UniDiversidad. El blog de José R. Alonso. |
Posted: 18 Mar 2014 12:15 AM PDT
René Descartes (1596-1650) nació en 1596 en un pueblo cercano a Tours, en Francia, en una familia de la pequeña nobleza. Su madre murió cuando él tenía trece meses y de niño tuvo una salud muy frágil pero su padre se preocupó de que recibiera una buena educación en el colegio jesuita de La Flèche, en Anjou, donde de 1604 a 1612 estudió los clásicos, lógica y filosofía aristotélicas, y matemáticas, disciplina en la que
destacó. De su mala salud le quedó la costumbre de permanecer en la cama toda la mañana, leyendo, pensando o escribiendo, y de su formación con los jesuitas, un interés por los métodos analíticos y una sólida base científica, moral y religiosa. Tras otros dos años de estudios, se licenció en Leyes en Poitiers el año 1616 trasladándose a continuación a París. Allí vivió en el barrio de St. Germain, en la ribera del Sena y visitó los jardines reales, donde vio una de las maravillas de la época construidas por el hombre: las espectaculares fuentes animadas. Eran figuras de Neptuno, Diana y otros personajes mitológicos que se movían a través de sistemas de tuberías, válvulas y presión hidráulica y que parecían “estar vivas”. Al terminar los estudios, como muchos otros jóvenes de todos los tiempos, Descartes sufrió una crisis personal. Se cuestionaba el valor de la educación recibida, que no parecía tener ninguna utilidad en el mundo real y no sabía qué hacer con su vida, se fue encerrando en casa y probablemente cayó en una depresión. Finalmente, a los 22 años salió de ese estado y concluyó que tenía que ver algo de mundo y con esa idea, también como muchos otros jóvenes a lo largo de los siglos, decidió alistarse en el ejército. Descartes lo recuerda así en su “Discurso del Método”:
Abandoné completamente el estudio de las letras. Decidí no buscar otro conocimiento que el que pudiera encontrarse dentro de mí o en el gran libro del mundo, pasé el resto de mi juventud viajando, visitando distintas cortes y ejércitos, mezclándome con gente de temperamentos y clases diversas, reuniendo variadas experiencias, poniéndome a prueba en las situaciones que la fortuna me ofrecía y en todo momento reflexionando sobre lo que aparecía en mi camino para intentar sacar algún provecho de ello.
Descartes se unió a las tropas del príncipe Mauricio de Nassau, el comandante en jefe de los ejércitos de los Países Bajos que luchaban para conseguir la independencia frente a los españoles y se incorporó al colegio militar de Breda, el principal centro de ingeniería militar de los neerlandeses. A pesar de ser un sitio de excelencia con magníficos profesores, un católico creyente como él no se sentía cómodo en el ejército protestante y realizó un largo rodeo a través de Polonia y el norte de Alemania para unirse al ejército de Baviera comandado por Maximiliano I. Fue uno de los muchos episodios en los que la religión influiría en su vida. Desde el primer momento y en sintonía con muchos intelectuales de su tiempo, Descartes vio claramente la necesidad de separar la fe y la razón. Esto significa que podía ser escéptico en cuanto a las posiciones filosóficas, e incluso las doctrinas teológicas de la Iglesia, pero no por ello renegó nunca de su fe católica, aunque fue frecuentemente una fuente de sinsabores por la oposición que sufrió a las ideas que sustentan su obra personal. Por otro lado, reclamaba la libertad absoluta de Dios en su acto de creación sin que los hombres pudiesen determinar su intencionalidad o sus planes.Poco después, en 1619, realizó uno de sus principales descubrimientos y el que más ha perdurado: la geometría analítica, una forma de resolver problemas de álgebra geométricamente y problemas de geometría algebraicamente. Desarrolló un sistema de líneas de referencia, ordenadas y abscisas, que conocemos en su honor como coordenadas cartesianas. Otras innovaciones matemáticas que seguimos utilizando fueron el usar exponentes numéricos para indicar las potencias de un número (72) o el uso de la “x” para las cantidades desconocidas. En este momento de su vida, se fue obsesionando con dos ideas. Una es que las ciencias naturales tenían que tener la fiabilidad de las ciencias exactas. La segunda, que el conocimiento debía basarse en ideas simples, firmes y que no fueran objeto de discusión subjetiva. Para ello estableció un método, el método científico, como sistema de acercamiento a la realidad y cuya cristalización más soberbia en