Un meridiano es una línea imaginaria que va de polo a polo, formando un semicírculo máximo del globo terrestre. Todas las personas que están sobre el mismo meridiano, que están en la misma longitud, ven el Sol en el punto máximo del horizonte a la misma hora. Por eso los meridianos sirven para calcular los husos horarios, y con ellos las diferencias horarias al moverse de país a país.
El punto de partida para determinar estos husos horarios es el meridiano de referencia o meridiano 0º. Desde ese punto se van marcando 180 grados hacia el este y 180 grados al oeste completando una circunferencia completa paralela al ecuador. El primer meridiano de referencia fue el de Ptolomeo, que corresponde a Alejandría, la ciudad de la sabiduría científica en el mundo clásico. Siglos después, los cartógrafos árabes usaron al principio la isla de Rodas como referencia de longitud, pero con el tiempo pasaron a emplear el meridiano de Bagdad. Durante siglos, las principales potencias europeas realizaron sus mapas usando como referencia la capital del país, Berlín o París, o, en ocasiones, el lugar donde se localizaba su observatorio naval, como Greenwich, cerca de Londres para los británicos o Cádiz para los españoles.
En España también se usó al parecer, aunque no he encontrado una prueba contundente, el meridiano de Salamanca, debido al observatorio de la universidad que utilizaba la compañía de Jesús; el de Finisterre, propuesto sin mucho éxito por fray Martín Sarmiento, uno de nuestros ilustrados; y el de El Hierro cuya ventaja es que separaba con claridad el Viejo Mundo al este y el Nuevo Mundo al oeste. La independencia de las colonias americanas impulsó a los que la Constitución de 1812 llamaba«españoles del otro lado del Atlántico» a querer tener sistemas propios de referencia y, por ejemplo, los argentinos utilizaron a finales del siglo XIX el meridiano que pasa por el antiguo observatorio de la ciudad argentina de Córdoba. El problema es que los diferentes mapas, en particular las cartas navales, provenientes de distintos países usaban distintos meridianos de referencia y era necesario hacer cálculos para adaptar los datos de unas y otras. Era evidente que, al igual que se hizo con pesos y medidas, era aconsejable tener una referencia internacionalmente aceptada.
En 1884, Chester A. Arthur, presidente de los Estados Unidos citó a Washington a representantes de los principales países para establecer una referencia común, lo que se llamó la Conferencia Internacional del Meridiano. El objetivo era elegir «
el meridano que se utilizará como un cero común de longitud y un estándar de tiempo calculado para todo el mundo».
Los franceses que veían que iban a perder esta batalla científica y política frente a los anglosajones plantearon varias soluciones de compromiso como el meridiano de Ptolomeo o el de El Hierro pero finalmente los representantes de los 25 países presentes acordaron utilizar el meridiano de Greenwich.
El problema del tiempo era aún más llamativo. Usar la misma hora era fundamental para muchas tareas. Durante mucho tiempo eran las campanas las que avisaban de que era mediodía u otros momentos claves del día y la gente ponía en hora los relojes. Posteriormente, buenos relojeros demostraron tener más fiabilidad que el campanero y es muy común que, además de las iglesias y catedrales, los ayuntamientos de nuestros pueblos y ciudades, símbolo de la comunidad y la sociedad civil, tuviesen un reloj que coordinase la vida de todos. La llegada del ferrocarril hizo que se viera que los relojes no estaban «en hora», el
reloj del ayuntamiento de una ciudad podía diferir unos cuantos minutos con el del ayuntamiento de una ciudad vecina. Un estudio en Estados Unidos en las 100 ciudades principales encontró 100 horarios diferentes que llegaban a diferir hasta en tres horas. Los ingleses lo solucionaron mandando por telégrafo la hora calculada en el observatorio de Greenwich (Greenwich Mean Time o GMT) a todas las estaciones de tren, lo que se llamó la hora ferroviaria. El reloj de la estación se convirtió en la referencia para los amantes de la exactitud y a mi padre, hijo de ferroviario, le gustaba acercarse a la estación y poner el reloj en hora un par de veces al mes. Los americanos decidieron establecer cuatro zonas horarias unificando criterios y los husos horarios se superpusieron sobre los meridianos por todo el mundo. A partir del GMT se estableció el Tiempo Coordinado Universal o UTC que es la referencia que actualmente usamos en la inmensa mayoría de los países ajustado mediante relojes atómicos, algo que a mi padre le hubiese encantado.
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