Posted: 03 Mar 2016 02:27 AM PST
Algunas teorías conspiranoicas son cómicas e increíbles como las personas que creen que el mundo es gobernado por unos seres reptilianos o los que piensan que la Tierra no es esférica sino que es un disco plano y que la NASA es en realidad la agencia gubernamental encargada de ocultar todas las evidencias y de generar pruebas falsas, tales como las imágenes de nuestro planeta visto desde el espacio, consideradas por ellos montajes deliberados fabricados para engañar a los incautos.
Serge Moscovici en su libro The conspiracy mentality dice que « otros siglos solamente han incursionado en la conspiración como amateurs. Es nuestro siglo el que ha establecido la conspiración como un sistema de pensamiento y un método de acción». Así es.
A veces pensamos que los conspiranoicos son un grupo reducido de chalados pero, al menos la primera parte, no es cierta. El número de personas que cree en las conspiraciones es muy alto: se calcula que en cualquier momento la mitad de los habitantes de Estados Unidos cree en al menos una conspiración. Por ejemplo y sin hablar de Kennedy, el porcentaje de personas que piensan que hubo una conspiración o que al menos hubo mucho más de lo que el gobierno americano cuenta sobre los ataques del 11-S es sorprendentemente alto. ¿Con qué evidencias? ¡Ninguna! pero eso no evita que lo sigan pensando. En segundo lugar pensamos que es cosa de personas de poco nivel educativo pero aunque es más común entre ellos no siempre es así y muchas personas con buena formación creen en alguna trama oculta. También se ha visto que los conspiranoicos están en todo el espectro ideológico, las personas de izquierda pueden ver complots en las multinacionales farmacéuticas o en la gran banca mientras que los de derechas lo hacen en asociaciones de grupos terroristas o en internacionales comunistas, aunque tampoco existan pruebas; en cualquier caso, los conspiranoicos son relativamente más abundantes en la extrema izquierda y la extrema derecha, la gente más crítica con el sistema. Por otro lado, las personas que creen en conspiraciones presentan una correlación con algunos rasgos psicológicos como mayor aburrimiento, personalidad antipática, cinismo político o anomia (rechazo a las normas y valores sociales) lo que no quiere decir que si crees en una conspiración tengas ese perfil. También es llamativo que sus convencimientos les llevan en ocasiones a criterios contradictorios: las personas que creen con más firmeza que la princesa Diana fue asesinada por el MI6, los servicios británicos, son los que más apoyan la idea de que fue asesinada por los rivales en los negocios del padre de su novio. Del mismo modo, los que creen que Osama bin Laden murió mucho antes de su supuesta muerte en 2011 son los mismos que creen más firmemente que sobrevivió al ataque de comandos estadounidenses que dijeron haber acabado con él en Abbottabad.
Lo que me gustaría abordar es ¿por qué? ¿qué mecanismo cerebral hace que algunas personas crean a pies juntillas una teoría absurda o al menos sin ninguna evidencia demostrada y pongan su juicio crítico en el respaldo de una sandez? Poe cierto, la más alucinante que he leído últimamente es que los dinosaurios fueron creados por la CIA para disuadirnos de hacer viajes en el tiempo. La respuesta tiene que estar dentro de nuestro cráneo. Nuestro cerebro ha evolucionado para mejorar nuestra supervivencia y es posible que tengamos una tendencia a encontrar relaciones, a pensar en peligros ocultos e invisibles, en identificar un patrón por debajo de unas coincidencias. En realidad, la gente cree en conspiraciones por distintos motivos entre los que podemos citar los siguientes:
- Las conspiraciones existen. No debemos rechazar todas las teorías conspiranoicas porque en realidad ha habido algunos ejemplos probados o con cierta verosimilitud. Uno de estos últimos es el llamado Business Plot, una conspiración en la cual un grupo de militares y empresarios estadounidenses se planteó dar un golpe de estado y derribar el gobierno norteamericano de Franklin Delano Roosevelt. Otro dato de alguna plausibilidad es que la familia de Martin Luther King ganó un juicio por la muerte de King donde se habló de una conspiración que involucraba a la mafia y al gobierno de los EEUU en su asesinato. Uno de los demostrados es el 23-F donde aunque no tengamos claro todos los componentes de la trama y discutamos quién era el «elefante blanco», la historia demostró que existió.
- Un segundo factor es que nuestro cerebro tiene un sesgo cognitivo que nos hace proclives a buscar explicaciones, las cosas –creemos– no suceden porque sí, aunque el mundo está lleno de ejemplos de sucesos sin causa ni justificación ni destino. Cuando no hay una explicación visible o ni siquiera una posibilidad razonable, nuestro cerebro nos plantea una explicación invisible, irracional u oculta, una conjura. La conspiración es, en ocasiones, una forma de que las cosas tengan explicación.
- Un tercer aspecto es que nuestro cerebro tiene también un sesgo de proporcionalidad, si sucedió algo de gran envergadura, debe ser también algo grande lo que lo causó. La conmoción que supuso el derrumbe televisado de las Torres Gemelas, el mayor atentado terrorista de la historia, no puede ser la obra de un puñado de yihadistas descerebrados y resueltos. Nuestra mente nos pide proporción y aquí no la hay, así que es más «lógico» si el 11-S los edificios no fueron destruidos por los aviones sino por cargas de demolición colocadas previamente, si la defensa aérea ordenó que los cazas no despegaran para interceptar a los aviones secuestrados, si los judíos sabían que el ataque iba a suceder y no fueron a trabajar ese día, si las cajas negras recogen la conspiración y por eso no se han hecho públicas las grabaciones y, si los terroristas están vivos llevando una existencia de lujo en sus países de origen. Son ejemplos reales de algunas de las cosas dichas tras el atentado, algunas incluso en medios normalmente solventes.