el siglo XVII sería la publicación años después de su obra “El Discurso del Método” (Discours de la méthode pour bien conduire sa raison et chercher la vérité dans les sciences) escrita hacia 1637. Con ella se separan definitivamente, y no solo en los anaqueles de las bibliotecas, la Física y la Metafísica y se interpretan por primera vez los fenómenos naturales, incluyendo las respuestas de los seres vivos, como sucesos que responden a leyes generales, similares a las que rigen a los seres inanimados. La obra de Descartes es uno de los hitos fundamentales de la Ciencia moderna. La aportación de Descartes supone la superación de la búsqueda del conocimiento por la lógica aristotélica, el refuerzo de las matemáticas como herramienta para la comprensión del mundo y la presentación de un nuevo tipo de pensamiento, el científico, como abordaje para el conocimiento del hombre y la Naturaleza. Este avance se potencia con la creación de las primeras sociedades científicas y con el desarrollo de métodos de difusión de las observaciones realizadas: conferencias, simposios, revistas… Paralelamente, se irían erigiendo las primeras academias, frecuentemente con patrocinio real, como principales foros científicos en contraste con las universidades, donde la Escolástica y el principio de autoridad dominarían varios siglos más. De 1620 a 1628 Descartes estuvo viajando por Europa, y sabemos que en 1620 estaba en Bohemia, en 1621 en Hungría, en 1622 y 1623 permanece en Francia, y también visita Holanda y Alemania. En el tiempo que estuvo en París, conoce a Marin Mersenne, también graduado de La Flèche, con quien establece una amistad para el resto de su vida y que es quien le mantiene al tanto de los nuevos descubrimientos y el ambiente científico de Francia. También visitó Italia, pasando un tiempo en Venecia, desde donde de nuevo regresa a Francia. Durante estos viajes por Europa, según comenta a sus amigos, se libera de sus prejuicios, acumula experiencias y va desarrollando trabajos e ideas. En 1626 descubre la Ley de la Refracción de la Luz. En 1628 se establece en Holanda, donde pasará los siguientes 20 años de su vida, con cambios periódicos de residencia, y viajando ocasionalmente a Francia. La recién fundada República de los Países Bajos era un ambiente más tolerante para las rompedoras ideas de Descartes que su patria nativa, Francia. Cuando se establece en Holanda empieza a trabajar en un tratado de física: Le Monde, ou Traité de la Lumière, pero estando cerca de finalizarlo, el padre Mersenne le informa de que Galileo ha sido arrestado por mantener su teoría del movimiento de la Tierra —que también defendía Descartes— y llevado ante la Inquisición. Descartes decide posponer su publicación, que finalmente será póstuma y va mandando a la imprenta solamente sus obras más “asépticas”. Primero, porque no deseaba enfrentarse a la Iglesia, de la que se siente un miembro fiel, y segundo, porque pensaba que el conflicto entre ciencia y religión no era más que un malentendido, que esperaba que se resolviese con prontitud y entonces podría publicar sus libros sin controversias. No fue así, sus obras supuestamente “seguras” irritan a los conservadores, algunos de los cuáles le acusan de promover el ateísmo mientras que otros le atacan por atreverse a cuestionar la autoridad de Aristóteles. Aunque vive en un país donde la autoridad del Papa no se reconoce oficialmente, Descartes teme ser asesinado por algún talibán de la ortodoxia. Para mantener su privacidad y desorientar a sus enemigos, en el tiempo que residió en Holanda vivió en veinticuatro direcciones diferentes en al menos trece ciudades distintas. Solo unos pocos amigos sabían su paradero del siguiente mes y también extremó la prudencia con la impresión de sus obras. Como resultado, envió “Les Passions de l’âme” (Las pasiones del ama) a la imprenta en 1649, pocos meses antes de morir y el “Traité de l´homme” que fue escrito en 1633, no estaría al alcance del público hasta doce años después de su fallecimiento, el 1662. En la época de Descartes, la mecánica era la frontera más avanzada de la tecnología humana. Utilizando la fuerza del agua o del viento y distintos tipos de elementos como muelles o engranajes, las máquinas podían por primera vez en la historia, medir el tiempo, procesar alimentos, extraer agua de un pozo o trabajar con rapidez y potencia los metales o el cuero. Un producto especialmente llamativo era los autómatas, muñecos mecánicos capaces de