De un tiempo a esta parte, cada vez que tenemos tutorías con las familias, con frecuencia los padres mencionan que siguen los métodos de la Supernanny en la educación de sus hijos o hijas. Presumen llenos de razón de la rigurosidad con la que siguen todas las rutinas diarias –higiene, alimentación, descanso- ahora casi convertidas en rituales.
Los padres y madres que nos hacen estos comentarios no se parecen ni de lejos a los que aparecen en el programa televisivo; suelen ser personas jóvenes, preocupadas por el correcto desempeño de sus funciones parentales -para las que no fueron preparados-, y que ahora creen haber encontrado la panacea. Todos temen que en un futuro sus retoños acaben siendo como los adolescentes rebeldes que aparecen en otro popular reality. Además, se da la coincidencia de que muchas de estas parejas, con el nacimiento de los hijos, también abrazaron otro método que no sabemos bien porque tuvo tanta acogida –o sí lo sabemos-, el método Estivill.
Tengo que confesar que nunca fui capaz de ver uno de esos programas completo. Me produce tal asco a falta de madurez y de responsabilidad de los progenitores que reclaman la ayuda de la Supernanny, que ya no puedo mantenerme delante de la televisión. En las casas a las que va a psicóloga, debería comenzar su intervención con los padres y/o madres, que suelen ser los verdaderos culpables de que los hijos sean como son (casi siempre como ellos).
De esto hago muchas lecturas y extraigo cuando menos dos reflexiones directamente relacionadas con nuestro ámbito de trabajo:
1ª Lo que nos muestran con esos métodos no es educación, ni es educativo, es entrenamiento puro y duro. Conductismo. Los objetivos que se persiguen son la sumisión, obediencia y acatamiento de órdenes o reglas mediante el sistema de los premios o castigos. Para lo cual, esa fría mujer que parece una mercenaria instruye a los padres en la sistematización del maltrato psicológico. A pesar de que, a veces, también apunta alguna cosa sobre la que no le falta razón.
No sabemos bien como los comités de vigilancia de contenidos televisivos no intervienen, cuando hace ya un par de años, la Comisión de Derechos de la Infancia de la ONU publicó un informe en el que se criticaba la imagen de la infancia y de su educación que se transmite a través de estos reality shows.
Añadido a lo ya expuesto, el motivo por el que nos preocupa, es porque estamos constatando que los niños y niñas criados bajo esos parámetros tan cerrados -que siempre siguen la misma estructura, el mismo horario, las mismas condiciones-, muestran una gran resistencia a cualquier cambio. No se le pueden variar las rutinas porque de lo contrario aflora su desconcierto y su frustración. No piensan, sólo actúan según aquello para lo cual fueron entrenados. Coloquialmente, decimos que son cuadriculados.
Entiéndase bien que somos partidarias del establecimiento de normas y reglas para con los chiquillos, siempre y cuando estas sean fruto de la conversación, de la reflexión, del consenso y del acuerdo. A los niños/as hay que hacerlos conocedores de las razones por las que se estipulan determinadas pautas de actuación, individual y social, y que su incumplimento debe ser objeto de análisis y de argumentos. Lo que no puede admitirse es que le sean grabadas a fuego y que teman su alteración. Para ello, no son precisas ni las sillas de pensar, ni las esquinas, ni los minutos de silencio, ni ignorarlos, ni las tablas de registro de buenas/malas conductas, ni ninguno de esos sutiles y exquisitos métodos de castigo. Educar es otra cosa bien diferente de convertirlos en marionetas sin voluntad ni capacidad de decisión propia.
2ª Es una lástima que no se emitan buenos programas televisivos dirigidos a la formación/información de los padres y madres sobre la educación de sus hijos y que se le metan por los ojos esos ejemplos. En Galicia, tuvimos una iniciativa singular en la formación para la crianza de los pequeños, el programa Preescolar en la Casa del que se emitieron más de 700 capítulos, y que era seguido por miles de familias los sábados por la mañana. Un formato hecho con seriedad, rigurosidad y conocimiento tanto de la infancia como de las demandas y necesidades de los padres/madres. tenemos la absoluta certeza de que no podían competir con la Supernanny en cuanto a audiencias, pero en cuanto a la calidad no habría parangón.
Por último, sólo nos queda preguntar –y reflexionar- sobre los motivos del éxito de estos métodos tan poco respetuosos con los niños/as y que nadie dé la voz de alarma sobre ellos.
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