UniDiversidad. El blog de José R. Alonso. |
Posted: 12 Feb 2016 09:21 AM PST
Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde -como todos los jóvenes, yo vine a llevarme la vida por delante. Dejar huella quería y marcharme entre aplausos -envejecer, morir, eran tan solo las dimensiones del teatro. Pero ha pasado el tiempo y la verdad desagradable asoma: envejecer, morir, es el único argumento de la obra. Jaime Gil de Biedma (Poemas póstumos, 1968) |
Posted: 12 Feb 2016 03:24 AM PST
¿Te gusta soñar? A mí me encanta. Paso épocas donde no recuerdo mis ensoñaciones y otras donde me despierto maravillado por todo lo que el cerebro me ha regalado durante la noche: experiencias oníricas vívidas e intensas que a menudo hacen palidecer a la vida real, al mundo despierto. Hace mucho que no tengo sueños de ansiedad, algo ligado a épocas de exámenes y oposiciones, y las malas personas tampoco tienen sitio en mis sueños, ni he tenido apenas pesadillas. Así que los sueños suelen ser una experiencia grata, sorprendente, un disfrute inocente, barato y embriagador.
Sea lo que sea lo que suceda entre las sábanas, mis sueños son fundamentalmente visuales y en mucha menor medida auditivos. Alguna vez he saboreado algo, he olfateado un aroma y he tenido un vértigo al montar en un barco onírico pero es muy raro. Suelen ser una película, en color, donde aparecen lugares y personas de mi realidad cotidiana. Lo normal es que sean situaciones que se parecen a las que vivo mientras estoy despierto y que me dejan la sensación de que la vida se ha rebobinado y vivo cosas diferentes a las que he hecho mientras estaba despierto, una nueva versión de mí mismo y mi existencia. Podemos pensar que es lógico que la mayoría de los sueños sean visuales, y en segundo lugar auditivos, pues son los dos sentidos más importantes para nosotros pero ¿qué pasa cuando alguien pierde la vista?¿Sueñan los ciegos? ¿Cómo son sus sueños? ¿«Ven» cosas? ¿y el que tiene una ceguera congénita y nunca llegó a ver? Un equipo de investigación danés decidió responder estas preguntas y ha hecho un estudio de los sueños en un grupo formado por 50 voluntarios: 11 personas ciegas de nacimiento, 14 personas que perdieron la vista después de haber cumplido al menos un año y 25 controles, de las mismas edades y sexos para hacer una estadística por pares. Cada mañana a lo largo de cuatro semanas, los participantes tenían que rellenar una encuesta sobre el sueño de esa noche, nada más despertarse. El cuestionario informático incluía preguntas relacionadas con las modalidades sensoriales de sus sueños (¿veías cosas? ¿en color? ¿saboreabas cosas? ¿olores? ¿dolor?), los contenidos, tanto temas (¿qué has soñado? ¿qué sucedía? ¿interaccionabas con alguien? ¿tenías fracasos o éxitos? ¿era algo realista o estrambótico?) como emociones (¿estabas enfadado? ¿triste? ¿asustado?), y la presencia de pesadillas. Las personas ciegas rellenaban el cuestionario utilizando una herramienta informática que transformaba la voz en texto. Los investigadores también valoraron la habilidad de los participantes para construir escenarios visuales mientras estaban despiertos, la calidad y cantidad de su descanso y los niveles de ansiedad y depresión que tenían en esa época de su vida. Los resultados principales fueron que todos los participantes ciegos tenían menos impresiones visuales en sus sueños que los participantes con visión normal. Puede parecer elemental pero es un dato significativo. En los que habían perdido la vista, los años de ceguera eran inversamente proporcionales a la duración, claridad y colorido del componente visual de los sueños. Es decir, cuánto más hacía que habían perdido la vista, menos imágenes en sus sueños. Los ciegos de nacimiento no tenían impresiones visuales y tenían sueños con más componentes auditorios, táctiles, gustatorios y olfatorios que los controles. Sin embargo, los que habían perdido la vista pero no habían nacido ciegos solo tenían más impresiones táctiles en sus sueños. Las personas ciegas y los que veían no se diferenciaban ni en los temas que soñaban ni en el contenido emocional. Ambos grupos registraron un número similar de interacciones sociales y de éxitos y fracasos en sus sueños. Ambos tenían la misma distribución de emociones positivas y negativas y el mismo nivel de excentricidad en sus sueños. Sin embargo, los voluntarios con ceguera congénita señalaban tener más interacciones agresivas y más pesadillas (el 25%) en sus sueños que los otros dos grupos (7% en los de ceguera sobrevenida y 6% en los videntes). La diferencia se mantenía incluso si los datos eran corregidos para la calidad de su reposo nocturno que era, en general, peor entre los ciegos. No sabemos a qué se debe esa mayor frecuencia de pesadillas, es posible que en su vida sientan que se enfrentan con mucha frecuencia a situaciones peligrosas o amenazantes y eso se refleje en sus sueños. Hay quien cree -se denomina la teoría evolutiva de las pesadillas- que las pesadillas son una simulación, un ensayo de respuesta ante una amenaza, un conflicto inocuo pero que hace que la mente se prepare para una situación peligrosa o al menos incómoda. Los temas de las pesadillas encajan bien en esta hipótesis pues eran cosas como perderse, ser atropellado por un coche, caer por una alcantarilla abierta o perder a su perro guía, todo sucesos posibles y muy peligrosos en su vida diaria. Las personas ciegas compensaban la ausencia (ceguera congénita) o la escasez (ceguera sobrevenida) de la información visual con un aumento de otras modalidades sensoriales en sus ensoñaciones. En torno al 18% de los participantes ciegos señalaban que habían saboreado algo en al menos un sueño, una situación que solo recogían los cuestionarios del 7% de los controles. Con respecto al olfato, el 30% de los ciegos habían notado algún olor en al menos un sueño pero solo lo hacían la mitad de los controles (en torno al 15%). Para el tacto, la proporción era un 70% de los ciegos y un 45% de los controles y, finalmente, para el oído, estímulos auditivos en el sueño, el 86% de los ciegos frente al 64% de los controles. Si nos centrábamos en los ciegos congénitos las diferencias eran, como cabría esperar, mucho más llamativas: (el 26% habían saboreado, el 40% habían olido, el 67% habían tocado y el 93% habían oído algo en al menos un sueño). En conclusión, los ciegos sueñan pero la ceguera altera mucho la composición sensorial de los sueños. El hecho de que la ceguera sea congénita o no y de a qué edad se inició marcan importantes diferencias en la complejidad sensorial de esos sueños. Los ciegos de nacimiento no tienen imágenes en sus sueños pero sueñan, al igual que viven, con una enorme riqueza de contenidos y una gran variedad de información sensorial. Para leer más:
|
You are subscribed to email updates from UniDiversidad. Observaciones y pensamientos. To stop receiving these emails, you may unsubscribe now. | Email delivery powered by Google |
Google Inc., 1600 Amphitheatre Parkway, Mountain View, CA 94043, United States |
No hay comentarios:
Publicar un comentario