Como sabéis, la educación forma una parte muy importante de nuestra sociedad y hoy en día, es un elemento fundamental para el desarrollo de una sociedad y en consecuencia, de una nación.
Sin embargo, la educación nunca ha sido, ni es, una constante. El sistema educativo varía en función de la época, y sobre ésta influyen una serie de variables: pensamiento, ideologías etc.
Si hay una parte de la educación que me resulta fascinante es su propia historia. Hoy me gustaría hacer un mini reportaje sobre la educación en todo su conjunto en una época que nos queda ya un poco lejana en el tiempo, pero que sin embargo resulta fascinante. ¿Cómo eran los maestros y maestras del siglo XIX?, ¿cómo eran los colegios y las aulas?, ¿que áreas se impartían?, ¿qué metodología se aplicaba?, ¿que tipo de materiales se empleaban?.
Vamos a ver estas cuestiones a continuación... ¡sigue leyendo para descubrirlas!
Primero vamos a situarnos en el tiempo...
ESPAÑA, SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX
La primera ley educativa en España fue la Ley de Instrucción Pública de 1857 conocida como Ley Moyano, de la época de Isabel II, durante el siglo XIX, intentaba solucionar el problema de España, y su grave población analfabeta, la cual se encontraba constantemente en situaciones de guerra, provocadas por las guerras carlistas con el reinado de Isabel II.
Con la Ley Moyano, pues, se implantan definitivamente los grandes principios del moderantismo histórico:
- gratuidad relativa para enseñanza primaria
- centralización
- uniformidad
- secularización
- libertad de enseñanza limitada.
Así, en la instrucción primaria bastará con tener veinte años cumplidos y poseer el título de Maestro; en cambio, para la enseñanza secundaria se incrementan los requisitos, debiendo destacarse la necesidad de que el profesorado ostente la titulación correspondiente, se realice un depósito de fianza y se proclame el sometimiento del reglamento interno del establecimiento a las disposiciones dictadas por el Gobierno.
En mi caso, como futura docente de Educación Primaria, voy a centrarme en concreto en los maestros de primaria de la época. Como hemos dicho pues, bastaba con poseer el título de maestro y tener veinte años para poder ser MAESTRO/A.
La Primera Enseñanza era impartida en las escuelas y de manera gratuita. Esto por tanto permitía que los niños pertenecientes a familias de clases medias acudiesen a la escuela. Los de clases bajas también, pero como ya se sabe, los problemas económicas de éstas familias hacían que los niños resultasen mucho más útiles como mano de obra que como estudiantes. Esto nos hace pensar pues, que la mayoría de niños que acudían a estas escuelas de Primaria gratuitas eran niños de clase media. ¿Y las clases altas?, os preguntaréis. Seguro que todos habéis oído hablar de las famosas: INSTITUTRICES. Éstas eran maestra privadas que las familias adineradas contrataban para instruir a sus hijos en sus propios hogares. Más adelante hablaremos de ellas.
Lo que no podemos eludir era el carácter sesgado en lo concerniente a la mujer, ya que esta ocupaba un papel pasivo donde no era común su culturización, por lo que se usaron medios exclusivos para la mujer, creando materias específicas para las mujeres dentro de la educación, con Magisterio como única titulación apta para las mujeres.
Vamos a comentarlos: si nos fijamos, podemos encontrar tanto maestras como maestros en las aulas, sin embargo, el número de maestros era mayor, pues las mujeres todavía estaban muy recluidas en los hogares dedicándose a ello y a su familia. La vestimenta es típica del XIX, faldas largas y pomposas, corsés con camisas abombadas y cinturones anchos o fajines ajustados a la cintura. Nada de escote o pantorrillas. Moños altos y discretos. Colores oscuros y nada de maquillaje. Era un factor muy importante que la imagen de la maestra fuese austera y poco llamativa. Los hombres vestían traje o pantalones con chaquetas modestas, siempre guardando una rigurosa asuteridad.
Las aulas son más grandes o más pequeñas en función evidentemente del nivel económico, posiblemente las más pequeñas sean rurales y de escasos fondos. Por el contrario las aulas amplias y con numerosos pupitres de madera demuestran un mayor nivel adquisitivo. Mapas, bolas del mundo y enormes enciclopedias eran los materiales estrella junto con tinteros y papeles amarillentos. Las pizarras también tenían su importancia.
En esta imagen podemos observar una recreación actual de un aula de la época:
Podemos apreciar todo lo mencionado anteriormente.
Aquí vemos los rudimentarios que eran los materiales usados.
Mapas antiguos, pizarras emborronadas de tiza, paredes frías y lúgubres, bancos de madera desgastados y descoloridos. Éstas eran las aulas del siglo XIX. Pensad ahora en una comparación con un aula actual. Increíble, ¿verdad?, aunque por desgracia tampoco han cambiado tanto si nos paramos bien a pensarlo.
Vamos a ver ahora una imagen de un aula rural:
Como podéis ver, el maestro del pueblo probablemente ni siquiera tenga el título como tal, sin embargo son los más sabios del pueblo los que se encargaban de esta ardua tarea. Si nos fijamos, carecen incluso de pizarra, y el anciano utiliza la pared de la pequeña caseta, que probablemente sea su casa, para explicar las matemáticas a sus niños.
Por último hablaremos de las institutrices:
La imagen es un retrato de las hermanas Brönte, grandes escritoras del siglo XIX, y en la tercera imagen se muestra una escena de la película Jane Eyre, basada precisamente en una novela de una de las hermanas Brönte.
Como podemos ver, las institutrices vivían con la familia que las contrataba y se encargaban de la educación de los menores de la familia
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