martes, 13 de octubre de 2015

De potorros, testículos y malas praxis




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De potorros, testículos y malas praxis

by Jordi Martí
Enviar a la mierda a determinados profesionales no debería estar considerado dentro de lo políticamente incorrecto. Desde el momento en que, curso tras curso, hay docentes que, por determinados motivos que muchos desconocemos, se dedican a incorporar como máxima en su pensamiento ideológico la necesidad de joder a sus alumnos es que quizás, dicha tara se haya convertido en algo genético por haberse incorporado mediante técnicas que ningún biólogo sabría explicar a su cadena de adn. Más aún resulta paradigmático que esas desviaciones genéticas se den en docentes cuyo hábito principal consiste en tocarse potorros o testículos, según combinación cromosómica, en esos momentos en los que parte de sus alumnos están pasando los puentes o las vacaciones estudiando para sus exámenes o haciendo esa lista interminable de deberes.

Además, curiosamente, como he dicho anteriormente, la relación que se establece es, en la mayoría de ocasiones, tan clara que da miedo. A mayor cantidad de deberes mandados, exámenes al día de volver de puentes o vacaciones, la profesionalidad de los docentes que usan dichas prácticas decrece en función del grado en lo que realizan lo anterior. No me queda claro después de diecisiete años de docencia si esa estrategia educativa es para no tener que prepararse nada después de unos días de tocamiento y relax o por puro sadismo. Puedo suponer que sea por lo primero al saber de primera mano algunos que usan la estrategia anterior de forma repetitiva pero, como sádicos en nuestra profesión tenemos unos cuantos... prefiero dejar la puerta abierta a la consideración individual.
 No entiendo lo de las tareas indiscriminadas a peso según los días que los alumnos tengan puente. No entiendo que, por tener tres o cuatro días festivos, haya algunos docentes que, por no se sabe qué motivo, impidan que los alumnos descansen esos días que ellos sí que van a descansar. Aún menos comprendo a aquellos, por motivos que he expuesto anteriormente muy relacionados con partes íntimas y necesidades de sometimiento varias que, en el día de vuelta de esos días que deberían ser de asueto, les endiñan un examen a los alumnos. Sinceramente, no lo entiendo. Debe ser que quizás para algunos la docencia es otra cosa o quizás, pueda ser debido a que esas prácticas sean maravillosas y algunos seamos unos auténticos desviados profesionales por no entender las estrategias educativas que, para los que aplican esas estrategias, subyacen tras las mismas. Quién sabe.
Yo sí creo en las líneas rojas en el ámbito educativo. También creo en que determinadas prácticas, en lugar de mejorar el aprendizaje de nuestros alumnos, lo perjudican de forma clamorosa. Es por ello que, quizás con toda la mala educación del mundo, voy a permitirme enviar a esos profesionales que, a mis limitadas entendederas, las cruzan a territorios muy poco higiénicos. Espero que hayáis disfrutado de vuestros días de relax y, una vez delante de las hojas que vayáis a repartir a vuestros alumnos, os sintáis los grandes herederos de la fusta y el ensañamiento. Eso sí, ya os aviso por si aún no os habéis dado cuenta o no habéis querido entenderlo que, a nivel educativo, ese orgasmo evaluador, no aporta nada al aprendizaje más allá de haber jodido, curiosamente, siempre a los mismos, su necesario período de asueto.
Por cierto, yo no he mandado nada a mis alumnos este puente porque he aprovechado para disfrutarlo. Todos merecemos descansar. Ellos, también.

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