El pasado jueves, en el programa La ventana (cadena SER) se presentaba una nueva obra de tema filosófico, el ensayo Vivir para pensar, en el que participan distintas voces del panorama intelectual del momento. En él se denunció insistentemente el hecho de que tan indispensable disciplina, la Filosofía, se encuentra en peligro, y se subrayó la necesidad urgente de evitar que desaparezca de las aulas. Y es que, aunque el anteproyecto de la LOMCE ha escandalizado a la mayoría de la comunidad educativa y a gran parte de la opinión pública de nuestro país, hay aspectos del mismo que apenas han aparecido en los medios (a los que les interesa resaltar solo lo más polémico y morboso para el plano político, al margen de la cuestión educativa en sí) y que, sin embargo, es importante destacar. Uno de ellos es la situación en la que queda la asignatura de Historia de la Filosofía de 2º de Bachillerato -hasta ahora materia común a todas las modalidades- que, de materializarse el citado borrador, se convertirá en una optativa que cada centro puede o no ofertar al alumnado, atendiendo a criterios que van más allá de la pertinencia de adquirir los contenidos y herramientas que esta disciplina proporciona a los jóvenes en una sociedad como la nuestra.
Junto a esta modificación, se plantea también la desaparición de la Ética de 4º de ESO, bastante desbaratada ya con la anterior reforma educativa. De manera que desaparecerían del currículo materias que cumplen una función imprescindible en la formación de nuestros jóvenes, no superior a la que cumplen otras materias, pero tampoco tan insignificante que no merezca unas líneas de reflexión quelas defiendan.
Queremos, para comenzar, sumarnos a la pregunta que circula estos días por las redes sociales: "¿Quién teme a la Filosofía?" y no porque pretendamos plantear la posibilidad de una especie de conspiración en contra de este saber (quizá esto sería mucho suponer) pues casi dudamos de que en este y en otros puntos exista un plan meditado, una estrategia calculada y cabal por parte del Ministerio. Seguramente tendrán unas motivaciones y obedecerán a convicciones sólidas, pero solo respecto a algunos aspectos educativos sobre los que no tienen duda ("españolizar" a todos los niños de la nación, cuidar con más mimo todavía la Religión en nuestro sistema, reforzar el inglés a cualquier precio…) y esto tiene repercusiones en el resto de los ámbitos y materias, algunos tan graves como el expuesto aquí, aunque no hayan sido buscados a propósito.
Aún habrá quien esté conforme con este panorama. "¿Para qué sirve la filosofía a fin de cuentas?" pensarán, y podríamos responderles que, en primer lugar, para no hacer preguntas como esa. Acto seguido, añadiríamos que la misma objeción la plantearían, si fuesen consecuentes, contra las Matemáticas, las Ciencias Naturales o la Literatura, por ejemplo, pues en ese "para qué sirve…" hay implícito un desprecio por cualquier saber que no sea "útil" en un sentido muy limitado y pobre, alejado de lo que la mayoría de materias son y enseñan; podríamos explicarles cómo el gran Arquímedes se sentía poco orgulloso de su faceta de "ingeniero" (gracias a la cual disfrutamos de grandes logros) y se interesaba principalmente por la geometría, hasta el punto de que la última frase que pronunció antes de su violenta muerte en la invasión de su ciudad, Siracusa, fue "noli turbare círculos meos" ("no toque mis círculos"), dirigida a un soldado enemigo. Pero, ¿podría Arquímedes haber desarrollado su ingenio "práctico" de la forma en la que lo hizo de no ser por el cultivo de "ese saber por el saber" que tan ensimismado lo tenía? Si lo que los alumnos deben aprender es cada vez cosas más concretas, con aplicación práctica rápida y eficaz y, a ser posible, en inglés, nos encontraremos con una generación radicalmente embrutecida que, posiblemente, ni siquiera será "útil" para el objetivo que se pretende lograr. Eso sí, con unos valores espirituales muy consolidados y poco peligrosos para la sociedad que se los ha transmitido ordenada y rigurosamente a través de la religión (o la alternativa obligatoria evaluable).
Se ha insistido siempre en que la Filosofía es vital, en la adolescencia, para aprender a argumentar, a ser críticos, a ser autónomos e independientes, a despojarnos (o al menos llegar a cuestionar) todo aquello que creemos "porque sí". Es, efectivamente, esta faceta la que más merece destacarse, pues siempre es interesante enfrentarnos a nuestras creencias y convicciones más consolidadas, aquellas que nos han sido transmitidas por nuestro entorno y que nunca hemos cuestionado; pero si esto es interesante en cualquier momento de nuestra vida, es crucial en el momento en que con más fanatismo se mantienen fijadas en nuestra mente. Quizá la Filosofía no es la única disciplina que ayude en este proceso, pero sí, seguramente, la que mejor puede hacerlo. Es cierto, obviamente, que habría que plantearse la forma en que esto se lleva a la práctica, pues es muy probable que la actual estructuración de esta materia no sea la más conveniente para lograr el propósito que acabamos de destacar. En cualquier caso, de lo que no nos cabe duda es de que debe permanecer.
Tiene este saber, además, otra dimensión relacionada no ya con el pensar, sino con el vivir. Decía Sócrates, por ejemplo, que "una vida sin examen no merece ser vivida" y, a lo largo de toda la historia del pensamiento, ha habido múltiples sentencias que confirmaban este punto de vista, esta actitud que invita a reflexionar sobre las decisiones que tomamos, a hacernos conscientes de la responsabilidad que implica vivir con coherencia. Hay otros para los que la filosofía se vinculaba a la vida no como instrumento para su análisis, sino como una "medicina para el alma" como nos dice Epicuro, un remedio que nos libere del dolor y la miseria. Y en esta dirección apunta también Remedios Ávila que afirma en las primeras líneas de su ensayo El desafío del nihilismo, que la filosofía tiene que ser considerada más que como una técnica dedicada a la exhibición de la inteligencia, como un arte comprometido cuyo fin sería luchar contra la desdicha humana. La reflexión filosófica ha buscado siempre la "vida buena", por eso no puede separarse de la práctica y no puede renunciar a una estrecha conexión con el mundo, con la realidad. Es más, probablemente pocos tiempos como el nuestro han tenido tanta necesidad de ella.
Así, porque queremos una sociedad crítica, responsable, consciente y libre, una sociedad compuesta de personas que cuidan el sentido de su vida, que luchan por unas convicciones asumidas desde la apertura y el diálogo con los demás, porque queremos, en definitiva, enfrentarnos a un porvenir un poco menos desolador, defendemos la permanencia de una disciplina que quizá solo de forma modesta y limitada puede ayudar a conseguir esta meta. De hecho, no estamos seguros de poder alcanzarla con ella, pero sí estamos firmemente convencidos de la imposibilidad de lograrlo si desaparece.
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