Cuando se formuló la LOGSE hubo un cambio que, más allá de su planteamiento inicial, ha traído asociados determinados problemas. Es el caso de sacar a los niños de once y doce años de las Escuelas para trasladarlos a contextos donde pueden encontrarse alumnos de más de dieciocho. Sí, una mezcla muy variopinta de edades que ha dado lugar a problemáticas demasiado amplias para ser gestionadas correctamente por los Institutos. Porque, no es lo mismo un alumno de Bachillerato que uno de primero de ESO. Y, tampoco es lo mismo un alumno de cuarto que uno que acaba de aterrizar. Ni sus necesidades son las mismas, ni el trato que debemos darles debe ser igual.
Creo que esta agrupación por edades, que tiene poco de lógica, está dificultando, en gran parte, la posibilidad que unos alumnos "mayores" vivan en un contexto de libertad dándoles más autonomía y que, los alumnos "más pequeños" se vean influidos por situaciones que, en demasiadas ocasiones, les obligan a madurar con una excesiva rapidez. Sí, los pequeños imitan a los mayores. Es una reacción lógica porque, ¿quién no ha imitado nunca, cuando tenía esa edad, a los mayores? ¿Quién no ha querido ser mayor en su juventud? ¿Quién no ha querido ponerse años -sí, al principio las personas se quieren poner años- para poder actuar como los más grandes del Instituto?
Después de más de una década de estos agrupamientos contra natura convendría, de una vez, plantearnos de nuevo los agrupamientos por edades que debe haber en cada tipología de centro educativo. Sí, soy totalmente partidario de devolver a los alumnos de primero y segundo de ESO (y aquí, incluso podríamos llegar a incorporar a los de tercero) a centros educativos más acordes con sus necesidades porque, un alumno a edades más tempranas, necesita una mayor atención. Y, por mucho que se intente, en los Institutos, el factor imitación está a la orden del día. Sí, no estamos adecuando el modelo de los mayores a los primeros cursos de la ESO, estamos infantilizando el modelo de los últimos cursos de la ESO, el Bachillerato y la FP para adecuarlo a un mayor control de los alumnos. Algo, por cierto, muy negativo. Negar la autonomía y pretender un control de alumnos de más de dieciséis años como si fueran niños de doce no es para nada positivo.
Reconozco que, con la distribución de centros educativos actuales, se haría difícil devolver a los alumnos de los primeros cursos de ESO a los centros de Primaria pero, ¿por qué no hacer algo en lo que todos los compañeros con los que he hablado están de acuerdo, que seguramente beneficiaria a los chavales -no sólo a los de los primeros cursos- y que repercutiría positivamente en los aprendizajes de unos u otros? Porque, seamos sinceros, hay más similitudes entre los alumnos de los primeros cursos de ESO con los de quinto y sexto de Primaria que con los de Bachillerato o FP. Además, nuestros alumnos mayores no se merecen políticas de centro uniformes que, en la mayoría de casos, sólo pretenden llevar el control al máximo.
Si fuera por mí reformularía los centros educativos en cuatro grandes bloques: Escuelas de Infantil, Escuelas (hasta lo que hoy en día es tercero de ESO), Institutos (cuarto de ESO y bachilleratos) y Centros de FP. Una reflexión después de ver como uno de los grandes éxitos de la LOGSE (la Educación obligatoria hasta los 16) se ha convertido en un arma de doble filo que, mal gestionada, lo único que hace es hacer agrupaciones de alumnos con una mezcla de edades demasiado difíciles de gestionar de forma conjunta.
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