Cuando los organismos internacionales diseñan pruebas para conocer el nivel educativo de la ciudadanía lo hacen con objetivos no siempre claros, partiendo, en demasiadas ocasiones, de las conclusiones y no al revés como se debería hacer en cualquier estudio riguroso. La OCDE y los defensores de este sistema impuesto, tratan de lograr informe tras informe que los países introduzcan las reformas previamente pactadas con los poderes económicos. Para España tienen pensada, en materia educativa, una reforma que lleve a la formación de ciudadanos-trabajadores dóciles, mano de obra barata para el resto de Europa.
Hemos llamado la atención en diversas ocasiones de los peligros que entrañan estos informes cuando son empleados para alarmar a golpe de titular a la sociedad, haciéndola creer que contamos con un sistema educativo pésimo. Y casi lo han logrado. Son ya hordas de padres y madres los que claman la tan cacareada calidad de la educación, una calidad que tratan de imponer a su manera en forma de decreto. Pero los informes no sólo dicen lo que ellos quieren que creamos, sino que en ocasiones explican lo contrario, como ya demostramos en nuestros artículos:
España cuenta con uno de los sistemas educativos más equitativos al conseguir que el alumnado que proviene de estratos sociales desfavorecidos alcance un mejor nivel. Y es que hay cosas que se les olvidan a aquellos que denuestan la educación, que se les olvidan u omiten a posta. Para llevar a cabo un análisis serio sobre cualquier problema social debemos tener muy presente el contexto y el origen, el lugar de partida. Vivimos en un país en el que el analfabetismo aún no está plenamente erradicado. Un país en el que, durante el Franquismo, solo completaban sus estudios aquellos que tenían recursos para hacerlo, lo cual supone un déficit histórico. Las desigualdades sociales son muy patentes, y más todavía en un contexto de crisis. Esos mismos informes que se utilizan para criticar la educación española, señalan el contexto social como parámetro determinante en el éxito o el fracaso escolar. Ser el segundo país más equitativo de los analizados por la OCDE, en una sociedad tan heterogénea, es sin duda un gran triunfo en un camino que aún es largo.
Recientemente hemos visto cómo algunos miembros relevantes del Ministerio de Educación usaban los resultados del informe PIAAC para seguir desprestigiando la educación española. Sin embargo, a pesar de los grandilocuentes titulares y las gruesas palabras, muchos seguimos leyendo entre líneas y apostamos por unas conclusiones más optimistas y esperanzadoras de dicho informe. Como muestra veamos dos artículos que rebaten muchos de los argumentos esgrimidos por el ministerio liderado por Wert que ha tratado, una vez más, de sembrar el miedo entre la ciudadanía, presentando un panorama desolador de nuestro sistema educativo, para, a continuación, justificar una ley tan nefasta como la LOMCE:
Frente a tales manipulaciones sólo nos queda hacer una cosa, informarnos e informar a la gente para que no sigan tratándonos como a idiotas.
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