- Cuarto, tenemos también el sesgo de intencionalidad, que significa que si ha sucedido algo ambiguo, sin una explicación clara, es porque alguien lo ha planeado para que así suceda y ha tapado cuidadosamente sus huellas. Un ejemplo puede ser la desaparición del Malasia Airlines MH370 cuyo rastro se perdió el 8 de marzo de 2014 sin que hayamos tenido noticias. No sabemos qué pasó pero a las explicaciones racionales se fueron sumando teorías con protagonistas oscuros muy variados, la CIA y otros. Se pensó en dos pasajeros iraníes que habían subido al avión con pasaportes europeos robados, en un cargamento de una fruta tropical llamada mangostino, en otro flete de baterías de litio, en el capitán Shah. El FBI colaboró con la policía malaya e inspeccionó el simulador de vuelo que este tenía en su domicilio concluyendo que no habían encontrado «nada siniestro», lo que no deja de ser un comentario peculiar.
- Quinto. Sufrimos también un sesgo contra la autoridad, algo muy marcado en algunos países. Desconfiamos de lo que nos dicen los dirigentes, incluso cuando se trata de gobiernos democráticos y en países con estado de derecho, con un buen sistema judicial, una fuerzas de seguridad al servicio de la ciudadanía, una oposición activa y una prensa moderna e indagadora. Leon Tolstoi dijo que «la verdad es que el Estado es una conspiración diseñada no solo para explotar sino por encima de todo para corromper a sus ciudadanos». Las personas que piensan así siempre pensarán que las declaraciones de un portavoz gubernamental no es nunca otra cosa que una cortina de humo.
- Sexto. Tenemos el sesgo de la confirmación inherente, buscamos evidencias que confirmen nuestras creencias y nuestros prejuicios y a ello sumamos la llamada «ilusión de comprensión» una tendencia a sobreestimar nuestros conocimientos y nuestra discernimiento de cómo funcionan las cosas. No hay más que escuchar las conversaciones en un bar sobre el nuevo bólido de Fernando Alonso. Si creemos que algún país (EEUU, Rusia, Israel, Irán, elija usted) es el centro del mal, veremos su sombra en muchas de las desgracias que sucedan en el mundo, sean las que sean y sin más razón que la validación de nuestras obsesiones.
En una entrevista al psicólogo Rob Brotherton donde se hablaba de conspiraciones y estos sesgos él defendía en cierta manera a las personas que sospechan de la verdad oficial. Lo planteaba como un legado de la Ilustración, no fiarse de la información recibida, rechazar el principio de autoridad y desconfiar de lo que dicen los mandatarios de la época: políticos, militares, religiosos… Así que ese cuestionar lo que nos dicen, buscar conexiones no evidentes, expresar nuestro juicio crítico y generar nuestra propia explicación sería parte del avance de la cultura de la razón, un legado de las Luces. Sin embargo, parece evidente que en ese proceso de desconfianza, juicio y creación de opinión personal algunos derrapan y llegan por el camino de la razón a la sinrazón total.
Lógicamente, en este mundo global en el que vivimos cada vez se cree más en una conspiración universal, donde participan grandes poderes ocultos que extienden sus redes por todo el planeta ya sean la Trilateral, los judíos, los Illuminati, los masones, los Bilderberger o el Opus Dei ¿Qué más da? Es un tema moderno pues internet lo ha potenciado: publicar mensajes en las redes sociales es gratis, instantáneo, global y descontrolado, lo que favorece la difusión de las teorías conspiratorias. Y es también un tema antiguo, usamos la idea del enemigo, personas, instituciones o gobiernos que aunque no aparezcan y nunca los hayamos visto, conspiran para quitarnos lo que es nuestro, robarnos el futuro que deseamos y merecemos. Umberto Eco, que nos ha dejado hace unos días, habló de ello en una de sus entrevistas. Decía así:
Hay muchas conspiraciones pequeñas y en su mayoría son expuestas. Pero la paranoia de la conspiración universal es más poderosa porque es eterna. Nunca se puede descubrir porque no se sabe quién participa. Es una tentación psicológica de nuestra especie. Karl Popper escribió un excelente ensayo sobre eso, donde dijo que empezó con Homero. Todo lo que pasa en Troya fue planeado la víspera en la cima del Olimpo por los dioses. Es una forma de no sentirse responsable de algo. Por eso las dictaduras usan la noción de conspiración universal como arma. Durante los primeros diez años de mi vida, fui educado por fascistas en la escuela, y usaban la conspiración universal –que los ingleses, los judíos y los capitalistas estaban complotando contra el pobre pueblo italiano, se decía entonces–. Con Hitler fue igual.
Quizá sobrevaloramos la eficacia de los conspiradores. En un debate sobre el supuesto enmascaramiento de avistamientos de alienígenas, Stephen Hawking comentó: « Si el gobierno está ocultando la presencia de extraterrestres, está haciendo un trabajo mucho mejor que en cualquier otro ámbito que conozcamos». Es cierto que la verdad está ahí fuera, pero en los datos, en la ciencia, en las evidencias.
Para leer más:
- George A (2016) Why believe in a flat Earth? New Scientist 229(3059): 25.
- Oliver E, Wood T (2014) Larger than life. New Scientist 224(3000/3001): 36-37.
- Wood MJ, Douglas KM (2015) Online communication as a window to conspiracist worldviews. Front Psychol 6: 836.
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