UniDiversidad. El blog de José R. Alonso. |
Posted: 15 Oct 2014 12:08 PM PDT
Hermann Rorschach (1884-1922) nació en Zúrich (Suiza). Sus compañeros de clase en la escuela le llamaban Klecks (Manchas) porque le encantaba un juego realizado con borrones de tinta, en el cual arrojas tinta sobre un papel, lo pliegas y ves qué imagen resulta. Es posible que se inspirase en un juego de mesa llamado Blotto que partía del mismo proceso. Su padre, profesor de arte, le animó también a que se expresase mediante la pintura y el dibujo y al llegar el momento de terminar la secundaria, Hermann dudaba si seguir una carrera científica o artística. Escribió a Ernst Haeckel, que era el más famoso biólogo alemán de su tiempo y un maravilloso dibujante, autor de algunas de las ilustraciones científicas más
hermosas de la Historia. Haeckel, el gran defensor de Darwin y su teoría de la evolución en Alemania, le contestó —un buen detalle de un famoso catedrático a un muchacho— y le animó a que se formara en Ciencia. Rorschach se matriculó en la facultad de Medicina de su ciudad natal y allí estudió bajo el famoso psiquiatra Eugen Bleuler, profesor también de Carl Jung y recibió las influencias de Freud y sus seguidores. Las teorías psicoanalistas y la necesidad de explorar el inconsciente le hicieron recordar las manchas de tinta con la que jugaba en su infancia y es posible que también conociera un popular libro de poesía del médico Justinus Kerner titulado Kleksographien donde una mancha de tinta, luego mejorada de forma consciente para crear siluetas sugerentes o antropomórficas, sirve de inspiración para cada poema, para esa apertura del mundo interior que es la poesía. El test de Rorschach o test de manchas de tinta (inkblots) es una herramienta analítica que se usa en Psicología y en Psiquiatría y donde se examina la interpretación por el paciente de unas manchas de tinta ya sea mediante su análisis por un profesional, a través de unos algoritmos planteados al efecto o por las dos vías simultáneamente. Básicamente, el punto de partida en los test de proyectividad como el de Rorschach es usar una ilustración ambigua (pueden ser manchas de tinta pero también imágenes reales como un hombre mirando hacia otro lado mientras una mujer le agarra el brazo) y pedir al sujeto que describa esa escena o esa imagen. La persona a quien se pregunta echará mano de sus emociones, experiencias, preocupaciones, recuerdos, imaginación, obsesiones… Es decir "proyectará" su interior, su situación mental, usando la imagen como una palanca evocativa. Hay distintos tipos de test de este tipo, incluso una modalidad para ciegos llamada el Cypress Knee Projective Technique en el cual se pide al paciente que palpe los crecimientos de unas raíces de un ciprés y diga qué le sugieren, pero el más conocido y utilizado es, sin duda, el de Rorschach. Los defensores del test de Rorschach consideran que es útil para establecer la personalidad de un sujeto, para entender su situación emocional y para detectar trastornos del pensamiento, en particular cuando el paciente no expresa sus ideas y razonamientos de una forma abierta, cuando se resiste al diálogo con el psicólogo. Los detractores del test, que también son abundantes, critican su validez, su fiabilidad y su verificabilidad, resaltan la variabilidad en los resultados (distintos evaluadores dan puntuaciones diferentes), la influencia de los sesgos en el examinador (a pesar de las escalas de valoración, el componente subjetivo es alto), la importancia de los aspectos culturales (en Estados Unidos, las minorías como afroamericanos, hispanos o nativos americanos muestran más personas fuera de la normalidad que los blancos de origen europeo), el escaso número de trastornos para los que es realmente indicado (esquizofrenia y trastorno bipolar, básicamente), el alto número de personas que etiqueta como afectados de un trastorno mental (1 de cada 6 personas que acudían a donar sangre en California, de un total de 123 voluntarios tenía puntuaciones reveladoras de esquizofrenia) y las disfunciones causadas por su amplia distribución ya que en teoría no puede ser aplicado a alguien que haya visto ya las imágenes (por eso no se recogen en este post sino que se usan ejemplos similares generados por médicos o por artistas). El test de Rorschach consta de 10 figuras simétricas, 5 en blanco y negro y 5 en color. Inició su andadura al poco de acabar la I Guerra Mundial, en 1921 y se había generalizado a finales de la II, en 1945. Muchos psicólogos y psicoanalistas piensan que puede servir para explorar los recovecos más ocultos del inconsciente humano. Bruno Klopfer y Lawrence Frank, dos psicólogos que trabajaron con las manchas de tinta tras la II Guerra Mundial, decían que eran "rayos X psicológicos". Más de medio siglo después muchos profesionales consideran que es una herramienta útil para desentrañar los problemas psicológicos de un paciente. Se calcula que se pasa unas seis millones de veces al año, y una encuesta a los psicólogos clínicos de la American Psychological Association encontró que un 82% usaba al menos ocasionalmente el test de Rorschach y un 43% lo hacía frecuentemente o continuamente. rayos X psicológicos". Más de medio siglo después muchos profesionales consideran que es una herramienta útil para desentrañar los problemas psicológicos de un paciente. Se calcula que se pasa unas seis millones de veces al año, y una encuesta a los psicólogos clínicos de