Necesito que alguien me diga lo que necesito oír. Necesito, urgentemente, que dentro de mis parámetros ideológicos conformados a lo largo de muchos años, alguien defienda lo mismo que yo. No quiero realidades. Quiero mis realidades y, cómo no, que las mismas estén compartidas por algunos cuya ideología sea lo más parecida a mí.
Llevo tiempo escribiendo artículos en el blog y, por desgracia, a veces me da la sensación que muchos se hallan más presionados por lo que quieren que les digan que por la noticia. Sí, últimamente, entre los defensores a ultranza de la supuesta eliminación de asignaturas en Finlandia (por mucho que el Ministerio de Educación finlandés haya dicho que
nanai) y, los que consideran que, cuando les tocan a los suyos con datos objetivos se está haciendo teoría de la conspiración (último
post del blog) vamos apañados. Un par de ejemplos donde, desgraciadamente, se demuestra que los patrones ideológicos están inculcados a fuego sobre el ADN y, sobre ellos, poco podemos hacer.
Una cosa es ir a ver una película de cine y, al salir, encontrarte con opiniones variopintas. Otra es, bajo realidades concretas -que no interpretaciones- cuestionar las mismas porque no nos gusten. No hay nada mejor que luchar con todas las fuerzas contra esa opinión contraria, contra ese ataque a mi paraguas ideológico, contra ese bombardeo contra una línea de flotación que, por desgracia, cada vez está más baja.
Llega un momento en que hay un amplio abanico de lugares donde acudir para encontrar el necesario sustento ideológico. Incluso, en debates políticos tan aburridos como el de ayer, hay medios de comunicación y blogs que defienden, sin ningún rubor, que ganaron los suyos. Pero ya no es sólo la opinión de alguien que desconoces, hablando con personas cercanas hay tantas opiniones como ideologías que se hallen integradas en la conversación. Datos, datos, no es que se suministren pero... dotar a las encuestas, cuyo único valor es la ideología del que responde, como parámetros para medir objetivamente una realidad concreta es, digámoslo claro, peligroso.
Mañana seguiré escribiendo sobre temas educativos. En algunos casos reflexionaré en voz alta, en otros, expondré datos objetivos y, seguramente, habrán reacciones encontradas porque, al final, lo que manda no es la realidad. Manda la necesidad de escuchar una opinión acorde con lo que se piensa con independencia que los datos se adecuen a lo anterior. ¿Quién quiere realidades? Al final, da la sensación que nadie porque, por desgracia, las realidades siempre causan un punto de desazón. Y más, si no son las de uno.
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