No queremos ser redundantes: nuestro ministro de Educación se retrata a si mismo. José Ignacio Wert ya ha pasado a la historia de la pedagogía española como el hombre más arrogante, prepotente y provocador de cuantos ocuparon ese sillón ministerial. Incapaz de pasar más de tres días sin declarar alguna estupidez que le granjee incendiarias entradas de blogs, demoledoras columnas en la prensa o reacciones sin precedentes en las redes sociales, el último anteproyecto de la LOMCE significa un nuevo insulto a la inteligencia de quienes formamos parte del sistema educativo en este país.
Esta reflexión no pretende ser otra crítica a Wert, una más que pase inadvertida entre los cabreos que nos entran a todos los docentes medianamente preocupados por el futuro de la Educación española. Basándonos en que su autor -o al menos su firmante- es un ser que ha cosechado la repulsa de absolutamente todos los sectores implicados (alumnos, familias, docentes, directores, rectores... incluso los consejeros autonómicos de su propio partido, que ya es difícil), y que juega egoístamente con la normativa enfocándola hacia la consecución de los objetivos de unos pocos, su última ocurrencia es de lejos lo más sangrante que ha perpetrado. Señoras y señores, aquí está (porque ya no es algo futuro que puede que venga algún día, sino que ya lo sufrimos en carne propia) el retorno a la década de los 70.
Ya vimos que el abominable primer borrador de la LOMCE era un fracaso de la evolución social; el que ahora nos ocupa es aun más preocupante: ¡ha sido utilizado y manipulado para servir de arma política en un asunto menor y totalmente momentáneo! Lo de atacar a Cataluña en su ámbito idiomático justo tras sus elecciones autonómicas es rastrero... pero no queda ahí: Wert aprovecha para seguir llenando los bolsillos de la empresa privada y privada-concertada, aquella del repago y de las tasas "liberadas" de los servicios educativos que a fin de cuentas son inmoralmente hinchadas (curioso, cuando la moralidad debería ser bandera de la mayoría de las órdenes religiosas que se hacen con los conciertos educativos).
Vergara
Pero además de cargar contra el mismo ministro que se autodefine como un "toro bravo" (ignoramos qué atributos le llevan a declarar tal extremo), hay que criticar la ya esperada pasividad de la gran parte del sector educativo. Seguimos sin respuestas contundentes por más que algunos pequeños colectivos y tímidas voces individuales hagan lo imposible por difundir y luchar contra esta locura (sin ellos estaríamos ya todos rendidos). La fuerza debería surgir desde cada docente y cada claustro, convencidos de que nos encaminamos a la destrucción del sistema público... pero a la mayoría le sigue dando igual: ni ataques continuos, ni denostación permanente, ni pérdida de derechos, ni cierre de centros, ni despido de compañeros hacen reaccionar al que debería ser motor del cambio social. Parecería que hemos decidido imitar a las avestruces.
El movimiento en las redes sociales, los blogs, las webs combativas... todo lo que venga de internet retroalimenta a los que ya navegamos: lo decíamos en "Piquetes verdes" y lo seguimos diciendo ahora. Somos muchos los concienciados, pero pocos en relación con el total de profesores que deberían sumarse por su propio bien a las reivindicaciones. A la Educación Pública le quedan tres telediarios, dos a sus trabajadores; mientras tanto en la semana que viene veremos cientos de comidas de navidad organizadas por claustros que aún piensan que la cosa no va con ellos. Todo sigue igual, nos reímos de que estas navidades brindaremos con gaseosa, de que al de al lado le mandarán al último CRA de la provincia por las reordenaciones, incluso pasamos de que la familia de Fátima, una alumna con necesidades, se quede sin ningún apoyo o refuerzo en un aula con otros 28 compañeritos.
Es una vergüenza. No lo de Wert, bochornoso y abochornante (esto no hace daño a la marca España, parece), sino lo que ocurre a diario en los centros educativos. En muchos de ellos hay más actitud de trabajo para presionar y soliciar jornadas continuas que la mejora de los resultados académicos, o ya para solicitar condiciones de trabajo dignas. Hace un año ni nos imaginábamos que la situación iba a cambiar hasta el punto en el que nos encontramos: podemos asegurar que el año que viene las cosas serán mucho peores... pero claro, comprar los regalos de navidad de la marca que la tele anuncia como perfectos mandados dentro del sistema que nos ha llevado al colapso es mucho más importante, ¿verdad?
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