Este fin de semana se ha realizado otro macroevento educativo, de esos que congregan a cientos de docentes, cuyo coste de asistencia, manutención y alojamiento ha corrido a cuenta de los profesionales que, fuera de su horario laboral, optan por dedicar su tiempo y dinero a lo anterior. Algo digno de encomio se mire por donde se mire. Plantear que, en la casuística actual, con los recortes salariales obscenos que ha sufrido el colectivo y con un ataque mediático continuado hacia el mismo, haya cientos de profesionales que se preocupan en una formación que no subvenciona la administración y que obliga a abandonar otras cuestiones para acudir a esos actos de formación y perfeccionamiento, da qué pensar. Bueno, debería hacer pensar -y mucho- a la administración y a la sociedad que tan alegremente desprestigia un día sí y al otro también la labor de los profesionales que están en las aulas.
EABE16 por Antonio Sevilla (@antosevi)
Yo no soy un héroe. Hace tiempo que, dentro de mi libertad de elección, decidí que ni un euro más de mi salario iría destinado a formación. Que no iba, más allá de escapadas puntuales cercanas y más por echar una charla en pequeño comité que por aprender, a acudir a ningún evento educativo que me supusiera un gasto personal (a nivel económico o de tiempos). Es por ello que no puedo menos que admirar a aquellos que, lloviendo chuzos de punta en el ámbito educativo, siguen acudiendo a esos lugares. Más aún cuando el acudir a los mismos, supone, en ocasiones un gasto considerable (imaginaros, en este último evento realizado en Huelva, lo que ha supuesto para muchos docentes).
Podemos cuestionar la necesidad o, incluso, la afección futura en las aulas que tienen los eventos educativos o jornadas variopintas relacionadas con cuestiones profesionales. Sí, a veces, he sido de los primeros en no entender por qué hay tanto sarao educativo y no una exigencia real a la administración para que nos dote de recursos para formarnos o que, de una vez por todas, abandone un modelo formativo caduco que sirve de poco menos que para llenar papeles cara a los sexenios, concursos de traslados o cuestiones administrativas similares, para centrarse en las necesidades de los docentes. Unas necesidades que, como se ve en el evento de este fin de semana, están muy alejadas de las que ofrece la administración.
No, no encuentro justo que para la mejora profesional uno haya de pagárselo de su bolsillo. Menos aún que, para mejorar en determinados aspectos como profesional, uno tenga que irse a cursos o jornadas a cientos de kilómetros de su casa, abonando unos gastos que, a día de hoy y, especialmente, para alguien con responsabilidades familiares, supone un desacato a su, cada vez, mayor a su maltrecha economía. Sí, lamento informar a algunos que los docentes tampoco vivimos tan bien. Y ya, si todo el trabajo que vamos a realizar en el aula y las mejoras que implementamos, supone dedicarle mucho tiempo, sólo falta incorporar el parámetro del dinero. Sí, la inmensa mayoría de docentes -incluso aquellos que intentamos escapar de la economía que se ha montado alrededor de nuestra propia formación- destinamos una gran cantidad de tiempo a mejorar nuestra praxis.
Por todo lo anterior, dedicar este artículo a aquellos héroes que este fin de semana han estado en el
EABE, amén de otras jornadas formativas. Sí, los docentes se mueven -y mucho- por mucho que algunos sigan sin creérselo. Un fuerte abrazo a todos esos héroes y, por extensión, a todos los docentes de aula, en ocasiones, tan infravalorados.
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