jueves, 5 de diciembre de 2013

Evaluar en infantil (1ª parte)


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Evaluar en infantil (1ª parte)

by Ángeles Abelleira e Isabel Abelleira
Según el Diccionario de la RAE, la palabra "evaluar" pode tener tres acepciones: 1. Señalar el valor de algo. 2. Estimar, apreciar y calcular el valor de algo. 3. Estimar los conocimientos, aptitudes y rendimiento del alumnado. En el campo educativo, por lo general, se usa la 3ª, pero en educación infantil, nosotras sostenemos y defenderemos la 1ª, es decir, poner en valor los conocimientos de los niños y de las niñas. El día que se nos caiga esa concepción, será mejor trabajar en una fábrica de tornillos. Siempre pensamos que esto era indiscutible, pero cuanto más hablamos con compañeras de distintos centros, más tenemos la seguridad de que se está tomando una peligrosa deriva hacia lo que impera en los niveles superiores. Otro despropósito más en el que casi nadie parece detenerse; ni las profesionales, ni las facultades de educación, ni la formación del profesorado, ni la misma administración.

Nosotras, en los veinticinco años que llevamos trabajando, permanentemente, tuvimos como caballo de batalla la evaluación. Nunca acertamos con la ideal. Siempre nos produce una sensación de malestar pensar en que no sea el modo correcto de hacerlo, tanto por la información que se le transmite a las familias, como por la que se traslada a los centros donde luego cursarán la enseñanza primaria. A lo largo de estos años hemos pasado por darle información sólo verbal a los padres; por los boletines de caritas (alegres, circunspectas, tristes); por los de los semáforos, por boletines abiertos, semicerrados, y cerrados para cada trimestre, tratando de huir de la siempre temida asociación de los boletines informativos a las odiadas notas de toda la vida. Y si bien adoptábamos cada moda con mucha alegría, nos desinflábamos cada vez que escuchábamos a los padres contar las caras tristes o los semáforos rojos. Además, teníamos la percepción de que no éramos muy rigurosas y de que era visto como cosas "de las de infantil", ya que cada una hacía como le parecía o en función de lo que le marcaba la editorial con la que trabajaba. (No olvidaremos tratar más adelante la equívoca asociación de la evaluación de final de trimestre al reduccionismo del boletín informativo.)
Con motivo de la aprobación del currículo de infantil LOE, en Galicia, se quiso afinar más en el tema de la evaluación, de modo que se introdujo a través de la aplicación informática XADE; algo que consideramos un gran paso adelante, porque hasta aquel entonces los críos transitaban tres años polo sistema educativo y no quedaba ninguna huella administrativa dentro de la aplicación. De modo que, además del expediente, a través del XADE, se introduciría la evaluación: inicial, trimestral, de final de nivel y de final de etapa. Esto fueron palabras mayores, ya que se intentó huir de una evaluación por áreas/materias semejante a lo que se hace en otros niveles. Aquí, las profesionales que trabajaron en esos equipos hicieron una labor magnífica. Se dio la coincidencia de que las asesoras de Ordenación e Innovación Educativa y los de Sistemas Informáticos eran personas bregadas en la educación infantil y sabían lo que tenían entre manos. Pocas comunidades autónomas cuentan con un currículo y con una norma de evaluación tan coherente como en Galicia (a este punto ya le dedicaremos otra entrada en el blog). Así partiendo de los objetivos generales de etapa con sus correspondientes criterios de evaluación, y no perdiendo de vista las competencias básicas –como orientadoras de la práctica educativa-, elaboraron una batería de cerca de 500 indicadores específicos (ítemes), con la finalidad de que cada docente (que podía trabajar de manera muy diferente a otro) pudiese seleccionar para cada trimestre aquellos que más se ajustaran a lo que pretendía valorar en los niños y niñas con los que trabajaba, (que podían ser bien distintos de los de cualquiera otro centro). No habría más que marcarlos y evaluar su consolidación en base a tres posibles situaciones: con dificultad, en proceso, sin dificultad. Seguro que es mejorable, pero también, es de las más certeras decisiones que se tomaron en la educación infantil.
