nombrado miembro de la Royal Society de Londres y de las academias de París, Berlín y San Petersburgo y fuera apodado por sus alumnos «Su Anatómica Majestad». Tras sus Adversaria no publicó más trabajos importantes y parecía que su única labor era la docente pero de forma sorprendente en 1761, cuando tenía 79 años, publicó su obra más famosa
De sedibus et causis morborum per anatomen indigatis (De los lugares y causas de las enfermedades investigadas por medio de la anatomía) con la que cambió el curso de la Medicina.
En 1679 Theophilus Bonetus había publicado una obra titulada
Sepulchretum sive Anatomica Practica ex Cadaveribus Morbo denatis (El Cementerio o la anatomía practicada en cadáveres muertos de enfermedad) donde se recogían 3.000 casos, incluyendo sus historias clínicas y los resultados de las autopsias. Quizá De Sedibus nunca habría existido si no fuera porque Morgagni fue de vacaciones con un joven amigo, Lelius, en 1740 y ambos tuvieron largas charlas sobre la obra de Bonetus. Lelius, que tenía una gran curiosidad científica, le pidió que le siguiera contando, que contrastara con su propia experiencia y a lo largo de más de veinte años, intercambiaron correspondencia en la cual Morgagni le escribió 70 largas cartas con resultados de más de 700 autopsias con sus hallazgos clínicos pre- y postmortem y críticas y comentarios al
Sepulchretum.
Esas cartas fueron la base de De sedibus, que tuvo mucho éxito con siete ediciones y tres traducciones y cuyo primer volumen está dedicado a las enfermedades de la cabeza incluyendo muchos problemas neurológicos pues muchos de los pacientes tenían problemas como parálisis o demencias. Entre ellos había descripciones detalladas de la enfermedades infecciosas como meningitis, tuberculosis o sífilis. También describió casos de parálisis infantil, tumores cerebrales, inflamación o la presencia de líquido en el cerebro (hidrocefalia). Aportó al neurotrauma observando sangrado en nariz u oído tras una lesión en la base del cráneo, así como los efectos de hemorragias subdurales y epidurales. Otro problema cerebral que detalló fue la apoplejía que definía como un ablandamiento del cerebro o una hemorragia, causada por muchas causas incluyendo «
tensiones de la mente», «
esfuerzo al defecar» o «
estornudar». Morgagni también aclaró que el daño de estas apoplejías podía producir cambios en la zona del cuerpo opuesta al hemisferio cerebral donde se había producido el derrame, confirmando lo que había visto su maestro Valsalva.
Además de aportar mucho al conocimiento anatómico —se ha llegado a decir que si se hubiese ligado su nombre a todos sus descubrimientos, un tercio de las estructuras del cuerpo humano deberían llevar el apellido de Morgagni— la principal línea de pensamiento de su obra fue rechazar la teoría humoral y proponer que las enfermedades estaban causadas por un fallo orgánico, el mal funcionamiento de un órgano del cuerpo, un concepto nuevo y radical.
Aunque puede argumentarse que Morgagni no descubrió nada, en realidad produjo un cambio total en la forma de entender la enfermedad. A partir de él, los médicos asumieron algo novedoso y que ahora nos parece evidente pero que entonces fue un giro espectacular: que los síntomas eran producidos por alguna zona o parte concreta del cuerpo. Morgagni dijo que la enfermedad era «el grito de unos órganos sufrientes» y consideró al organismo como un aparato perfectamente conjuntado donde cada órgano contribuía con su actividad al funcionamiento global del ser humano. Por lo tanto, si un órgano era dañado por la enfermedad podía causar una enfermedad en distintas partes del cuerpo o incluso la muerte. La función del anatomista era, según él, identificar el órgano afectado en cada enfermedad mediante la autopsia y buscar, con esa base, qué tratamiento podía ser más eficaz mediante un proceso racional, basado en la observación y la experimentación sistemática. Según Virchow, con Morgagni nació la Medicina moderna», un proceso que fue ampliándose con la creación de cátedras de anatomía patológica en las principales universidades y que ya no tuvo marcha atrás. Su método de establecer la localización anatómica de una enfermedad correlacionando la historia clínica de un paciente con los hallazgos del examen post-portem proporcionaron una herramienta poderosa para localizar y entender diversas enfermedades del sistema nervioso y del resto del cuerpo.
Para saber más:
- Androutsos G (2006) Giovanni-Battista Morgagni (1682–1773): creator of pathological anatomy. J BUON 11: 95–101.
- Ritter G (1979) Giovanni Battista Morgagni (Venedig 1761). Der Nervenarzt 50:144–146.
- Tubbs RS, Steck DT, Mortazavi MM, Shoja MM, Loukas M, Cohen-Gadol AA (2012) Giovanni Battista Morgagni (1682-1771): his anatomic majesty's contributions to the neurosciences. Childs Nerv Syst 28(7): 1099-1102.
- Wickens AP (2015) A history of the brain. From Stone Age surgery to modern Neuroscience. Psychology Press, Londres.
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