de vuelta |
Posted: 20 Nov 2014 10:42 AM PST
Vaya preguntita. Pues habrá de todo, claro. Los centros educativos son habitados por especímenes diversos (perdón por la licencia), por lo que es de suponer que los intereses y preocupaciones del personal docente de turno serán muchos y variados. Cada centro es un mundo y, por tanto, es lógico que en cada escuela los temas de discusión y de trabajo respondan a su propia realidad y situación internas.
No obstante, estaremos de acuerdo (¡o no!) en que, independientemente de la situación específica de uno u otro centro, los temas estrellas de los claustros deberían centrarse en metodologías de trabajo, modelos de aprendizaje, enfoques didácticos o estrategias para socializar nuestro trabajo en el aula. En definitiva, todos aquellos aspectos que atañen al proceso de aprendizaje de nuestro alumnado y a la búsqueda permanente de la mejora de resultados. Con esto no niego la importancia de los espacios de comunicación personal e informal, faltaría más, pero sí destaco la importancia de poner cada cosa en su sitio: estamos en la escuela para prestar un servicio a nuestro alumnado, el cual se merece (entre otras cosas) un esfuerzo de actualización, revisión de estrategias y empatía por nuestra parte como profesionales de la educación.
Pues bien, no sé si se trata de la tónica habitual. Uno tiene la sensación que en muchos claustros (no todos, por supuesto) reina una inercia peligrosa en relación a las estrategias de innovación pedagógicas. Y no me refiero a "hacerse el moderno" con las TIC y las TAC, sino simplemente a establecer un compromiso serio con la profesión mediante la revisión de las propias estrategias y convicciones docentes. Es cierto que buena parte del colectivo se está poniendo manos a la obra, pero no lo es menos que existen también importantes resistencias. Me temo que en algunos claustros todavía se habla más de los horarios personales, del sueldo o de lo tontos que son los alumnos que de las claves de la propia profesión.
Ángel Santamaría, en su obra Heducación se escribe sin h, señala que esta especie de escepticismo y superficialidad que innunda el espacio educativo y que afecta al profesorado es, hasta cierto punto, lógica. Las deficiencias del sistema son muchas, el interés y la implicación por parte de las administraciones es escaso y la presión sobre el profesorado es notable. En este contexto, culpabilizar de todos los males del sistema al profesorado es fácil y, desgraciadamente, bastante recurrente por parte de determinados medios y plataformas. A pesar de todo, estoy de acuerdo con Santamaría en que los docentes, como parte responsable del sistema educativo, deben huir de este "mal entendido corporativismo que no valora suficientemente la innovación, la dedicación, la formación y los resultados y que tiende a igualar a todos por abajo, desmotivando al docente innovador".
Así pues, serán los docentes quienes deban situar el debate pedagógico en el centro de la actividad del claustro. El papel de los equipos directivos, la administración y otros agentes educativos puede (y debe) ser, también, importante en el proceso, pero es el conjunto del profesorado quien debe tomar la palabra en los claustros para hablar de lo sustancial, de lo importante. Porque para bien, y para mal, el poder del claustro es inmenso. ¿Lo aprovechamos?
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