moverse, saludar, adoptar distintas poses e incluso “cantar” o “hablar”. De alguna manera. el propio hombre construía seres a su imagen y semejanza. Al igual que hoy puede pasar con los ordenadores, que utilizamos como modelos para intentar explicar cómo funciona el cerebro o incluso todo un organismo, los hombres de la época de Descartes utilizaron estas máquinas, la tecnología disponible más sofisticada, para explicar el universo y los propios seres vivos. Así los astrónomos utilizan los relojes para explicar el movimiento de los planetas y construyen pequeños modelos del movimiento de los componentes del sistema solar basados en mecanismos de relojería. Del mismo modo, los estudiosos de la Biología, intentan entender los seres vivos como máquinas creadas por Dios. Galileo había comparado los huesos y articulaciones del cuerpo a un sistema de poleas y William Harvey había aclarado la circulación sanguínea explicando el corazón como un sistema de bombeo y las arterias, capilares y venas como las tuberías por las que discurre la sangre. Descartes se propuso hacer algo similar para el cerebro humano. Descartes tenía interés por la Biología y la Medicina, en particular por la anatomía y la fisiología y al poco de llegar a Holanda comienza a ir a los mataderos para obtener cabezas de animales y órganos para su disección. Es posible que también realizara algunos experimentos en animales vivos. Sus estudios empezaban por la tarde -¡tenía que salir de la cama para hacer una disección!- y se alargaban hasta bien entrada la noche. En cierta ocasión, una visita pidió ver su biblioteca y él, supuestamente, señalo a los restos de una oveja que había diseccionado y respondió “Ésos son mis libros”. Descartes propuso una explicación del sistema nervioso que rompía con las concepciones anteriores. Usó la teoría sobre el movimiento de los fluidos hidráulicos para explicar la función del cerebro y el comportamiento de los animales pero esa explicación mecanicista de los procesos biológicos generó un enorme debate. Sin embargo, él consideraba que los mecanismos cerebrales controlaban el comportamiento humano tan solo en la medida que era similar al de las bestias pero esta explicación no podría recoger algunas de las características del hombre como la inteligencia y el alma, que eran dadas directamente por Dios. Las capacidades exclusivas del hombre residían fuera del cerebro, en la “mente” un concepto muy solapado con el de “alma”. Descartes era un dualista que creía que la mente y el cuerpo eran entidades separadas. La importancia de Descartes en nuestro conocimiento del cerebro es que él argumenta que la única diferencia entre las máquinas y los animales es la complejidad de los mecanismos. Entre el hombre y los animales, la diferencia está en la posesión de un alma, una entidad a la que Descartes liga no solo la inteligencia sino también las emociones y la memoria. De esta manera, la gran mayoría de los comportamientos humanos, exceptuando aquellos en los que participa el alma, tienen analogías en las actividades de los animales y pueden por lo tanto ser estudiados a través de la investigación de la anatomía, la fisiología y el comportamiento de los demás seres vivos. En segundo lugar, como el comportamiento de un animal es fundamentalmente mecánico, puede ser entendido igual que entendemos cómo funciona un autómata y las causas y procesos de estos comportamientos deben ser racionales y sujetas a leyes naturales. En tercer lugar, como poseedores de mente, los humanos son únicos, son los únicos seres que pueden pensar, que tienen un lenguaje y los únicos que saben que existen. En la que puede ser la frase más famosa de la Filosofía occidental en su Discurso del Método, Descartes lo expresa como “Cogito, ergo sum”, “Pienso, luego existo”. Los animales al contrario que nosotros no tienen pensamiento abstracto, no experimentan estados emocionales reales como amor o remordimiento y son incapaces de pensar o responder voluntariamente. Para Descartes, los animales son máquinas, de una complejidad que supera nuestra imaginación pero máquinas estímulo-respuesta donde todos los procesos son involuntarios. En 1644 publica en Amsterdam, sus Principia Philosophiae una síntesis del Discurso y las Meditaciones. En 1649 publica su “Les Passions de l’Ame” (Las pasiones del alma) donde clasifica la vida emocional en seis estados básicos: admiración, amor, odio, deseo, alegría y tristeza. Todas las demás son variantes o “especies” de estas