UniDiversidad. El blog de José R. Alonso. |
Posted: 02 Sep 2014 03:09 AM PDT
Peary ingresó en la Marina en 1881 como ingeniero civil con el rango de teniente. Sus primeros destinos fueron en los trópicos, incluyendo el estudio de un posible Canal de Nicaragua que ahora vuelve a ser noticia por el interés de China en no depender del de Panamá para sus rutas comerciales, y parece que fue allí donde tomó la decisión de ser el primer hombre en pisar el extremo norte de nuestro planeta. Su primera expedición sobre los hielos fue en 1886 cuando intentó cruzar Groenlandia en un trineo tirado por perros, empresa que abordó tras obtener un permiso de medio año de la Armada y 500 dólares de su madre para comprar provisiones y equipo y que terminó en fracaso. Peary tuvo que darse la vuelta a los 160 km al quedarse sin comida pero aprendió sobre cómo viajar sobre el hielo. Franz Boaz, uno de los fundadores de la Antropología, escribió a Peary:
Permítale sugerirle que si está seguro de regresar a Groenlandia septentrional el próximo verano sería de extraordinario valor que trajera un esquimal de mediana edad que pueda pasar aquí el invierno. Esto nos permitirá obtener sin prisa cierta información de la máxima importancia científica.
Peary hizo lo que le solicitaban y en 1896 llevó a Nueva York a seis inuit, tres hombres, dos mujeres y Minik, un niño de siete años hijo de uno de ellos. El cerebro de Kishu fue extraído y analizado por Alés Hrdlicka un trabajo que fue publicado en 1901. Pesaba 1503 gramos y era, junto con el corazón, el único órgano de aquel desventurado que no presentaba lesiones de tuberculosis. Lo había encontrado ya Broca cuando buscando caracteres con significado comparó la relación entre la longitud del radio (hueso del antebrazo) con la longitud del húmero (hueso de la parte inferior de la pierna). Broca pensaba que una proporción alta, es decir brazos relativamente largos frente a piernas relativamente cortas, era una característica típica de los simios y que sería interesante ver qué razas humanas estaban más próximas a los primates inferiores. Todo empezó bien cuando los negros dieron una proporción de 0,794 y los blancos de 0,739 pero el esquema se derrumbó cuando el esqueleto de un esquimal dio una proporción de 0,703. Broca tenía dos posibilidades: admitir que una raza de piel oscura como los esquimales puntuaba como menos simiesca que los blancos o rechazar este criterio. Eligió la segunda opción:
Me resulta difícil continuar diciendo que el alargamiento del antebrazo es un carácter de degradación o inferioridad porque, según esta cuenta, los europeos ocupan un lugar entre los negros por un lado y los hotentotes, los australianos y los esquimales por otra.
Lo mismo le pasó cuando construyó una tabla con los tamaños de los cerebros en las distintas razas y se encontró que los asiáticos puntuaban demasiado bien:
Una tabla en la cual las razas fueran dispuestas según su capacidad craneal no representaría el grado de su superioridad o inferioridad porque el tamaño representa solo un elemento [de la clasificación de las razas]. En una tabla de ese tipo, los esquimales, los lapones, los malayos, los tártaros y otros pueblos del tipo mongol sobrepasan a los pueblos más civilizados de Europa. Una raza inferior puede por lo tanto tener un gran cerebro.
El volumen cerebral recibió un fuerte golpe como criterio para establecer la inteligencia y se intentó descender a detalles menos evidentes. Los hemisferios cerebrales de Kishu presentaban algunas asimetrías marcadas especialmente en los lóbulos límbico, temporo-esfenoidal y occipital. A continuación se realizó un detalladísima descripción surco por surco, giro por giro, fisura por fisura, tanto en vista dorsal, como ventral y lateral. Aún así fue imposible llegar a ninguna conclusión con un estudio meramente anatómico y basado en un único caso.Una vez extraído el cerebro, el cuerpo de Kishu se envió a una finca de Wallace, donde había un taller para preparar los especímenes del museo. El esqueleto del infortunado inuit fue descarnado y montado en un soporte y se devolvió al museo donde fue expuesto. La noticia de los nuevos fondos en la colección del museo salió en los periódicos de la época y alguno de sus compañeros de clase se lo hizo saber a Minik. Lo vio en el Museo:
Un día me encontré de pronto cara a cara con él. Sentí que me moría allí mismo. Me arrojé al pie de la vitrina, llorando. Juré que no descansaría hasta que diera sepultura a mi padre.
