Los docentes, al igual que sucede con los padres, tienen muy claras las prioridades a la hora de seleccionar un centro educativo para trabajar. Bueno, más bien la prioridad única que, en la mayoría de casos, se refiere a la distancia a su domicilio. Sí, un docente no valora un centro educativo por la calidad de su proyecto. Un docente valora un centro educativo por los kilómetros (e, incluso para algunos ¿afortunados?, metros) que le separan del lugar donde duerme.
Cuando vienen los concursos de traslados, ese procedimiento por el cual los docentes realizan peticiones de centros, se eligen centros educativos por proximidad al domicilio. Hay incluso aplicaciones que permiten geolocalizarle a uno y le suministran, de forma muy rápida, los códigos de esos centros en función a la proximidad de su domicilio. Sí, los docentes, al igual que la mayoría de los trabajadores, prefieren trabajar al lado de casa incluso que en dicho centro no haya proyecto educativo, ni ganas de innovar, ni ningún tipo de plan de mejora, a hacerlo a unos kilómetros de ella. Es una realidad incómoda pero que, por diferentes cuestiones muy relacionadas con motivos personales y económicos, es la que se observa en la mayoría de las configuraciones de las plantillas de los centros educativos. Si no fuera por eso, ¿alguien se piensa que un docente de un centro concertado, más presionado por sus jefes que en la pública y más sometido a abusos en su trabajo, no se presentaría a unas oposiciones? ¿Alguien se cree realmente que un docente de la concertada quiere trabajar en la concertada? ¿O, realmente, es que se prioriza el estar al lado de casa? Porque, los primeros años (e, incluso en casos, alguno más) un docente de la pública debe desplazarse muchísimos kilómetros de su domicilio para poder trabajar.
Sí, a los docentes se las trae al pairo el proyecto educativo de su centro. La calidad del centro es lo de menos, lo importante es poder ir a comer a casa cada día. Sí, la configuración de plantillas se da por proximidad y, es por ello, que muchos centros educativos situados "en el quinto pino" tienen una rotación de docentes más elevada, menos capacidad de realizar proyectos y, como no, mucha más dificultad de planificar a medio -ya no digamos a largo- plazo.
La docencia no es más que un trabajo y, es por ello, que sus trabajadores buscan el máximo beneficio para ellos. Y ese beneficio consiste fundamentalmente en un trabajo de proximidad. Un beneficio que, por desgracia, es el único que existe porque, seamos sinceros... un docente con familia y obligaciones siempre va a tener muy claras sus prioridades. Algo que no implica jamás que se sea -o no- un buen profesional.
Me gustaría aclarar que, tanto en este artículo como en el anterior, puede haber quien se sienta excluído de la generalización del titular. Las excepciones siempre confirman la regla :)
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