martes, 26 de mayo de 2015

Mujeres en la historia



Mujeres en la historia


Posted: 25 May 2015 09:28 AM PDT
En 1962 tres científicos recibían conjuntamente el Premio Nobel de Medicina por sus descubrimientos sobre el ADN. Hacía cuatro años que una de sus colegas de laboratorio había fallecido. Nadie mencionó en la ceremonia de entrega del prestigioso galardón a Rosalind Franklin, una científica que se enfrentó a su familia y a su mundo para dedicarse a su gran pasión. Desde entonces se creó una controversia acerca de la verdadera autoría de los descubrimientos sobre la estructura molecular del ADN. Rosalind había conseguido fotografiar años atrás la estructura helicoidal del ADN en su famosa Fotografía 51. Parece ser que uno de los científicos, con quien tuvo más enfrentamiento a lo largo de sus investigaciones, mostró a otros dos, Watson y Crick, dicha imagen que sirvió para que estos desarrollaran su teoría. Al margen del debate sobre si mereció o no recibir el Nobel, lo cierto es que Rosalind tuvo que luchar toda su vida por defender y justificar sus capacidades científicas por el simple hecho de ser mujer. 


Rosalind Elsie Franklin nació el 25 de julio de 1920 en el barrio londinense de Notting Hill, en el seno de una familia judía acomodada. Era la segunda de los cinco hijos de Ellis y Muriel, y ya desde niña demostró ser una muchacha inteligente y con una pasión excepcional hacia la ciencia. Después de estudiar en varias escuelas femeninas londinenses, decidió que quería continuar sus estudios científicos, algo a lo que su padre se opuso abiertamente. 





Aun así, Rosalind consiguió su objetivo y en 1938 se matriculó en la escuela femenina de Cambridge, el Newnham College. En aquellos años, a las mujeres se las permitía estudiar pero no podían obtener una licenciatura y sólo se otorgaba el doctorado a unas pocas elegidas. Entre ellas, Rosalind, quien en 1945 su trabajo sobre microestructuras del carbón y el grafito le dieron el título de doctora en física y química. 


Fotografía 51
A finales de 1946 Rosalind Franklin viajó hasta París donde trabajó durante tres años en el Laboratorio de Servicios Químicos del Estado donde aprendió muchas cosas relacionadas con los rayos X. En 1951 regresó a Inglaterra para trabajar como investigadora asociada en el laboratorio de John Randall en el King's College de Londres. 

Uno de los científicos que allí trabajaban Maurice Wilkins parece ser que no aceptó demasiado bien que una mujer compitiera con los hombres en un ámbito como la ciencia. Ambos dirigían sendos equipos de trabajo relacionados con el estudio del ADN. 

En aquellos años tuvo que soportar comentarios misóginos que ponían en duda sus capacidades y cuestionando su papel dentro del laboratorio. Ella sin embargo continuó investigando a pesar de la oposición de sus compañeros que no se lo pusieron nada fácil y en 1952, Rosalind conseguía fotografiar mediante rayos X parte de la estructura del ADN. Maurice Wilkins enseñó la famosa imagen a sus colegas Francisc Crick y James Watson quienes la utilizaron para publicar poco después en la revista Nature el artículo sobre el ADN que les valdría el premio Nobel años después. 




En marzo de 1953 Rosalind Franklin abandonaba el laboratorio de John Randall en el King's College y continuaba sus investigaciones en el Birkbeck College donde centró sus estudios en la estructura de distintos virus. 


Pero sus constantes y descontroladas exposiciones a los rayos X pasarían factura a la joven científica quien en 1956 descubrió que sufría un cáncer de ovario. Luchadora incansable, no dejó de trabajar hasta que el 16 de abril de 1958 la terrible enfermedad terminó con su vida, a los 37 años de edad. 

Mucho se ha debatido sobre la verdadera autoría en los descubrimientos referentes a la estructura helicoidal del ADN. 

Probablemente lo más lógico hubiera sido aceptar el mérito conjunto, incluyendo en trabajo de Rosalind Franklin quien no sólo luchó por hacerse un lugar en el mundo de la ciencia sino que lo tuvo que hacer enfrentándose además con la misoginia imperante en los entornos científicos de su tiempo en los que los hombres doctos no entendieron que Rosalind fuera igualmente capaz que ellos de investigar y hacer grandes descubrimientos. Les pesó más que fuera mujer. 

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