Llevo tiempo reflexionando, para consumo propio, acerca del funcionamiento educativo de las etapas postobligatorias más profesionalizadoras (léase FP o Universidad). Más que sobre el funcionamiento, sobre las características del profesorado que imparte docencia en dichas etapas. Grandes profesionales pero, en demasiadas ocasiones, con un handicap demasiado importante para ser minimizado. Un handicap que lastra gran parte de su trabajo. La excesiva especialización académica en detrimento de su valía en las profesiones en las que van a formar a sus alumnos. Sí, hay mucho docente de etapas postobligatorias que jamás ha trabajado de lo que están formando a sus alumnos.
Este viernes escuché a un alumno de Magisterio quejarse por la falta de relación entre lo que estudiaban y el aula donde van a tener que trabajar. Sí, es algo demasiado habitual. Una queja, muy motivada, por la gran cantidad de profesorado universitario de Magisterio (podría poner muchos otros perfiles) que no ha impartido docencia en su vida en las etapas para las que está preparando a los futuros maestros. Sí, si uno revisa el currículum de los docentes de esas Facultades, nos encontramos con casos de docentes (y no pocos) cuya vida laboral ha girado tan sólo alrededor del ámbito universitario. Y eso quita perspectiva. No quita valor profesional del docente pero sí sesga, en gran medida, las posibilidades de esos docentes de hablar con conocimiento directo de la realidad que van a encontrarse sus alumnos una vez tengan el título en la mano.
Lo mismo sucede también en FP. Conozco gran cantidad de compañeros (y en este caso directamente) que no han trabajado nunca en las profesiones en las que están formando a sus alumnos. Profesores de Ciclos Formativos de la familia de Electricidad que nunca han trabajado de electricistas. Profesores de Ciclos Formativos de Cocina que nunca han sido cocineros. Profesores de Ciclos Formativos de Administración de Empresas que nunca han gestionado o trabajado en una empresa haciendo tareas administrativas. Algo que, más allá de la profesionalidad de esos docentes, da qué pensar.
Creo que deberíamos cambiar el modelo de profesorado en nuestro país. Creo que, más allá de profesorado que teorice (que debe existir), deberíamos incorporar profesionales de reconocido valor en sus profesiones que interviniera en las aulas. Los alumnos se merecen conocer la realidad. Y, seguir manteniendo un modelo donde la realidad es desconocida por parte de los docentes que, supuestamente deben formar a los futuros profesionales, me preocupa. Lo anterior, como mínimo, a más de uno, me genera un poco de desasosiego. Porque, ¿alguien se plantea, de verdad, que lo mejor para preparar para el mundo laboral es hacerlo desde la óptica de algunos que nunca han pisado ese mundo más allá de las aulas?
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