Siempre hemos tenido tendencia, a la hora de las modas educativas, en oscilar -más bien dar bandazos- entre opciones totalmente opuestas. De la clase autoritaria hemos pasado a la necesidad del diálogo permanente. De la letra con sangre entra y del sufrimiento a la hora de aprender, ahora hemos pasado a la necesidad de obtener la felicidad de nuestros alumnos a cualquier precio. Sí, el objetivo para algunos es que "sus alumnos sean felices". Da igual que aprendan mucho o poco, el objetivo es que no sufran. Y, es por ello que abogan por desterrar todo lo que suponga cualquier tipo de presión a los alumnos porque, según ellos, un alumno feliz debe ser el objetivo final del sistema educativo. Sí, no se trata de que aprendan, se trata de priorizar una emoción positiva frente a cualquier situación. Y, por ello, qué mejor que eliminar cualquier traba a esa felicidad.
Yo no creo que la felicidad deba ser el objetivo final de nuestro sistema educativo. Ni tan sólo considero la felicidad, más allá de un estado puntual y deseable, como algo que debe lastrar las decisiones educativas. Creo más bien que debemos educar/enseñar a personas. Personas que, lamentablemente, no son siempre felices. Hay momentos para no ser feliz. No es malo. Es simplemente una necesidad de ese guión marcado al nacer que se llama vida. Vida que algunos quieren manipular a su antojo pero que el día a día se encarga de matizar. Hay días mejores y peores. Por eso es necesario lidiar con ellos.
No hay nada peor que la frustración cuando siempre se ha tratado a alguien dentro del mundo feliz. Un mundo que, por ser utópico, dista mucho del que observamos. Un mundo fantástico que algunos se empeñan en convertir en realidad paralela. Una situación que, lo único que va a hacer, es exponer a los niños a la incapacidad de superar sus fracasos. Fracasar no es malo. Considerar que, en muchas ocasiones luchar para obtener algo tiene un cierto coste, tampoco. El aprendizaje tiene su parte de esfuerzo e incomodidad por muchas estrategias y herramientas que ideemos. Prescindir de esa parte es hacer un flaco favor a esos chavales. No se lo merecen. Sinceramente, alguien debería pensar en ellos antes de permitirles estar sometidos a un estado de falsa felicidad permanente. Que el mundo real no es un conjunto de nubes de algodón y situaciones maravillosas. Desgraciadamente, la felicidad a cualquier precio, no se sostiene.
Be happy my friend but don't forget the real word.
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