El día contra el cáncer de mama nos dejó lazos rosas por todas partes, en una muestra de solidaridad con los afectados y en recuerdo de la enorme importancia que tiene la lucha contra esta enfermedad. El rosa conquistó solapas, avatares de redes sociales, ventanas y balcones, actos, periódicos y televisores... Yo también me uní al "movimiento" pero sin olvidar que ese gesto no tiene validez ni relevancia alguna -más allá de conceder un momentáneo sentimiento de respaldo- si no va acompañado con medidas reales de lucha, como lo es no votar a los partidos que desmantelan la Sanidad, eliminan mamografías y cobran a los enfermos crónicos por sus medicamentos. Lejos de querer convertir este tema en un debate político (o más bien partidista), debemos darnos cuenta que una de las acciones más poderosas a la hora de luchar contra el cáncer es el voto: puro instinto de supervivencia, puro sentido común. Justo por eso, el sábado sentí verdadera repugnancia al ver cómo los mismos que privatizan hospitales, pactan para reformar la Constitución a espaldas del pueblo, establecen el copago farmacéutico y otras lindezas propias de almas vacías se colgaban ese mismo lazo con más cinismo que moralidad. Si la desvergüenza pagase impuestos...
Con la Educación pasa algo muy parecido: el jueves se convoca una huelga sectorial y las redes se van tiñendo de verde. Estupendo, aunque si eso no se acompaña de medidas reales, no tiene ningún sentido. Imaginemos que el parón es un éxito con el 95 % de seguimiento (2 % según el gobierno, ya adelanto); y después ¿qué? No dejemos que estas movilizaciones se reduzcan a un postureo educativo, un mero desfile de camisetas verdes y, sobre todo, de banderitas sindicales. Seamos conscientes de que ya nos han colado la LOMCE, una mezcla de leyes excluyentes que creíamos superadas (Ley de Enseñanza Media de 1953 y Ley General de Educación de 1970), unida a la mayor concesión a la Conferencia Episcopal de los últimos 30 años y bajo un claro servilismo hacia el liberalismo más salvaje ("tanto tienes, tanto eres"). En nuestras manos está que continúen demoliendo este sistema que tanto tiempo nos ha costado levantar.
En ambos casos nos mintieron repitiendo hasta la saciedad que no recortarían en Sanidad ni Educación, "y después de haber metido...". Es decir, cambiaron las reglas del juego una vez comenzada la partida, dejándonos con el pie cambiado y sin saber muy bien cómo reaccionar. Pues ya ha pasado el tiempo suficiente para darnos cuenta que no es momento para medias tintas. Ya no sirve el diálogo social, ni las manifestaciones, ni el descontento en la calle: ahora más que nunca hay que insistir en las salas de profesores, en los claustros, en las conversaciones con nuestros amigos y familiares... Fomentemos el debate, saquemos la conversación, ofrezcamos datos para que a nuestro alrededor la gente piense por sí misma y no bajo el dictado de tal o cual sindicato, o tal o cual partido político, o de un interés egoísta y personal. Ya no vale con "estar cabreado", ni tampoco con no ir a trabajar el jueves, ni mucho menos con pasear la camiseta verde: es necesario todo eso y todavía más si es que nos importa un poquito la Educación, o el cáncer de mama, o que nuestros hijos no tengan que emigrar a Múnich porque lo único que este país les ofrece es una vida miserable patrocinada por Eurovegas.
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