Fotografía by A. Fidalgo
Alfonso González, en un
excelente artículo (recomiendo su lectura), dice:
"De lo que estamos hablando es de un cambio cultural y metodológico. No se trata de tecnificar el aula, sino de escolarizar la tecnología"
Pongo un ejemplo.
Los MOOC (cursos masivos en línea y abiertos) suponen una verdadera revolución en la formación. Se trata de un cambio cultural. Las universidades más prestigiosas del mundo ponen sus principales cursos en abierto para que toda la sociedad se beneficie de ello. Son millones de personas las que actualmente hacen cursos de este tipo. La tecnología que suelen utilizar los MOOC no es nada avanzada, de hecho suele ser un sistema LMS (utilizados para la formación on-line) muy simple. Para que los MOOC
sean eficaces (actualmente tienen una tasa de abandono del 90%) debe haber un cambio metodológico (actualmente la metodología que siguen es similar a la formación on-line). Cambio cultural y metodológica; esa es la clave de la innovación educativa.
¿Y la tecnología? Pues juega un papel fundamental, dependiendo si la tecnología es adecuada o no, puede hacer que se consiga ese cambio cultural y metodológico de forma más fácil.
Desde que me dedico a la innovación educativa (hace ya 30 años) siempre ha habido profesorado que se opone al uso de la tecnología. Argumentos no les falta, cada vez que ha surgido una tecnología nueva se habló de revolución tecnológica: el ordenador, multimedia, internet, web 2.0. etc.
Sin embargo la revolución tecnológica es efímera, tan efímera como tarda en salir una nueva tecnología.
El debate no está en la tecnología. Está en la necesidad de un cambio cultural y metodológico. Los dos juntos, intentar cambiar la metodología sin la cultura, fracasa. Por ejemplo el proceso de Bolonia ha intentado un cambio metodológico (evaluación continua, paradigma de aprendizaje, competencias, etc.), y aunque oficialmente se está cumpliendo, la realidad es que es un
estrepitoso fracaso. ¿Cuáles son las causas? No ha habido cambio cultural.
Hay dos opciones, o esperar a que el cambio cultural penetre por sí solo en nuestras aulas, o bien comenzarlo el propio profesorado desde dentro. La segunda opción es más fácil, basta con abrir una pequeña brecha en el exterior para que ese cambio fluya hacia nuestras aulas.
Ya lo saben, cambien la metodología, utilicen las tecnologías más adecuadas y abran brechas. Solo así conseguiremos un nuevo modelo educativo.
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