En lo que más tarde eso se tradujo y cómo se interpretó en los centros bien merecería un anecdotario. Hubo quien no lo empleó. Hubo quien cogía el boletín de la editorial con la que trabajaba, se lo daba a las familias y luego cubría uno ficticio en la aplicación. Hubo quien perdió el sentido y mandaba unos boletines como memorandos con más de 80 ítemes. Hubo quien cogía uno por área y asunto resuelto.
Hubo y hay mucho desatino. Tanto que creemos necesario hacer una reflexión sobre esta cuestión, pidiendo el contraste de opinión de todas y todos los que nos seguís, porque llegamos a un punto que incluso resulta difícil defender nuestras concepciones, dada la multiplicidad de interpretaciones –a nuestro entender confusas y/o erróneas- sobre ello.
Como es un tema que toca todos los demás aspectos de la educación infantil, por ordenar nuestra exposición y nuestras ideas, lo organizaremos en varias entradas en las que trataremos desde la legislación de aplicación, a las concepciones de evaluación, pasando por los modos, tiempos e instrumentos, así como por la coordinación internivelar e intranivelar, por las comisiones de evaluación, y por otras muchas cuestiones que irán surgiendo al hilo del discurso.
Creemos necesaria esta reflexión, en tanto que las consecuencias de este ad libitum pueden ser muy graves. Lamentamos que haya Claustros que puedan debatir 3 horas sucesivas sobre celebraciones, romerías y festejos y no le dediquen el tiempo necesario a la evaluación. Y más todavía, que no tengan argumentaciones sólidas sobre el qué hacer.
Lo formularemos en base a preguntas que nos surgen, como pueden ser:
¿Cómo evaluamos? ¿Son lo mismo los indicadores específicos (ítemes) que los criterios de evaluación? ¿Un mismo ítem puede hacer referencia a dos criterios de evaluación diferentes? ¿Se pueden establecer de antemano los indicadores específicos para guiar la práctica? ¿Y los criterios? ¿Valen los de una promoción para otra? ¿Son el resultado de la suma de las elecciones de las tutoras, de las especialistas y de los apoyos? ¿Puede haber discrepancias entre las evaluaciones de los ítemes por parte de las tutoras y de las especialistas? ¿Pueden avaliar las especialistas/apoyos cargando información por su cuenta en la aplicación? ¿Cuál es el peso de la opinión de las diferentes profesionales que intervienen con el alumnado? ¿Se puede repetir un ítem en diferentes trimestres y atribuirle una valoración inferior que en la primera vez? ¿Pueden establecerse los de cada trimestre desglosándolos de los de final de nivel? ¿Puede ser que no estén contempladas todas las áreas/bloques en el boletín? ¿Es posible que se valore el nivel de consecución en base a aspectos comportamentales? ¿Somos capaces de justificar una valoración ante un padre/madre que cuestiona la información reflejada? ¿Se puede evaluar a un niño/a que no asiste con regularidad al centro? ¿Quién evalúa en el caso de ausencia de la tutora? ¿El equipo directivo pode rebatir una decisión de equipo de nivel/ciclo, o cuestionar una evaluación de una tutora?¿Qué información se debe registrar en la aplicación informática?..., y muchas otras que hemos escuchado.
Esto va a ser como ponerle el cascabel al gato, pero no puede hacerlo nadie a no ser las que estamos todos los días con los niños, las que asistimos a las reuniones de nivel/ciclo, las que participamos en las sesiones de evaluación.
Ya anticipamos que nos va a dar mucho trabajo, reflexión, e incluso disgustos. Pero este debate no se puede retrasar por más tiempo. Es demasiado serio como para seguir haciendo cada cual según le parece o según (mal)entiende.
Ángeles Abelleira e Isabel Abelleira | 05/12/2013 en 08:35 | Etiquetas: C.profesional, evaluación | Categorías: ActualizArte | URL: http://wp.me/pYgj5-Zq
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