Desde que la Comunidad de Madrid se convirtiera en el laboratorio de experimentos educativos del país, la Escuela Pública no había sufrido tanta degradación como en el curso actual: fuimos la avanzadilla de la LOMCE (exámenes externos, clasificaciones de centros, eliminación de programas, despido de profesores y un largo etcétera), nos desgañitamos durante meses en Alcalá 32, vimos cómo los que un día fueron nuestros compañeros jamás volvieron a aparecer por las aulas y, finalmente, nos resignamos a vivir uno de los peores momentos de la historia pedagógica reciente como si la demolición de nuestra Escuela no tuviera remedio. El ansia neoliberal de los que miran un sistema educativo -que forma la sociedad de un Estado, no lo olvidemos- como si de una lata de conservas a la que sacar el mayor beneficio económico posible se tratase, está haciendo realidad nuestros peores augurios.
Desde la punta del iceberg hemos comprobado cómo esta mañana
eran detenidas 50 personas en el Campus Universitario de la Complutense. Sin entrar en más debate, el hecho de que ese recinto vuelva a contemplar
despliegues policiales, carreras y barricadas en llamas nos hace tener una idea bastante aproximada de lo que hemos avanzado en el último medio siglo: prácticamente nada. La gente vuelve a luchar por los mismos objetivos contra un gobierno en color -el HD del plasma, claro- que parece sacado del NO-DO más antiguo, rancio y casposo: estas son las consecuencias de una ley educativa con olor a sacristía, impuesta a las pocas mentes pensantes que nos quedan en esta península tras el exilio forzoso de cientos de miles de personas brillantes y sobradamente capacitadas, y que no gustó a nadie excepto al
españolizador paridor (por las que suelta) con la nota social más baja de la historia.
La foto adjunta es una consecuencia más de la disparatada, egoísta y deshumanizada estrategia del partido que momentáneamente gestiona nuestros recursos: está dando a luz a un pueblo desigual, una sociedad conformada por unos pocos ricos y unos muchos pobres, con la línea divisoria trazada desde la infancia e inquebrantablemente definida para evitar sustos mayores. Los colegios e institutos públicos están siendo cerrados por unos políticos íntimamente ligados a la patronal y al sector más radical de la extrema iglesia, a la vez que cada curso otorgan más conciertos educativos para empresas privadas y órdenes religiosas.
En Alcorcón
ya han decidido cargarse otro instituto, trasladando sus restos a un colegio aún en activo: desde la comunidad educativa del IES Luis Buñuel (un centro ejemplar lleno de grandes profesionales: lo sé porque tengo la suerte de conocer a muchos compañeros que actualmente trabajan allí) se denuncia que
"dejar a los alumnos sin esta oferta educativa les obliga a buscar plaza y desplazarse a otros centros, que actualmente están masificados y que se encuentran a más de tres kilómetros". No será la única medida que tome la Consejería de Educación: se rumorea que en el municipio podrán eliminarse hasta 150 plazas públicas de Educación Infantil a la vez que la oferta concertada (no privada, sino la subvencionada con dinero público) aumentará de cara al curso que viene.
¿Dónde está la libertad de elección con la que tanto se llenan la boca? Las familias se ven obligadas a matricular a sus hijos en otras opciones no gratuitas, simplemente porque la Escuela Pública está sobresaturada y, tras esta perfecta planificación, convirtiéndose en un gueto educativo repleto de alumnos con necesidades especiales (desechados por no ser económicamente rentables), inmigrantes y demás diversidad que tantísimo molesta a las gentes de bien del partido en el poder.
La demolición sigue su curso. La Marea Blanca nos enseñó que hay esperanza, pero es imprescindible que luchemos juntos. Y ya se sabe: juntos podemos.
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Un articulo real como la vida misma
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