sábado, 12 de marzo de 2016

Mujeres en la historia




Mujeres en la historia


Posted: 11 Mar 2016 02:23 PM PST
Iosif Stalin, el dictador ruso conocido por su política de purgas y terror en la Rusia soviética, tuvo varios hijos. De todos ellos, Svetlana fue sin duda su hija predilecta. En varias imágenes familiares se inmortalizó esa relación paterno-filial que se rompió cuando Svetlana se hizo mayor y descubrió quién era en realidad aquel hombre que la quería y la colmaba de regalos. Desde entonces, la vida de Svetlana Stalina fue un constante viajar por el mundo buscando su lugar y huyendo de la larga sombra del recuerdo de su padre. Este vagar por distintos países provocó un conflicto diplomático entre los bloques de Oriente y Occidente en plena Guerra Fría. 


Svetlana Iósifovna Stálina nació el 28 de febrero de 1926 en Moscú. Era la hija pequeña de Stalin y su segunda esposa, Nadezhda Allilúyeva. Svetlana tenía un medio hermano, Yakov, fruto del primer matrimonio de su padre, y Vassily, el primer hijo de Stalin y Nadezhda. Stalin no tuvo nunca reparos en mostrar su total predilección por su única hija, denostando y maltratando a sus dos hijos. Mientras Rusia vivía sumida en la dictadura comunista de su padre, Svetlana disfrutaba de una existencia privilegiada. No sólo recibió una buena educación, sino que a la pequeña nunca le faltó de nada. 

A los doce años, Svetlana sufrió el primer golpe en su vida al morir su madre. A la niña se le explicó que había fallecido a causa de una apendicitis pero lo cierto fue que Nadezhda se suicidó. Una verdad que le fue ocultada hasta que cumplió los diecisiete años. Fue entonces cuando Svetlana empezó a darse cuenta de quién era en realidad su padre. En el ámbito familiar, sufrió por el trato que recibían sus dos hermanos. Mientras que Yakov, quien había intentado suicidarse, era ejecutado por los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, sin que Stalin hiciera nada por evitarlo, Vassily recibió de su padre todo tipo de humillaciones. 



Cuando Svetlana experimentó su primer amor, experimentó también por vez primera, la ira de su padre en primera persona. Se había enamorado de Aleksei Kápler, un director de cine de origen judío, algo que no gustó en absoluto a Stalin quien, después de cargar contra su hija, envió al desdichado pretendiente preso a Siberia. Ya fuera casualidad o no, el siguiente en entrar en el corazón de Svetlana fue también de origen judío. Esta vez se casó con Grigori Morózov, a pesar de la negativa de su padre a reconocerlo como yerno. Por desgracia, poco después de dar a luz a su primer hijo, al que puso el nombre de Iósif, se separó de Grigori. 

En 1949 Sveltana se casaba por segunda vez. Su marido, Yuri Zhdánov, era hijo de Andréi Zhdánov, uno de los altos cargos del partido comunista y le había sido impuesto por su padre. Un año después nacía su hija Yekaterina y al poco tiempo se divorciaba. 



En 1953 fallecía Iosif Stalin y la vida de Svetlana iba a dar un nuevo giro. Con la subida al poder de Nikita Jrushchov, el régimen de su padre fue denunciado públicamente. Svetlana se cambió entonces el apellido y asumió el de su madre, mientras intentaba ganarse la vida como maestra y traductora a la vez que empezaba su inacabable lucha contra la sombra del recuerdo de su padre. 

Cuando en 1963 conoció a un comunista indio llamado Brajesh Singh, vivió uno de los momentos más felices de su vida, a pesar de que las autoridades rusas no le permitieron nunca casarse con él. Su felicidad duró muy poco porque Singh falleció en 1966. Fue entonces cuando Svetlana abandonaba por primera vez la Unión Soviética con destino a la India para esparcir las cenizas del hombre del que se había enamorado. Una vez en la India, decidió no volver a Moscú y pidió asilo político en la embajada de los Estados Unidos en Nueva Delhi. A pesar del conflicto diplomático que podía suponer acoger a la hija de un enemigo de Norte América en plena Guerra Fría, Svetlana consiguió aterrizar en Nueva York en abril de 1967. En el aeropuerto John Fitzgerald Kennedy fue recibida por un aluvión de periodistas que esperaban con gran expectación a la hija de Stalin. 

En los Estados Unidos consiguió publicar su obra autobiográfica, Veinte cartas a un amigo, y empezar una nueva vida como Lana Peters. En una rocambolesca situación en la que una mujer creyó ver en Svetlana la reencarnación de su propia hija fallecida en un accidente de tráfico, consiguió que se casara con el viudo de su hija, William Wesley Peters, con quien tuvo a su tercera hija, Olga. Este nuevo matrimonio tampoco fructificó y Svetlana se marchó a vivir con Olga a Inglaterra.

A pesar de que en los Estados Unidos y en su propia autobiografía había denunciado el régimen de su padre y el comunismo en la Unión Soviética, en 1984 decidió volver a Moscú donde intentó reencontrarse con sus hijos. Pero mientras Yekaterina no quiso volver a ver a su madre, la relación con Iósif pronto se rompió. En 1986 regresaba a los Estados Unidos. Se intaló en Wisconsin donde falleció el 22 de noviembre de 2011. Su hija Olga esparció sus cenizas en el océano. 

 Si quieres leer sobre ella


Las rosas de Stalin
Monika Zgunova

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