UniDiversidad. El blog de José R. Alonso. |
Posted: 21 Feb 2014 05:21 PM PST
Santiago Ramón y Cajal es un científico esencial en el estudio del cerebro, una de las figuras indiscutibles de la Neurociencia mundial. Es también una persona de referencia en el renacimiento de la ciencia en España tras la tragedia del 98. Es uno de los regeneracionistas que agrupados bajo el liderazgo de Costa buscan un avance que aleje a España de las miserias políticas, científicas y sociales de la época. Es también un verdadero patriota, un hombre comprometido que preside la Junta de Ampliación de Estudios desde su creación en 1907, una institución que inicia una reforma universitaria y hace avanzar con pasos de gigante la ciencia española de comienzos del siglo XX. Pero como se hacía antes con los toreros y ahora con los deportistas, la figura de Cajal, se santifica y mitifica, es un “monstruo”, un “sabio”, un genio. Así, al concederle propiedades y capacidades sobrenaturales también le deshumanizamos y le alejamos de nosotros. Quizá otro Ramón y Cajal nos ayuden a entender el avance no solo la labor del científico y las personas que le rodean sino sobre todo, que la ciencia es hecha por hombres y por mujeres, no por superhombres sino por personas.
Santiago Ramón y Cajal tiene un hermano, llamado Pedro que fue también neurocientífico y que ha sido ignorado por la Historia, oculto bajo la enorme sombra de Santiago. Pedro Ramón y Cajal nació el 23 de octubre de 1854 en Larrés (Huesca). Es el segundo hijo (el primero era Santiago y luego vendrían dos hermanas: Pabla y Jorja) de Justo Ramón y Antonia Cajal. Justo Ramón decide que sus dos hijos sean médicos, lo mismo que él había conseguido con una voluntad de hierro, aprendiendo a leer por su cuenta y trabajando como barbero para sustentarse mientras estudiaba el bachillerato y luego en la universidad, primero como practicante y luego como médico. Santiago quería dedicarse al arte, a pintar, pero su padre le obliga a estudiar Medicina. Pedro estudia bachillerato en Huesca pero su vida toma un giro espectacular y dramático a los 17 años. Habiendo suspendido una asignatura del último curso de bachillerato y temblando ante la posible reacción de su padre, que debía ser un hombre terrible, inicia junto con un amigo una fuga que les lleva, a pie, desde Huesca a Burdeos, donde embarcan como polizones en la Queen, un barco de vela con destino a Sudamérica. Al ser descubierto por la tripulación, los dos muchachos son sometidos a una brutal costumbre marinera: son pasados por la quilla. Consiste en atarles una larga cuerda a cada brazo y arrastrar cada una de las maromas a lo largo de las amuras de babor y estribor, los costados del barco. Si mueren ahogados, su cuerpo será entregado al mar. Si se salvan, serán aceptados como miembros de la tripulación. Afortunadamente los dos muchachos sobreviven y se incorporan a las tareas del barco. Sin embargo, las peripecias del viaje transatlántico no terminan allí. Debido a la falta de viento, la singladura se prolonga mucho más de lo planeado, durante tres meses. Esto hace que escaseen víveres y agua, que se han de racionar y surgen peleas y discusiones entre tripulantes y pasajeros. En una de esas peleas, Pedro Ramón hiere a un italiano con el mango de una cuchara, tras lo que los compatriotas de éste deciden arrojarle por la borda. Un marinero intercede y consigue salvarle la vida, aunque es puesto en el cepo durante varios días. Pedro Ramón llega a Uruguay que vive en ese momento una época convulsa. Acaba de terminar la guerra de la Triple Alianza y Uruguay vive una situación dramática, con una epidemia de cólera, la economía derrumbada y continuas asonadas y levantamientos populares. Al llegar, Pedro Ramón se incorpora a las filas revolucionarias del coronel Timoteo Aparicio, un guerrillero que ha puesto en jaque a las tropas gubernamentales pero que después de casi tomar Montevideo se ha dirigido al interior del país, donde sus tropas sufren serias derrotas. Pedro Ramón empieza como soldado y participa en varias escaramuzas, siendo herido