Podemos argumentar e, incluso demostrar, que la calidad de un sistema educativo se mide por la calidad de sus docentes. Se pueden defender estrategias que imiten modelos educativos en los que, la selección del docente, sea lo más exigente posible. Se puede, incluso, hablar de influencias de los actores del sistema e, incluso, mediatizar a determinados docentes en algunos medios de comunicación pero... esto no es lo que los padres quieren.
A los padres les da igual que en el centro educativo donde estudian sus hijos se hallen docentes con niveles avanzados de idiomas (me refiero a, disponer, como mínimo de un C1 -no del B2 que lo regalan últimamente con las magdalenas o juntando determinadas tapas de una marca de yogures-), otros con doctorados universitarios, otros distinguidos por determinadas multinacionales (Apple, Google, etc.) que determinen la competencia en el uso de determinadas herramientas, otros que sean ex campeones de determinadas especialidades físicas, que hayan ganado premios por su labor e, incluso, la experiencia previa que tengan en el aula. Sí, a la mayoría de padres, lo anterior les importa un bledo.
Los padres se maravillan porque en el centro de sus hijos repartan iPads. Les importa una mierda lo que vayan a hacer con ellos. También les importa que tengan unas instalaciones maravillosas para que puedan practicar determinados deportes. Sí, tampoco les importa que los profesores que acompañen a sus hijos para hacer actividades en esos espacios estén más o menos capacitados para hacerlas. Ningún padre va a visitar un centro y pregunta por los docentes. Sólo se pregunta por las instalaciones, número de horas de inglés, horarios, comedor y precio (eso en los centros concertados y privados). Nunca hay padres que analicen el profesorado. Ni mucho menos centros que publiciten el currículum de sus docentes más allá de asignarles determinadas tutorías o coordinaciones. Sí, la realidad es muy dura. Los docentes son los más ignorados cuando unos padres deciden optar por un centro educativo u otro.
Hace tiempo hablé sobre la
política de fichajes que habría de existir en el sector educativo. Al menos, a nivel de los centros que gestionan directamente la selección de su personal. Lamentablemente, lo anterior no vende. No vende tener docentes expertos en robótica. Ni docentes que dominen determinadas herramientas. Ni, tampoco importa realmente, más allá de las calificaciones trimestrales, la calidad de lo que se está haciendo en el aula. No es un punto que se tenga en cuenta.
Como decía ayer Pablo Rovira en uno de sus tuits, de los cuales me he nutrido para la confección de este artículo...
El Mestalla se llena de aficionados cuando presentan al último paquete/crac futbolístico. ¿Veremos algún día eso en un cole?
Quizás a los padres se las pueda traer al pairo la calidad de los docentes de sus hijos pero, a sus hijos, no les va a dar igual.
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