seis emociones básicas que se explicaban por los movimientos de los espíritus en el cerebro, la sangre y los órganos vitales. Descartes entonces se plantea cómo el cuerpo y la mente-alma se relacionan entre sí, cómo algo material —el cuerpo— interactúa con algo inmaterial —la mente-alma. Descartes vivió bajo los reinados de Luis XIII y Luis XIV, dos monarcas absolutos que controlaban completamente sus territorios. Descartes creía en el derecho divino de la monarquía y en la necesidad de una autoridad central. Por lo tanto —pensó— el alma debe tener un auténtico centro de control en el cerebro, uno que controle los movimientos de los espíritus animales a través del sistema nervioso y para ello propone que mente y cuerpo se comunican en un punto, la glándula pineal. Esta pequeña glándula sería la encargada de la producción de los espíritus animales que son los que llevarían información de una parte del cuerpo a otra. Descartes escribe así:
Parece que he determinado con claridad que la parte del cuerpo en la que el alma ejerce inmediatamente sus funciones es … una glándula extremadamente pequeña, situada en el medio de la sustancia [del cerebro] y así suspendida sobre el conducto por el cual los espíritus de sus cavidades anteriores se comunican con aquellos en la posterior, de manera que el más ligero movimiento puede alterar en gran manera el curso de estos espíritus y del mismo modo, el curso de estos espíritus puede alterar en gran manera el movimiento de la glándula.
Actualmente sabemos que la pineal está inervada por el sistema nervioso simpático y que puede funcionar como fotorreceptor en los animales con reproducción estacional como anfibios, reptiles y aves. Con poca luz, en los meses de invierno, produce más melatonina, lo que inhibe la reproducción. Se piensa que el principal motivo por el que Descartes eligió la glándula pineal es por ser una estructura única mientras que la mayoría de las estructuras cerebrales son dobles, con una disposición simétrica. También influyó que se encontrase rodeada por fluido cerebroespinal y cerca de los ventrículos que se consideraban el depósito de los espíritus animales. Descartes pensaba que los finos capilares de la pineal filtrarían las partículas más diminutas desde la sangre y las convertirían en espíritus animales al liberarse en los ventrículos. También pensaba que los nervios procedentes de los órganos sensoriales contenían unos filamentos finos dentro de sus largos canales y que cuando se tirase de ellos abrirían válvulas en las paredes de los ventrículos permitiendo a los espíritus animales entrar en los nervios y desde allí fluir hasta los distintos músculos y órganos. Además, la pineal podía oscilar —creía—dirigiendo los espíritus animales hacia aperturas específicas en las paredes de los ventrículos, como los cambios mediante válvulas en los fluidos que discurrían las tuberías con las que se movían los autómatas. En realidad, todo su sistema de funcionamiento del cerebro se basaba en las observaciones de las fuentes animadas de los jardines de Su Majestad
…Del mismo modo puedes haber observado en las grutas y fuentes de los jardines de nuestros reyes que la fuerza que hacer surgir al agua de su fuente es capaz de mover diversas máquinas e incluso hacerles tocar ciertos instrumentos o pronunciar algunas palabras de acuerdo a las varias disposiciones de las tuberías por las que el agua es conducida.
Y ciertamente uno puede bien comparar los nervios de la máquina que yo estoy describiendo con los tubos de los mecanismos de estas fuentes, sus músculos y tendones a los engranajes y muelles que sirven para mover estos mecanismos, sus espíritus animales al agua que los impulsa, de los cuales el corazón es la fuente y las cavidades cerebrales el depósito de agua.
Con esa explicación, era fácil deducir cómo funcionan procesos cerebrales como dormir o despertar. Descartes postula que el sueño ocurre cuando el cerebro se vacía de espíritus, como un autómata que de repente se derrumbara al perder la presión en sus conductos. Por el contrario, cuando un montón de espíritus entran en el cerebro, se expande, los nervios se hinchan y despertamos, creándose una mayor sensibilidad a los estímulos externos. De ese modelo se deduce que las características básicas de la vida animal —comer, respirar, andar, reproducirse, responder a estímulos— pueden verse como acciones mecánicas que responden a las leyes de la física, uno de los objetivos iniciales del filósofo francés.
