No puedo resistirme, de nuevo, a hablar de realidades que, quizás no sean entendidas por mí o, a lo mejor, es que ni tan sólo existen. Cuando hay tantos púlpitos educativos en los que se está hablando últimamente de ABP, Flipped Classroom, inteligencias múltiples o, cualquier otro autor o modelo de aprendizaje, quizás es bueno plantearse si realmente en dichos púlpitos están hablando de realidades o, simplemente, se están vendiendo patrones ideológicos acerca de maneras de trabajar en el aula. Sí, cada vez tengo más dudas acerca de las bondades -o incluso de la existencia- de modelos educativos que, por desgracia, adolecen de la necesidad de la rigidez para ser tratados como "novedades". La mona, por desgracia, aunque la vistas de seda, mona se queda y, el usar muchos anglicismos, siglas o, incluso, avalar esas teorías por gurús o una minoría docentes de aula que han visto la luz y que, con sus experiencias puntuales y poco reproducibles, las avalan, me preocupa.
Esto de las teorías pedagógicas tiene su parte de verdad incómoda. Tal como expuso Steve Wheeler hace ya tiempo en un artículo titulado "
A convenient untruth" da la sensación que, para él, el peor enemigo para el docente son las "malas" teorías o metodologías de aprendizaje. Una teoría que se acepta como "verdad absoluta" sin entender sus implicaciones posteriores, va a lastrar la forma en que el docente va a impartir clase y, cómo no, de rebote va a repercutir en el sufrimiento de los alumnos que tenga. Considerar las teorías como hechos o verdades absolutas, al final, lo único que está provocando es que, en la mayoría de centros donde se usan indiscriminadamente, haya cada vez una mayor presión por parte de los buenos alumnos y los padres de mayor nivel sociocultural para ser abolidas. Sí, los buenos alumnos y esa tipología de padres no quieren experimentos porque, para ellos, el sistema educativo ha funcionado bien (o sigue haciéndolo) si se extraen de él todas las novedades. Algo que, por desgracia, debería hacer reflexionar a más de uno.
Llevo casi dieciocho años en la docencia y, más allá de experiencias puntuales (que he visto o en las que he participado) me encuentro con posturas muy contrapuestas entre mis compañeros. Desde el típico docente que exige mucho en el aula hasta el que, dentro de su libertad de cátedra, deja el aula al libre albedrío. Sí, estos son los casos extremos. Lo más habitual es encontrarnos con compañeros que, usando el libro de texto, intentan hacerlo lo mejor que saben dentro del aula. ¿Y sabéis qué? Curiosamente los docentes que siguen haciendo las cosas como siempre, evaluando con exámenes y transmitiendo la información de los libros de texto incorporando pinceladas de detalles "extra" son los mejor considerados por parte de los buenos alumnos y de sus padres. Resulta realmente curioso lo anterior. Más aún cuando, al final, los que llegan al tope de sus estudios universitarios, nos encontramos con que son los alumnos cuyo aprendizaje ha seguido modelos tradicionales de aprendizaje.
Los padres que se preocupan por sus hijos -la mayoría- no quieren experimentos en sus aulas. No quieren que venga un docente a proponer que, a partir de ahora, se va a prescindir del libro de texto o cualquier otro tipo de guía estandarizada. Tampoco quieren que los docentes planteen determinismo inicial taxonomizando a sus hijos en diferentes grupos según el tipo de inteligencia que, supuestamente, posean (¿alguien se imagina qué pasaría con la teoría de las inteligencias múltiples si, en lugar de hablar de siete tipos de inteligencia, hablara de que uno es más o menos inteligente según el color de piel o la religión que profesa?). Eso sí, lo que quieren es que sus hijos aprendan el máximo. Que se vea que hay docentes que se implican para que aprendan todo el contenido y, cómo no, que vean el esfuerzo de sus hijos. Sí, muchos padres consideran que existe una relación entre acabar el libro de texto, la cantidad de deberes y el número de exámenes con la calidad de la educación que reciben sus hijos.
Yo, al igual que el autor del post que enlazo al principio, no creo en teorías de aprendizaje estandarizadas para mejorar el aprendizaje de nuestros alumnos. Creo en la profesionalidad docente y en que, por suerte, cada docente es diferente y va a actuar, profesionalmente, de la mejor manera que crea en su aula para ayudar a sus alumnos a tirar adelante, con independencia de determinados cantos de sirena que le están vendiendo desde unos altavoces que cada vez poseen mayor cantidad de decibelios de salida.
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