Una de las cosas que más cohesiona un grupo es aceptar las diferencias de cada uno de los integrantes, minimizando los puntos débiles y destacando las potencialidades de cada uno. Los niños/as son plenamente conscientes de las debilidades de cada uno de sus compañeros, pero les cuesta mucho más decir algo positivo. En esto puede que estén muy condicionados por las personas adultas. Nosotras también tenemos mucho que mejorar en ese apartado, por ello nos gustó tanto esta publicación de la editorial
A buen paso,
"Los cinco desastres" de
Beatrice Alemagna. Un álbum de escaso texto (pero muy sugerente) y unas ilustraciones que fueron el primero que llamaron nuestra atención cuando lo vimos en el escaparate de nuestra librería de cabecera.
Cinco personajes desastrosos que viven con la sensación de que no sirven para nada, lo que les viene a confirmar un ser perfecto, un tipo sensacional que llega no se sabe de dónde bello, liso, con la nariz en el lugar de la nariz, con un hermoso cuerpo erguido y con una hermosa melena. Cuando este les reprocha que no sirven para nada, cada uno de ellos descubre que tienen algo que él no posee: uno nunca se enfada, otro conserva todos sus recuerdos, otro es tranquilo, el cuarto ve las cosas que los demás no ven, y el último tiene la fortuna de satisfacerse con lo que le sale bien. No es poca cosa, de modo que así dejan plantado con la boca abierta al tipo perfecto.
Un tipo perfecto
Teníamos dudas sobre si nuestro alumnado entendería el mensaje, pero en seguida lo captaron. Ahora estamos en pleno ejercicio de reconocimiento de cualidades personales que a veces quedan escondidas tras las "imperfecciones": la alegría, la generosidad, la complicidad, la empatía, la sensibilidad, la afabilidad, la bondad …
Nadie es perfecto ... ni tampoco un desastre absoluto.
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