Lo de comer turrón en Navidad es una tradición. Al igual que lo es, aunque de factura más reciente, convertir un día como hoy en el del amor sin condiciones. Tradiciones que, más o menos actualizadas, se retoman año tras año por las mismas fechas. Tradiciones que, al igual que otras muchas, nadie cuestiona ni se plantea que no deban estar ahí (salvo alguno que, quizás, denosta las mismas porque no "son las suyas"). No es malo tener tradiciones. Ni incorporar de nuevas. Porque, hay tradiciones que son sinónimo de fiesta y alegría. Tradiciones que, más allá de su significado último, ayudan a disfrutar de determinados días o temporadas del año.
¿A qué viene lo anterior? ¿Qué tienen que ver los turrones o los ositos con un corazoncito que regalan algunos a sus parejas un día como hoy? A tradiciones perpetuadas en el colectivo docente. Tradiciones que, más allá de metodologías o "hacer lo mismo de siempre", tienen mucho que ver con idiosincrasias. Rasgos y características que se heredan y perpetúan en un colectivo, por desgracia, demasiado sometido a la tradición. O más que a la tradición, a hacerlo todo como lo han visto hacer.
Sí, ayer tuve una experiencia curiosa. Volver a ver modelos que no entiendo en pleno siglo XXI. Porque estar en unas jornadas educativas y ver como, parte de los docentes que acudieron, iban copiando todo el texto (algunos haciendo foto diapositiva tras diapositiva) de las presentaciones que iban poniendo los docentes no tiene otra explicación. Poco hemos cambiado si, más allá de quedarnos con las ideas, tenemos necesidad de disponer de las citas textuales que nos comentan. Porque, al menos en mi caso, si hiciera lo anterior me sería difícil justificar un cambio metodológico en el aula. Bueno, sinceramente, lo vería como un gran acto de incoherencia.
El docente debe romper las tradiciones. Más que romperlas, adaptarlas a las necesidades de sus alumnos. Y adaptar esas tradiciones empieza por uno mismo. Conviene analizar qué se hace y cómo. Somos el espejo en el cual se reflejarán nuestros alumnos. Espejo que está, en demasiadas ocasiones, ceñido a formas de hacer que no deberían de ser las nuestras. Porque, ¿cómo enseñar a los alumnos a trabajar de otra manera si somos nosotros quienes hacemos lo mismo de siempre cuando estamos en su lugar? ¿Cómo pretender que el alumno aprenda, más allá de un libro de texto o dossier, si nuestra pauta a la hora de convertirnos en alumnos es hacer lo que se supone que no queremos que hagan ellos?
Quizás es que soy muy poco amante de determinadas tradiciones y demasiado adaptable a los tiempos. Quizás es que no creo en las tradiciones adaptadas al sistema educativo. Quizás, y sólo quizás, es que mis tradiciones educativas se rompen día tras día. Porque, para mí, la mayoría de las tradiciones educativas de toda la vida tienen muy poco de gratificantes.
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