Cuando el alma desea recordar algo, este deseo causa que la glándula [pineal], inclinándose sucesivamente hacia lados diferentes, empuje los espíritus hacia diferentes partes del cerebro, hasta que encuentran esa zona donde se encuentran los rastros dejado por el objeto que deseamos recordar, pero estos rastros no son otros que el hecho de que los poros del cerebro, a través de los cuales han anteriormente seguido su curso los espíritus debido a la presencia de este objeto, han por este motivo adquirido una mayor facilidad que los otros en ser una vez más abiertos por los espíritus animales que vienen hacia ellos de la misma manera.
A pesar de que la función de la glándula pineal nada tenga que ver con la imaginada por Descartes, él fue quien hizo la transición del conocimiento de los seres vivos como una parte de la filosofía medieval, a cuyo conocimiento se llegaba desde el pensamiento racional a una nueva dirección, el conocimiento basado en los hechos. la observación y la experimentación. Descartes abrió puertas a la ciencia moderna y su influencia fue clave en la expansión científica que tuvo lugar durante la Ilustración. Mediante el uso de las matemáticas y su interpretación mecanicista del comportamiento, introdujo alguna de las herramientas más poderosas de toda la investigación moderna: la cuantificación y el modelo hipotético, plantear hipótesis y someterlas a prueba para ver si resisten los datos que la propia naturaleza devuelve.En 1649, la joven reina Cristina de Suecia convenció a Descartes para que fuera a Estocolmo y le enseñase filosofía. Descartes estaba gratamente sorprendido por el deseo de la monarca -de dieciocho años entonces- de aprender y por su ambición de convertir Estocolmo en un centro importante de enseñanza y conocimiento. Descartes se convierte en su preceptor y tenía cita en palacio todos los días, a las 5 de la mañana -algo que tenía que ser durísimo para Descartes y sus hábitos de vida- para una sesión de conversación y educación con la soberana. Desgraciadamente, ese invierno es uno de los más gélidos registrados en la Historia de Escandinavia, René contrae una neumonía y muere poco después, el 11 de Febrero de 1650, a la edad de 53 años. Hay quien sostiene que fue asesinado por inducir a la reina Cristina a abandonar el protestantismo y convertirse al catolicismo, teniendo que abdicar pues las leyes suecas requerían un monarca protestante. Doce años después de su muerte, en 1662 se publica De Homine y dos años más tarde la edición en francés L’Homme. Su trabajo fue condenado por la Inquisición, siendo incluidos en el Índice de Libros Prohibidos por la Iglesia de Roma en 1663. Los restos del filósofo católico fallecido en terreno protestante fueron primero enterrados casi en secreto en un cementerio sueco para niños sin bautizar de la Adolf Fredriks kyrka. Pocos años después es desenterrado -a petición de sus compatriotas- para enviar su restos a Francia pero le pasa de todo. Alguien se queda con un dedo de recuerdo y la caja es tan pequeña que la cabeza debe separarse del torso. El cráneo fue robado, extraviado, subastado y por fin recuperado en 1821, cuando apareció con dos inscripciones, un poema en latín y una frase en sueco, entre las firmas de los diferentes dueños que había tenido a lo largo de casi dos siglos. Sin embargo, cuando todo parecía estar solucionado, apareció un segundo cráneo. El esqueleto de Descartes pasó de no tener cráneo a tener dos, de modo que hubo que realizar una investigación para establecer cuál era el auténtico. Una asamblea de científicos llegó a la conclusión, basada no en el ideal de certeza sino en la moderna idea de la probabilidad, de que el primer cráneo era el original. Tras 172 años el cráneo elegido fue depositado en el Musée de l’Homme de París, mientras que el resto del cuerpo -del que se duda su autenticidad- fue enterrado en St. Germain des Prés, a bastante distancia. Un guiño del destino a los restos mortales de un personaje que defendió que la mente y el cuerpo debían ser tratados como entidades independientes. Para leer más:
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