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UniDiversidad. El blog de José R. Alonso. |
Posted: 29 Apr 2015 01:18 AM PDT
norteamericanos. William F. Caveness, un neurólogo veterano de la Guerra de Corea trabajó durante la Guerra de Vietnam como jefe del Laboratorio de Neurología Experimental de los Institutos Nacionales de la Salud (NIH). Pidió a los hospitales de campaña norteamericanos que le mandaran información sobre los soldados que hubieran sufrido traumatismos craneoencefálicos porque había tratado en Corea soldados que después de una herida en la cabeza sufrían ataques epilépticos (epilepsia postraumática) y quería investigar esta conexión. Aunque uno podría pensar que un cirujano de guerra no estaría por la labor de rellenar papeles, aquellos médicos entendieron la importancia del estudio y los formularios rellenos empezaron a llegar desde los campos de batalla y los hospitales de Vietnam adjuntando datos de soldados lesionados por proyectiles de artillería, por balas, por fragmentos de misiles y por otros tipos de metralla. Los avances en los protocolos de asistencia a los heridos como las evacuaciones en helicóptero que tantas veces hemos visto en las películas o el establecimiento de equipos de neurocirugía cerca del frente hicieron que la supervivencia fuera muy superior a la de conflictos previos con lo que los casos fueron abundantes. Entre 1967 y 1970 Caveness recopiló información sobre unos 2.000 soldados con daño cerebral y al final excluyó los que tenían historias clínicas incompletas y seleccionó 1.221. A pesar de su triste origen, el estudio ha sido definido como «un regalo que sigue haciendo regalos». La información sobre las heridas más frecuentes en la cabeza impulsó un rediseño de los cascos y el estudio de las heridas penetrantes cambió su abordaje. Aproximadamente en la mitad de los casos los soldados heridos tenían que someterse a una reconstrucción quirúrgica del cráneo, lo que se llama una cranioplastia. Tomando los datos del estudio se vio que el riesgo de complicaciones tales como infecciones o pérdida de líquido cefalorraquídeo era menor cuando se realizaban más de un año después de sufrir la lesión. El estudio recomendó que los neurocirujanos dejaran pasar ese tiempo para el inicio de los procedimientos de reconstrucción craneal.
Las heridas de metralla, aunque son una tragedia para sus víctimas tienen una ventaja para los neurocientíficos: suelen ser limitadas en extensión y localizadas en su distribución. Así se pudieron establecer relaciones entre zonas concretas dañadas y comportamientos específicos. Por ejemplo, los veteranos de Vietnam que habían sufrido heridas en una zona particular del lóbulo frontal (la corteza prefrontal ventromedial) eran más agresivos, tenían menos inteligencia emocional y mostraban unas actitudes estereotípicas sobre los dos sexos (machismo) que otros veteranos con heridas en otras zonas cerebrales que actuaban como grupo control. Ello sugería que esta zona intervenía en el procesamiento cerebral de la conducta social. Finalmente hubo dentro de la tragedia de una lesión cerebral, un hilo de alegría y esperanza: la enorme capacidad plástica del cerebro, la posibilidad de recuperación de funciones mentales incluso tras daños que eran valorados como catastróficos. Uno de los investigadores que trabajaron con estos veteranos comentaba «Si observabas un escáner de uno de ellos y veías la cantidad de tejido cerebral que faltaba, decías ¿Dios mío, tiene que estar en una residencia para incapacitados totales». Y sin embargo, muchos de ellos llevaron vidas relativamente normales, se casaron y formaron familias. La mayoría volvió a trabajar, algunos incluso siguieron en el ejército. Tenían sus discapacidades y déficits pero a través de una combinación de motivación y fuerza de voluntad, y con los cuidados de sus familiares y amigos, la mayoría fueron capaces de reincorporarse a la sociedad. Es poco conocido pero España también estuvo en la Guerra de Vietnam. En septiembre de 1966, a petición de los Estados Unidos, el gobierno de Franco envió un destacamento médico, la Misión Sanitaria Española. Se hicieron cargo de un viejo hospital en Gò-Công, una pequeña ciudad del delta del Mekong, de unos 30.000 habitantes y situada a 45 kilómetros de Saigón, la actual capital Ho Chi Minh. Los miembros de la misión fueron muy bien valorados por la población local y por los militares sudvietnamitas y norteamericanos. Los militares españoles recibieron varias condecoraciones, la visita del máximo responsable de las tropas norteamericanas en Vietnam, el general William Westmoreland, así como -algo que les hizo más ilusión- de diversos actores y actrices estadounidenses, como Robert Mitchum, Henry Fonda o Jayne Mansfield. Para leer más:
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