la American Psychological Association encontró que un 82% usaba al menos ocasionalmente el test de Rorschach y un 43% lo hacía frecuentemente o continuamente. Sin embargo, los críticos de esta técnica lo consideran una entre muchas, un ejemplo más de los cientos de técnicas de proyección que -en su opinión- tienen más de juego que de ciencia, un entretenimiento en el cual la persona que responde al test no tiene por qué mostrar los aspectos fundamentales de su personalidad al intentar dar explicación a estas figuras ambiguas. Sería algo comparable a cuando jugamos a adivinar figuras en las nubes y de hecho, un test desarrollado por el psicólogo Wilhelm Stern usaba imágenes parecidas a las de nubes. Estos críticos indican que la puntuación e interpretación es enormemente subjetiva y que ninguna de sus supuestas correlaciones con tipos de personalidad ha tenido un apoyo contundente al relacionarlo con investigaciones con otra técnicas diferentes. De hecho, otro psicólogo, Arthur Jensen llegó a decir que el progreso de la psicología clínica «se podía medir por la velocidad y rigurosidad por la que superara el test de Rorschach». Los partidarios de Rorschach, como John E. Exner Jr. de la Universidad de Long Island, contraatacaron con una versión nueva, el "Comprehensive System», en el cual se daban reglas detalladas para la puntuación y la interpretación y se establecían 100 índices que supuestamente pautaban cada característica imaginable de una respuesta. No obstante, los criterios, al menos para un observador supuestamente imparcial proveniente de las ciencias duras parecen un poco circunstanciales, las puntuaciones varían mucho de una persona a otra y la validez del test dista mucho de estar demostrada. Sus resultados no coinciden con los que se obtienen por otras técnicas de diagnóstico y no consigue predecir el comportamiento de un paciente. Puede ser útil explicar brevemente cómo funciona para entender sus posibilidades y riesgos. El profesional pone delante del paciente una imagen de las diez, en un orden determinado. La persona examinada puede rotar las imágenes y el psicólogo va anotando sus reacciones o respuestas atento a más de cien variables. Por ejemplo, anota si se fija en toda la figura o en solo una parte, si las interpretaciones son las habituales o son atípicas y se fija también en qué partes de la figura, formas, colores, densidades de tinta, etc. suscitan una respuesta. Así, «ver» animales en movimiento sugiere impulsividad, alusiones a la negrura de la imagen sugiere depresión y una respuesta que incluya un reflejo (veo un gato mirándose en un espejo) significa narcisismo, algo que no requiere demasiada elaboración mental ya que el personaje mitológico de Narciso —de quien se tomó el nombre para el trastorno psicológico—se enamoró de sí mismo al ver su reflejo en el agua. Las respuestas que se fijan en un pequeño detalle como una manchita a la derecha («una mosca») sugerirían mentes obsesivas y las respuestas que se centran en los espacios blancos entre las manchas en vez de las propias manchas postularían negatividad o resistencia a la autoridad. Como una lectura crítica parece anticipar en realidad no hay luego una correlación entre las suposiciones establecidas tras pasar el test y los diagnósticos clínicos a los que se llega por otras fuentes, con la excepción de la esquizofrenia. En otros problemas clínicos se ha visto que el método no es consistente para detectar depresión, trastornos de ansiedad o una personalidad psicopática. Además, aunque los psicólogos usan el rorschach frecuentemente para estimar una propensión hacia la violencia, impulsividad, pedofilia o criminalidad, las investigaciones realizadas no apoyan que sea útil y no hay una correlación entre estos diagnósticos y la evolución posterior de los pacientes. La interpretación de imágenes ambiguas ha sido un recurso recurrente en el mundo del arte y tanto Leonardo da Vinci como Sandro Botticelli lo usan en sus obras. Más recientemente, Andy Warhol realizó una serie de enormes pinturas inspiradas en los inkblots, en las cuales pintaba una mitad del lienzo y luego lo doblaba siguiendo una línea vertical para imprimir la otra mitad. Irónicamente, Warhol no conocía el proceso de evaluación y creía que los pacientes creaban las manchas de tinta y luego los psicólogos o los médicos las interpretaban
Pensaba que cuando ibas a un sitio como un hospital te decían que dibujaras e hicieras un test de Rorschach. Ojalá hubiera sabido que existía un grupo de imágenes.
Es, y es un detalle curioso, una de las pocas series pictóricas de Warhol que no se basan en imágenes preexistentes como sus famosas latas de sopa Campbell o los retratos múltiples de Marylin o Elvis.Las manchas de tinta forman parte también de la cultura popular: el imperio juguetero Mattel comercializa un juego llamado «Thinkblot» donde los jugadores tienen que generar respuestas creativas a unas formas de amebas blancas y negras, una reedición de aquel Blotto con el que jugaba de niño Hermann Rorschach. Pero el más reciente es un personaje de la serie de cómics y la película de superhéroes Watchmen que lleva una máscara con manchas de tinta que van cambiando reflejando sus emociones y de quien se dice en el cómic que es «libre para garabatear su propio diseño en un mundo moralmente en blanco». Por cierto, ¿sabes cómo se llama este personaje? Rorschach. Para leer más:
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