Sois una raza de científicos criminales. Sé que nunca conseguiré que el museo entregue los restos mortales de mi padre. Me alegra bastante largarme antes de que me saquen los sesos y me los metan en un tarro.
Rogó a Peary que le ayudase a volver con su pueblo, al principio Peary se negaba alegando que no tenía espacio. Minik le respondió: «Encontró usted espacio suficiente para traerme aquí. ¿Por qué no puede llevarme ahora?». El Museo presionó para librarse de aquel pesado que no hacía más que reclamar los huesos de su padre y los periódicos también movieron la sensibilidad popular:
La apurada situación de este pobre esquimal es de lo más patético. Lo trajeron aquí desde Groenlandia en beneficio de la ciencia. Y una vez cumplido su cometido, los científicos americanos lo abandonaron. Es probable que no exista un caso igual en todo el mundo. Sería difícil imaginar una situación de exilio más desesperada.
Ni carne ni pescado, ni un sencillo esquimal, ni un complejo yanqui, estaba más solo que nunca.
Así que Minik fue embarcado en la expedición de otro explorador, Herbert Bridgman, camino de Groenlandia. Aunque parece que Peary declaró a la prensa que el muchacho volvía cargado de regalos, en realidad iba con lo puesto. Los civilizados fueron como tantas veces en la historia los supuestamente salvajes. Los inuit acogieron a Minik, le reenseñaron el idioma y las habilidades necesarias para un adulto, básicamente a cazar y apescar. Allí hablaba también de lo que había vivido en su experiencia en Nueva York:
Éstos son los hombres civilizados que roban y asesinan y torturan y rezan y lo hacen todo en nombre de la "Ciencia". Mi pobre gente no sabe que el meteorito que llevó Peary cayó de una estrella. Pero todos saben que hay que alimentar al hambriento y calentar al que tiene frío y cuidar a los desvalidos; y lo hacen.
Minik siguió allí, haciendo de intérprete para algunas expediciones árticas pero tampoco se sentía integrado. Así escribió a un amigo:
¿Por qué ya no encajo para vivir donde nací? Y tampoco encajo donde fui secuestrado. ¿Por qué soy aquí y allí un experimento y me atormentan desde que el gran pirata blanco interfirió con la naturaleza y me dejó huérfano, desasistido, joven, abandonado a 10.000 millas de mi hogar? No creo que los dos extremos y el centro de la Tierra merezcan el precio que se ha pagado por casi encontrar un Polo.
Al final Minik Wallace volvió a los Estados Unidos donde trabajó en una empresa maderera en las montañas hasta que enfermó de la famosa gripe española de 1918 y murió. Tendría 28 o 29 años de edad.Los inuit tenían una bella leyenda sobre los meteoritos. Contaban que un grupo de hombres cortó la cabeza a la Mujer, una porción grande del meteorito y se la quiso llevar en su trineo al campamento de invierno. El peso fue demasiado, el hielo se quebró y el mar se tragó a aquellos hombres cegados por su avaricia. Desde aquel momento se estableció una maldición sobre aquellos que cogían más hierro del que necesitaban. Un mensaje que los occidentales deberíamos recordar. Para leer más:
|
You are subscribed to email updates from UniDiversidad. Observaciones y pensamientos. To stop receiving these emails, you may unsubscribe now. | Email delivery powered by Google |
Google Inc., 20 West Kinzie, Chicago IL USA 60610 |
No hay comentarios:
Publicar un comentario