En estas dos semanas de clase ya he perdido la cuenta de las familias que me han comunicado que este curso sus hijos no utilizarán libros de texto. La razón está muy clara: deben elegir entre los libros del chaval o la comida del mes. Cada ejemplar sale a unos 30 € (Lengua, Mate, Conocimiento del Medio, Inglés, Plástica, Música y Religión al que le toque) y aún queda comprar el material (cuadernos, agenda, útiles de escritura, mochila, chándal, flauta, neceser para Educación Física...); si además tenemos en cuenta el hachazo a las becas de libros y comedor y el endurecimiento de los requisitos para ser beneficiario de las pocas que quedan, es imposible que a la mayoría de familias de un entorno socioeconómico bajo -como es el caso- les cuadren las cuentas.
Seguimos enseñando en pleno siglo XXI exactamente igual que como se hacía en el XIX: todo a nuestro alrededor ha evolucionado pero, en las aulas, salvo unas pocas excepciones continuamos anclados en la prehistoria pedagógica. Los libros de texto son cada año más caros (en mi centro un 9% más que el curso pasado), pero es que tampoco están adaptados a las capacidades y necesidades de nuestros alumnos. Habrá quien diga que eso es tarea del maestro: perfecto, si nosotros somos los que debemos decidir qué y cómo utilizar, ¿por qué no elegimos
recursos mucho más adaptables, fáciles, modernos, prácticos y sobre todo más baratos? Ah, ya, las editoriales...
¿Por qué una familia con tres niños ve cómo ninguno de ellos, si se llevan un par de años entre cada uno, puede reutilizar los libros incluso en un mismo colegio? ¿Por qué se ponen
tantísimos obstáculos para el intercambio o préstamo de libros
en los que no exista compra directa a las editoriales? ¿Por qué
seguimos pensando que el libro debe ser el que manda, incluso por encima de los profesores? ¿Por qué se nos llena la boca con las "nuevas tecnologías" y a la hora de la verdad la mayor parte del presupuesto de los colegios se destine a fotocopias y tizas? ¿Por qué es un tabú (y según el centro del que hablemos casi llega a
omertá) proponer líneas de trabajo basadas en proyectos propios, con materiales y recursos mucho más baratos, en vez de en libros generalistas?
Los libros de texto son unos extraordinarios recursos de consulta, pero lo que se debería utilizar puntualmente se nos ha ido de las manos debido a los intereses económicos de las editoriales, el acomodo de muchos docentes y la pasividad de la Administración educativa, hoy más que nunca de espaldas a la realidad de las aulas. Existen decenas de alternativas para mejorar la situación: regulando por ley el intercambio de libros, implicando a los padres para que colaboren y organicen trueques anuales en sus centros, promocionando los proyectos de centro propios (fomento de la investigación, adjudicación de horas, reconocimiento de créditos...), creando una editorial estatal formada por docentes funcionarios de carrera (coste cero) cuyos libros puedan ser elegidos por los claustros que así lo decidan, impulsar la formación en recursos tecnológicos de los maestros y profesores, etc. Al final, como casi todo, se reduce a una cuestión de actitud: si todos ponemos de nuestra parte podríamos tener una educación totalmente sostenible y de calidad, aunque para eso los socios capitalistas de las editoriales deberían "conformarse" con un Audi en vez de con un Porsche, algo que como profesor de unos niños que ni siquiera pueden permitirse comprar sus productos me importa un bledo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario