UniDiversidad. El blog de José R. Alonso. |
Posted: 19 Jan 2015 10:09 AM PST
semejante y tantas otras cosas. David H. Marlowe, un antropólogo del que luego hablaré, estudió en qué momento se fraguaba el compromiso del soldado con la guerra que libraba, es decir, cuándo la psicología del combatiente se imponía sobre el miedo a la muerte. Marlowe contaba que en la II Guerra Mundial el momento definitivo fue el descubrimiento de los campos de concentración
Los que estuvieron allí no tuvieron ninguna duda cuando vieron esos campos de lo que hacían y por qué. La importancia moral de su misión estuvo clara y siempre lo estaría.
A finales del siglo XVIII, uno de los grandes militares de la historia, el británico Horatio Nelson, usó esta expresión: «Band of Brothers», en una carta de queja. Nelson esperaba recibir el mando de una escuadra que le permitiera atacar los puertos españoles pero fue preterido. Indignado por que le privasen a él y a sus capitanes de la gloria escribió a sus superiores:
Y mis propios pensamientos, no son por mí, o no es principalmente por mi propio interés que siento esta punzada y este malestar. ¡No! Es por mis bravos oficiales, por mis amigos y camaradas de nobles mentes ¡Ese grupo gallardo de compañeros! ¡Esa banda de hermanos! Mi corazón se inflama cuando pienso en ellos.
Poco después, en 1798, la flota francesa zarpó de Tolón con Napoleón como general y se lanzó hacia dos puntos clave en el Mediterráneo: Malta y Egipto. El Almirantazgo británico reforzó la escuadra de Nelson y le mandó a la caza de los franceses. Al principio no tuvo éxito y los barcos del vicealmirante François-Paul Brueys d'Aigalliers le esquivaron e invadieron Malta. Después partieron hacia Egipto, por entonces una provincia otomana, con la intención de cortar las rutas entre la India y Gran Bretaña, distrayendo a ésta del conflicto nacional francés. Napoleón desembarcó con éxito en Alejandría y venció en la batalla de las pirámides, pero Nelson encontró a la flota francesa en la bahía de Aboukir y se lanzó sobre ella. Tras la victoriosa batalla del Nilo, Nelson mandó distintas cartas y despachos a sus superiores elogiando a sus capitanes y llamándoles «banda de hermanos», sin distinguir a unos sobre otros. Con eso consiguió que todos fueran recompensados y evitó los celos y discordias que plagaron otras victorias navales. Nelson implantó una nueva forma de liderazgo, inspirando a sus capitanes, repasando con ellos sus objetivos y sus métodos, dejándoles libertad en la batalla para dirigir su barco como creyesen mejor. En una de esas reuniones con sus capitanes uno de ellos le dijo «Está, Señor, rodeado de amigos a los que inspira con su confianza». Era lo que él mismo llamaba «el toque Nelson». Pero volvamos a nuestro antropólogo. David H. Marlowe (1931-2015) era nativo de Brooklyn y sus padres eran inmigrantes judíos procedentes uno de Rusia y el otro de Ucrania. El padre vendía seguros y la madre era ama de casa, pero durante un tiempo tuvieron un puesto como adivinos en el paseo marítimo de Coney Island. Su hijo nunca lo olvidaría y, divertido, contaba a la gente «No puedo leer mentes, como mis padres, pero puedo leer los comportamientos». Fue un excelente estudiante y se graduó cum laude en el Brooklyn College, denominado «el Harvard de los pobres», antes de incorporarse al ejército en 1956. Tras finalizar el servicio militar, se matriculó en el verdadero Harvard, donde hizo su doctorado (los del Brooklyn dicen con sorna que en realidad la Universidad de Harvard es «el Brooklyn College de los ricos».) Tras leer la tesis, Marlowe no se dedicó a la tranquila vida académica sino que realizó estudios de campo en Tailandia, Somalia y Haití, investigando distintos conflictos y rebeliones, y finalmente se centró en una de las profesiones más constantes de la historia: los soldados. Analizó su adaptación a la experiencia de combate, el estrés postraumático, la integración de mujeres en el ejército y muchos otros temas. Vio que cada guerra era la misma y, al mismo tiempo, cada guerra era diferente y quiso conocer qué cambio se produce en las mentes para que un grupo de soldados dispares y desconocidos entre sí se convierta en una banda de hermanos. Las investigaciones de Marlowe generaron el interés de los generales del ejército estadounidense y de los políticos responsables de Defensa. Uno de sus primeros estudios fue sobre los desertores en la guerra de Corea. Su conclusión fue que la mayoría no eran ni delincuentes ni cobardes, sino jóvenes que no conseguían adaptarse a las rigideces de la vida militar, que chocaban con la disciplina. Quienes peor lo pasaban eran los más pobres, los que procedían de familias desestructuradas. No tenían miedo —sus barrios en Detroit o Pittsburgh podían ser más peligrosos que los arrozales asiáticos— pero pasar de vivir sin normas a una vida donde todo estaba reglamentado era demasiado difícil. Marlowe propuso relajar la disciplina y suprimir los castigos por faltas menores, como los descuidos en el uniforme. En la guerra de Vietnam, la siguiente a Corea, uno de los problemas más graves de las tropas fue el consumo de drogas. Miles de soldados volvieron enganchados a la heroína tras su servicio militar en el país asiático, lo que generó un auténtico desgarro social y restó apoyo al ejército y a la propia guerra. Al abordar este nuevo problema Marlowe se centró en las relaciones interpersonales que se creaban dentro de los grupos. Cuantificó la cohesión analizando los vínculos entre los miembros de la misma unidad y valorando cómo de bien conocía su superior a cada uno de ellos. Los resultados fueron impactantes: en las unidades en las que el recambio de soldados era muy alto y eran prácticamente extraños unos para los otros, el uso de heroína y otras drogas era rampante; sin embargo, en los pelotones y compañías que llevaban tiempo juntos, que se conocían bien, que tenían una historia común, las drogas era un problema menor. Spielberg, un cineasta que en mi opinión ha contado magníficamente la II Guerra Mundial, cierra la serie Band of Brothers con la cita original de la que se extrajo esta expresión. No se trata de la carta de Nelson, sino de una obra de Shakespeare: Enrique V. La lee, en voz en off, Carwood Lipton, un verdadero teniente de la compañía Easy del regimiento 506 de infantería aerotransportada en la que está basada la serie. Shakespeare, ese maravilloso descriptor de las virtudes y defectos del hombre, usó esa expresión: «band of brothers» para describir en su drama a esos soldados que afrontarán, codo con codo, espalda con espalda, el encuentro con su destino. En la obra, las tropas inglesas se enfrentan a las francesas en los campos de Azincourt en 1415.
Nos pocos, nos felices pocos, nos, banda de hermanos;
Porque aquel que hoy vierta su sangre conmigo
Será mi hermano; por muy vil que sea,
Este día ennoblece su condición:
Y los caballeros ahora en sus lechos de Inglaterra
Se considerarán malditos por no haber estado aquí,
Y tendrán su hombría en baja estima cuando oigan hablar
a aquel que luchara con nos ¡el día de San Crispín!
Para leer más:
|
You are subscribed to email updates from UniDiversidad. Observaciones y pensamientos. To stop receiving these emails, you may unsubscribe now. | Email delivery powered by Google |
Google Inc., 1600 Amphitheatre Parkway, Mountain View, CA 94043, United States |
No hay comentarios:
Publicar un comentario