en combate. Sin embargo, disfruta aquella vida al aire libre y de aventuras continuas, enamorándose de la pampa. Pronto, pasa a ser secretario del coronel, que no sabe leer ni escribir. Tras años de aventuras, Cajal y un compañero italiano deciden desertar del ejército revolucionario, llevándose el caballo y la pistola del coronel. Son apresados, juzgados y condenados a muerte. Afortunadamente, la familia del italiano se entera de su situación desesperada, moviliza al cónsul de Italia y por la intercesión de éste y luego del cónsul de España, que es a su vez alertado por el cónsul italiano, Cajal y su compañero salvan la vida, y son sacados de allí y embarcados camino de España. Han pasado 7 años cuando vuelve a ver las torres del Pilar desde el tren que le lleva a Zaragoza. En ese momento, en una parada de pocos minutos en el apeadero de la Química, sugiere a sus compañeros de viaje bajar a tierra y rezar una oración a la virgen. No es escuchado y lo hace él solo. Según algunas fuentes un descarrilamiento y según otros una explosión hace que sus vecinos del departamento del tren mueran mientras que él salva la vida. Su devoción a la virgen del Pilar, a quien considera su benefactora y la responsable de que escapara tantas veces a un destino mortal será ya una de las constantes de su vida. De vuelta a casa, es imposible resistirse a las órdenes de su padre. A los 24 años, en 1878, ingresa en la Facultad de Medicina de Zaragoza. Un año más tarde gana por oposición una plaza de alumno interno pensionado de Anatomía y se licencia tres años más tarde, el 17 de febrero de 1881. Hasta 1888 trabaja como médico rural en la provincia de Zaragoza (en los pueblos de La Almolda y Fuendejalón) y ese año se instala en Zaragoza, donde se casa y abre una consulta, que llegará a convertirse en una importante clínica ginecológica. En 1895 gana la cátedra de Histología de la Faculta de Medicina de Cádiz. La facultad le ayuda a organizar un laboratorio adecuado donde realiza investigaciones sobre la organización cerebral de anfibios y reptiles que se plasman en un importante número de trabajos. Cuatro años más tarde, en 1899, obtiene la cátedra de Ginecología en la Facultad de Medicina de Zaragoza. Con la obtención de esta cátedra y la posterior apertura de su clínica privada, Pedro se vuelca en esta especialidad médica. Sus publicaciones siguen desde este momento dos caminos: artículos sobre la anatomía patológica de la mujer, en especial procesos cancerígenos y, por otro lado, sigue realizando y publicando estudios sobre la organización comparada del Sistema Nervioso. En octubre de 1924, al cumplir 70 años se jubila como catedrático de Universidad y pronuncia estas palabras
Me retiro de la palestra orgulloso de haber vivido la espléndida vida de nuestra Ciencia. En mis tiempos se han alcanzado los más trascendentales avances. La Patología, que oscilaba lánguidamente del vitalismo al organicismo, sin norte ni medida, se ha consolidado sobre bases lógicas e indestructibles; los incógnitos miasmas se han encarnado en los gérmenes. Una terapéutica racional y científica ha sustituido al empirismo secular; los métodos anatomo-patológicos han creado los fundamentos positivos de las enfermedades.
A pesar de esa jubilación en octubre de 1924, no pide su baja como médico colegiado hasta octubre de 1949, veinticinco años después, tiempo que siguió ejerciendo de médico en su clínica de Zaragoza. Murió un año más tarde, con 96 años, después de 55 años de práctica clínica y más de 60 de dedicación a la investigación.Pedro Ramón es una figura desconocida por dos motivos: la enorme difusión de la figura y obra de su hermano Santiago que le convierten en un mito en España, con los aspectos positivos y negativos que ello implica, y su carácter humilde y modesto. Él mismo se define así:
“Soy un investigador original y romántico que sin pretensión alguna, y solo por mera satisfacción interior, llevo consagrados más de treinta años a la contemplación de la misteriosa trama nerviosa, preferentemente en el encéfalo de los vertebrados inferiores”.
