UniDiversidad. El blog de José R. Alonso. |
Posted: 01 Mar 2016 01:01 PM PST
Robert Schumann, uno de los grandes compositores del primer Romanticismo, nació en Zwickau (Sajonia) en 1810. A sus nueve años, la familia Schumann fue invitada a un concierto en casa del Dr. Ernst Carus, catedrático de Psicología y director del hospital psiquiátrico del Castillo de Colditz. El concierto lo daba una niña prodigio llamada Clara Wieck. Robert quedó tan prendado que pidió permiso a sus padres para dejar los estudios y aprender música con Friedrich Wieck, el padre de la niña. Maestro y discípulo tuvieron una relación enormemente conflictiva. Schumann intentó estudiar Derecho, como le había ordenado su padre en su testamento pero lo encontraba demasiado frío y los conciertos, la poesía y algún viaje era todo lo que captaba su interés. Finalmente escribió a su madre diciéndole «Folg ich meinem Genius, so weist er mich zur Kunst, und ich glaube zum rechten Weg» (Sigo a mi genio, que me orienta hacia el Arte y creo que es el camino correcto). En aquella época, el genio no era algo que alguien era, sino algo que tenía, una especie de espíritu que te lanzaba hacia grandes retos. Una década más tarde de haber conocido a aquella niña prodigio, en contra de la opinión de su profesor y padre de ella y tras un interminable conflicto legal para conseguir judicialmente la autorización que el padre les negaba, ambos jóvenes se casaron. Clara fue una magnífica pianista y compositora que le dio apoyo emocional, le ayudó a estructurar su vida y su obra, fue la principal defensora de su música durante toda su carrera y se encargó de mantener a la familia durante los últimos años de Robert. Mientras él desfallecía internado en el manicomio, ella difundía sus composiciones, preparaba el repertorio de los conciertos de piano y criaba a los siete hijos que mantenía en tres localidades diferentes. Poco a poco fue estando claro que Schumann sufría lo que llamamos ahora un trastorno bipolar, una alteración del ánimo donde hay saltos sucesivos de una euforia extrema (manía) a una depresión profunda. El diagnóstico de la época fue demencia precoz, un trastorno que posteriormente cambiaría su nombre y sería denominado esquizofrenia. Schumann sufría súbitos cambios de humor y brotes intermitentes de psicosis. Una noche se levantó de la cama tras soñar que un fantasma (al parecer el espíritu de Schubert o de Mendelssohn) le había dictado una composición, aunque en realidad era un pasaje que había usado varias veces en obras anteriores. Unos días antes de su intento de suicidio en febrero de 1854 escribió cinco versiones de este tema para piano, su último trabajo publicado y que se conoce como las Geistervariationen (las variaciones del fantasma). El compositor alemán mostró el lado brillante y el lado oscuro de los trastornos mentales. Durante los períodos depresivos era incapaz de componer porque no conseguía concentrarse y se sentía abrumado por la convicción de que su trabajo no tenía valor alguno, pero cuando pasaba a la fase hipomaníaca, era muy prolífico y hacía uso de la profunda energía que sentía, una imaginación aguda y la poca necesidad de sueño para generar una obra maestra tras otra: compuso tres cuartetos de cuerda en un período de dos semanas y 140 Lieder en un año, una productividad sin parangón. Ha habido muchas dudas de si la música de Schumann era resultado de su enfermedad mental o se producía a pesar de ella. En Mozart sus problemas médicos y sus hallazos artísticos eran dos temas diferentes, en Schumann ambos estaban mezclados. Algunos especialistas, como Richard Kogan, psiquiatra y pianista indican que la Opus 9 de Schumann Carnaval «no podría haber sido escrita por alguien que no tuviera un trastorno bipolar. Es –añadía– un catálogo de los síntomas de un bipolar». La forma en que la música de Schumann salta de idea en idea en esa suite de pequeñas obras es un exteriorización del pensamiento desorganizado e ilógico típico de un episodio maníaco. El trastorno bipolar es un problema crónico debilitante, que afecta a entre un 0,4 y un 4% de la población de los países occidentales. Muchas veces se diagnostica mal, no se reconoce y no se maneja adecuadamente y, además, no tenemos muy claro ni su pronóstico ni cuál puede ser su sustrato neurobiológico. Lo más utilizado para el tratamiento es el litio, que estabiliza el ánimo y que se piensa que actúa a través de varias vías de señalización celular. Los pacientes bipolares tienen a ser creativos cuando están saliendo de la fase depresiva. En ese momento, la actividad neuronal se apaga en la región inferior del lóbulo frontal mientras que se intensifica en la parte superior del mismo lóbulo. Sorprendentemente, es el mismo cambio de actividad que sucede cuando un artista tiene una racha de creatividad. El cómo esos patrones de activación cerebral se transforman en pensamiento consciente es algo discutido. Se piensa que las personas con psicosis no filtran los estímulos tan bien como otras personas y de hecho pueden manejar ideas contradictorias simultáneamente y darse cuenta de asociaciones