martes, 27 de enero de 2015

“El ratón que comía gatos”




Artigo novo en InnovArte Educación Infantil

"El ratón que comía gatos"

by Ángeles Abelleira e Isabel Abelleira

O título deste libro xa engancha, un rato que come gatos, que barbaridade. Vaiche boa…
Pois é certo, nesta historia de Gianni Rodari, as cousas non son o que parecen, e un ilustre rato de biblioteca, cando vai visitar aos seus primos, dilles que el é un rato moi sabido porque le moito e que ten vivido todo tipo de aventuras. O que pronto descubriremos é que toda a súa sabedoría redúcese ao que ten visto nas páxinas dos libros, que non é pouco, pero tampouco é real. Así comía rinocerontes, elefantes e gatos das ilustracións dos libros. Demostra ser tan ignorante que cando se ve diante dun gato de verdade nin o recoñece, e só por sorte pode escapar del.
As persoas maiores, decontado sacaríamos unha conclusión, " Tan malo é vivir sen libros coma vivir só nos libros, e curiosamente, os pequenos, chegan á mesma ca nós.
De cando en vez, entre as ducias de libros que se publican coa intención de marabillar a nenos e nenas -e nomeadamente aos seus pais, que son quen llelos mercan-, descubrimos algunha xoia coma esta, non nova porque xa foi publicada hai moitos anos por Gianni Rodari, pero agora enriquecida coas ilustracións de Emilio Urberuaga, editada por SM.
Un libro para engaiolar, para divertir, para engancharse das fantasías do rato sabido pero non sabio, un libro para tirar aprendizaxes.
O conto pódese atopar en un gran número de páxinas na rede, aquí volo deixamos, pero a verdade é que paga a pena velo ilustrado.

EL RATÓN QUE COMÍA GATOS
Un viejo ratón de biblioteca fue a visitar a sus primos, que vivían en un solar y sabían muy poco del mundo.
- Vosotros sabéis poco del mundo -les decía a sus tímidos parientes-, y probablemente ni siquiera sabéis leer.
- ¡Oh, cuántas cosas sabes!- suspiraban aquéllos.
- Por ejemplo, ¿os habéis comido alguna vez un gato?
- ¡Oh, cuántas cosas sabes! Aquí son los gatos los que se comen a los ratones.
- Porque sois unos ignorantes. Yo he comido más de uno y os aseguro que no dijeron ni siquiera "¡Ay!"
- ¿Y a qué sabían?
- A papel y a tinta en mi opinión. Pero eso no es nada. ¿Os habéis comido alguna vez un perro?
- ¡Por favor!
- Yo me comí uno ayer precisamente. Un perro lobo. Tenía unos colmillos... Pues bien, se dejó comer muy quietecito y ni siquiera dijo "¡Ay!"
- ¿Y a qué sabía?
- A papel, a papel. Y un rinoceronte, ¿os lo habéis comido alguna vez?
- ¡Oh, cuántas cosas sabes! Pero nosotros ni siquiera hemos visto nunca un rinoceronte. ¿Se parece al queso parmesano o al gorgonzola?
- Se parece a un rinoceronte, naturalmente. Y ¿habéis comido un elefante, un fraile, una princesa, un árbol de Navidad?
En aquel momento el gato, que había estado escuchando detrás de un baúl, saltó afuera con un maullido amenazador. Era un gato de verdad, de carne y hueso, con bigotes y garras. Los ratoncitos corrieron a refugiarse, excepto el ratón de biblioteca, que, sorprendentemente, se quedó inmóvil sobre sus patas como una estatuilla. El gato lo agarró y empezó a jugar con él.
- ¿No serás tú quizás el ratón que se come a los gatos?
- Sí, Excelencia... Entiéndalo usted... Al estar siempre en una biblioteca...
- Entiendo, entiendo. Te los comes en figura, impresos en los libros.
- Algunas veces, pero sólo por razón de estudio.
- Claro. También a mí me gusta la literatura. Pero ¿no te parece que deberías haber estudiado también un poquito de la realidad? Habrías aprendido que no todos los gatos están hechos de papel, y que no todos los rinocerontes se dejan roer por los ratones.
Afortunadamente para el pobre prisionero, el gato tuvo un momento de distracción porque había visto pasar una araña por el suelo. El ratón de biblioteca regresó en dos saltos con sus libros, y el gato se tuvo que conformar con comerse la araña.
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