martes, 10 de diciembre de 2013

Federico Mayor Zaragoza



Federico Mayor Zaragoza


Posted: 08 Dec 2013 01:23 PM PST
Nelson Mandela es uno de los grandes personajes de la historia de la humanidad. Luchó incansablemente por unos principios éticos que no deben subordinarse nunca a otras razones, circunstancias, apremios. Después de 27 años encarcelado, salió sin odio, sin ánimo de venganza, los brazos abiertos para la reconciliación, para el abrazo, para el perdón. "Olvidar no es posible. Disculpar, sí". 

En hábil "conspiración" con otro gran personaje, el Presidente Frederick De Klerk, con la inmensa fuerza moral que su ejemplar trayectoria emanaba, Nelson Mandela fue capaz de demostrar que algunos imposibles hoy pueden convertirse en realidad mañana. Que sólo los pusilánimes, los amilanados, los "realistas", se dejan dominar por la inercia y rehúsan a inventar el futuro en el que sueñan. 

Tuve el gran honor de reunirme con él en varias ocasiones antes y después de ser el primer Presidente de raza negra de Sudáfrica venciendo para siempre el apartheid racial. Le seguiré teniendo como referente cotidiano: el valor de la palabra; el papel esencial de la mujer para construir el otro mundo posible que anhelamos; las responsabilidades intergeneracionales como compromiso supremo… 

"Todos los seres humanos iguales en dignidad": este ha sido, este es, en esencia, el mensaje de Madiba. Retengámoslo con fuerza, ahora más que nunca, en nuestro comportamiento. 

En mayo de 1988 le escribí un poema al cumplir los setenta años. Llevaba 26 en la cárcel. He aquí algunos de los versos: 

"Ahí estás, aherrojado, 
dándonos libertad 
a manos llenas. 
Queremos hoy que sepas 
que nuestras alas 
tienen en cada pluma
la marca de tus rejas… 
Que desde tu celda 
liberas y excarcelas 
a tanto corazón anclado 
en la tibieza…" 

El Presidente Nelson Mandela deja una estela tan luminosa que su ausencia física no disminuirá ni un ápice su influencia, que tanto precisamos para los cambios radicales -la "revolución espiritual" que preveía Federico García Lorca- que se avecinan.

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