sorprendentes que el cerebro de una persona normotípica simplemente analiza por un instante y tira a la papelera. Aunque la invasión de pensamientos descabellados en la mente consciente puede vivirse como algo abrumador y disruptivo, también puede ser una fuente de pensamientos originales y heterodoxos. Las personas creativas tienden a ver el mundo de una manera no convencional, abriendo nuevas perspectivas y también es frecuente que busquen experiencias intensas, sensaciones fuertes que pueden generar un ambiente desestabilizador a su alrededor. La historia de Schumann tuvo un aberrante contraste en la época nazi. Por un lado, era puesto como ejemplo, junto con otros compositores como Beethoven o Wagner de la supremacía cultural de la raza aria y los nazis querían presumir de Schumann como uno de los genios alemanes de la música universal. Por otro lado, su muerte en un manicomio empañaba su utilización como elemento propagandístico. Joseph Goebbels promovió en 1937 su Concierto para Violín como una alternativa al Concierto del judío Mendelssohn que era muy querido por el público y que había quedado proscrito por las leyes raciales. Eso hizo que una nueva teoría presentada en 1943 en la cual indicaba que lo que había sufrido Mendelssohn era una demencia vascular (ictus a pequeña escala causados por hipertensión arterial) en vez de la esquizofrenia o el trastorno maníaco depresivo fuera muy bien recibida por los jerarcas nazis. Al mismo tiempo, las personas con su mismo diagnóstico, esquizofrenia o un trastorno bipolar eran esterilizados de forma obligatoria o directamente trasladados a los campos de exterminio. Al final de la II Guerra Mundial, unas 400.000 personas con trastornos mentales habían sido esterilizadas por la fuerza y un mínimo de 70.000 habían sido asesinadas. Con esas cosas mágicas que a veces suceden, los registros médicos de Schumann en el manicomio de Endenich reaparecieron a finales del siglo XX. Aribert Reimann, un compositor berlinés cuya tía abuela se había casado con un hijo de Richarz, el médico de Schumann, heredó las historias clínicas con la condición de mantenerlas en secreto pero en 1991 las ofreció a la Academia Berlinesa de las Artes. En 2006 la historia clínica fue publicada en su totalidad salvo unas pocas páginas que se supone que se perdieron durante la II Guerra Mundial y que según algunos indicarían que Schumann murió de neurosífilis. Los compositores, los escritores y los artistas plásticos muestran trastornos del ánimo en mayor proporción que el conjunto de la población, presentando bastantes de ellos un trastorno bipolar. Muchos llevan diarios o epistolarios donde describen síntomas en sus períodos de mayor creatividad que recuerdan las características de las fases maníacas. Entre los artistas que como Schumann mostraron trastorno maníaco-depresivo o ciclotimias están escritores como Emily Dickinson, Ernest Hemingway, Nicolai Gogol, August Strindberg, Virginia Woolf, Lord Byron o Johann Wolfgang Goethe; pintores como Vincent van Gogh o Francisco de Goya, compositores como Gaetano Donizetti, Georg Friedrich Händel o Gustav Mahler y también músicos como Sinéad O'Connor y Kurt Cobain. Pero el desequilibrio mental no es un requisito para desarrollar una obra creativa excepcional y algunos grandes compositores como Bach, Haydn o Mendelssohn han tenido vidas tranquilas y hasta aburridas, sin ningún asomo de alteración psiquiátrica. Podemos pensar que el trabajo de alta creatividad, con sus cambios de ánimo habituales, su inseguridad financiera y su competitividad extrema, también con uno mismo, sea el causante de la inestabilidad mental. La creatividad y el genio se ha estudiado científicamente. Un estudio valoró la inteligencia de 700.000 adolescentes suecos de 16 años. Una década después buscaron a ver quiénes habían desarrollado algún trastorno mental y lo compararon con el estudio psicológico previo. La sorpresa del estudio fue que aquellos que habían sobresalido entre sus compañeros cuando tenían 16 años tenían una probabilidad cuatro veces mayor de tener un trastorno bipolar diez años después. En la actualidad disponemos de herramientas mucho más poderosas, rápidas y eficaces para tratar la enfermedad mental de las que hemos tenido antes. Aunque pensemos en esa conexión entre el genio creativo y la enfermedad mental, es importante no magnificar sus aspectos positivos. Los que temen que la medicación puede anular su creatividad deberían tener en cuenta que muchos artistas insisten en que durante las fases de depresión o psicosis son incapaces de crear y que solo pueden producir obras de arte cuando sus síntomas son más leves o se han curado. El médico de Schumann le prescribió una flebotomía –una sangría– e hidroterapia –ir a un balneario. Los fármacos estabilizadores del ánimo que tenemos en la actualidad habrían sido mucho más eficaces. Schumann dijo que «el deber del artista es enviar luz en la oscuridad de los corazones de los hombres», una imagen quizá de cómo experimentaba su música en su psique alterada. Para leer más:
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