Profesor Atticus |
Posted: 12 Jun 2015 01:51 AM PDT
Churchill se reconocía optimista "porque", decía, "no parece muy útil ser otra cosa". A raíz de una conversación con J.H., en la que mostraba su "desolación" como padre ante la lectura de lo que algunas personas críticas con el sistema acostumbramos a exponer sobre los asuntos educativos, me doy cuenta (en realidad, ya lo había intuido y tampoco es la primera vez que alguien me lo sugiere) de la visión tan amarga que a veces ofrecemos de un oficio, el de enseñar, que sigue siendo valioso y, pese a la actual coyuntura, hermoso.
J.H. manifestaba su inquietud ante el "terrible panorama", la "fatal travesía en el desierto" que presentamos y, aunque entendía que en esta lucha que algunos llevamos a cabo uno de los grandes objetivos es intentar "cambiar conciencias dentro del gremio", se lamentaba de ese exceso de negatividad que no ayuda a quienes, como él, comparten nuestras reflexiones.
Este comentario, que considero más que pertinente, merece ser tenido en cuenta. Es cierto que defender la educación pública, algo en lo que uno cree todavía, debe hacerse desde un punto de vista crítico que aspire a alcanzar la mejor versión de aquella, pero también que una crítica despiadada al sistema quizás no permita disociar con eficacia la valoración que se hace del mismo y la que se tiene de la profesión, lo cual puede constituir, por un lado, un freno en el propósito de reformar la enseñanza y hacer de ella la palanca de ascenso social que debe ser y, por otro, desmoralizar a los padres que, al fin y al cabo, están con nosotros en esto y no deben perder la confianza en nuestro trabajo.
Por lo que acabo de explicar, me comprometo, sin caer en la mansedumbre, desde luego, ni convertirme a la psicología positiva (que nadie se alarme), a tratar de buscar, siempre que sea posible, un "contrapeso" animoso que, como pedía J.H., "abra una margen de maniobra entretanto" combatimos el anti-intelectualismo, la superchería, el pedagogismo obtuso y el adoctrinamiento feliciano.
Y voy a empezar esta nueva etapa esperanzada criticando (esperen, esperen que esta vez hay final feliz) los conocidos como "Premios Nobel de la enseñanza" o Global Teacher Prize. ¿De verdad es este el tipo de reconocimiento que busca un profesor? ¿Optar a 800.000 euros, portadas de revistas, entrevistas en los medios, conferencias en congresos de pedagogía...? No lo creo. C.A., a quien agradezco haber inspirado sin saberlo este artículo y haber reforzado mi determinación por evitar el derrotismo, reconocía, tras una conversación con una alumna, que "horas y horas de trabajo ante la pantalla, el papel y el aula quedan compensadas por esas palabras". Las palabras que escuchó las desconozco y, si las conociera, no soy quién para hacerlas públicas. Pero sí transcribiré las que una alumna me dijo a mí en cierta ocasión. Era una de esas que uno sospecha que no van precisamente por buen camino. Después de un llamativo cambió de actitud desde hacía varios días, se acercó a mí al terminar la clase para decirme: "Profe, gracias porque gracias a ti he descubierto que lo que me gusta es la música". Por supuesto, las gracias se las di yo a ella. Después me emocioné.
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