Los cambios sociales y demográficos de las últimas décadas han traído consigo transformaciones importantes en los roles que desempeñan las personas mayores. Frente al papel pasivo del abuelo/a, asociado a la decrepitud, que imperaba en décadas anteriores, hoy en día las personas mayores se caracterizan por una mayor participación en la vida social y familiar. Así, por ejemplo, la incorporación de la mujer al mercado laboral ha sido posible, en muchos casos, gracias a la ayuda que prestan los abuelos/as en el cuidado de los nietos/as, lo que, a su vez, ha propiciado el estrechamiento de las relaciones intergeneracionales.
Asimismo, la prolongación de la esperanza de vida ha ido acompañada de un retraso importante en el deterioro de las condiciones de salud. La incidencia de enfermedades asociadas a la edad, como el Alzheimer, no empieza a cobrar relevancia hasta pasados los ochenta años. Esto implica que desde la jubilación hasta que se produce tal deterioro disfrutan de un número relativamente elevado de años en el que pueden llevar una vida plena y activa.
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