Pedro Ramón fue una figura complementaria, esforzándose más que en desarrollar y prestigiar su propio nombre, en respaldar y ayudar la investigación de su hermano Santiago. Así, puso siempre a disposición de él todo su trabajo, todas sus preparaciones, todos sus hallazgos. Las maravillosas impregnaciones argénticas del lóbulo óptico de anfibios, reptiles y aves, con la demostración de arborizaciones terminales de axones aportaron la evidencia que Santiago Ramón buscaba para confirmar la Teoría Neuronal. Sus preparados fueron clave también para el establecimiento de la Ley de la Polarización dinámica de axones y dendritas. Como segundo aspecto crucial, Pedro comprueba en su investigación, fundamentalmente en vertebrados anamniotas, todos los datos y observaciones que Santiago va encontrando en mamíferos, permitiendo su generalización. De este modo, renuncia voluntariamente a cualquier primacía científica a cambio de reforzar y demostrar la universalidad de las observaciones de su hermano. Según él mismo describe, su objetivo era
comprobar en los vertebrados inferiores (batracios, reptiles y aves) los descubrimientos que en constante comunicación me participaba en cartas que parecían, algunas, comunicaciones. Yo le enviaba mis resultados, y a veces ellos le decidían a una acción o le obligaban a desistir de una idea.
Pedro Ramón y Cajal se convirtió así en el mejor ayudante de su hermano Santiago, jamás peleando por la fama y siempre feliz de poderle ser útil y estando siempre a su lado.
Una de mis mayores satisfacciones fue la de ser el único amigo y confidente de mi hermano Santiago.
A pesar de todo ello, una mirada a su lista de publicaciones hace evidente la importancia y calidad de su trabajo, que le convierten, por méritos propios, en una de las figuras históricas de la Neurociencia española. Algunos de sus trabajos más importantes sobre la estructura comparada del sistema nervioso central son los siguientes:
Cuatro años más tarde, en 1899, obtiene la cátedra de Ginecología en la Facultad de Medicina de Zaragoza. Con la obtención de esta cátedra y la posterior apertura de su clínica ginecológica, D. Pedro se vuelca en esta especialidad médica, Sus publicaciones siguen desde este momento dos caminos: artículos sobre la anatomía patológica de la mujer, en especial procesos cancerígenos y por otro lado, sigue realizando y publicando estudios sobre la organización comparada del Sistema Nervioso. En octubre de 1924, al cumplir 70 años se jubila como catedrático de Universidad y pronuncia estas palabras
Me retiro de la palestra orgulloso de haber vivido la esplendida vida de nuestra ciencia. En mis tiempos se han alcanzado los más trascendentales avances. La Patología, que oscilaba lánguidamente del vitalismo al organicismo, sin norte ni medida, se ha consolidado sobre bases lógicas e indestructibles; los incógnitos miasmas se han encarnado en los gérmenes. Una terapéutica racional y científica ha sustituido al empirismo secular; los métodos anatomo-patológicos han creado los fundamentos positivos de las enfermedades.
A pesar de esa jubilación en octubre de 1924, no pide su baja como médico colegiado hasta octubre de 1949, veinticinco años después, tiempo que siguió ejerciendo su profesión de médico en Zaragoza.En el reconocimiento que le rinde la ciudad de Zaragoza un año más tarde cuando cumplió 96 años manifestó ser contrario a distinciones y homenajes con estas palabras y sin embargo habló de los honores conseguidos: “Los honores que he logrado han sido muy grandes; ser español, ser aragonés ser médico y ser hermano de Santiago”: Murió el 10 de diciembre de 1950, dos meses después, tras 55 años de práctica clínica y más de 60 de dedicación a la investigación. Aún con esa alergia a los homenajes, los vecinos de Ayerbe, el pueblo donde vivieron de niños los Ramón y Cajal les dedicaron un precioso recuerdo: los dos gigantones que participan en las fiestas del pueblo tienen dos nombres muy curiosos: Santiaguet y Perico; es decir, Santiago y Pedro, los dos hermanos Cajal. Leer más:
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Posted: 21 Feb 2014 02:25 PM PST
Bajo mi cama estáis, conchas, algas, arenas:
comienza vuestro frío donde acaban mis sábanas. Rozaría una jábega con descolgar los brazos y su red tendería del palo de mesana de este lecho flotante entre ataúd y tina. Cuando cierro los ojos se me cubren de escamas. Cuando cierro los ojos, el viento del Estrecho pone olor de Guinea en la ropa mojada, pone sal en un cesto de flores y racimos de uvas verdes y negras encima de mi almohada, pone henchido el insomnio, y en un larguero entonces me siento con mi sueño a ver pasar el agua.
María Victoria Atencia
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