Se afirma que un mono pulsando teclas al azar sobre un teclado durante un periodo de tiempo infinito casi seguramente podrá escribir finalmente cualquier libro que se halle en la Biblioteca Nacional de Francia. En una nueva exposición del mismo teorema, más popular entre los angloparlantes, los monos podrían escribir las obras de William Shakespeare (fuente:
Wikipedia). Hay alternaciones en ese teorema... la principal es considerar un número de monos infinitos tecleando un tiempo infinito pero, eso es algo que para la comparación que se pretende es intrascendente.
El teorema anterior es la base del sistema educativo actual. Un sistema con gran amplitud de contenidos a conocer que, mediante la introducción de cada vez más horas, pretende alcanzar la posibilidad que se de un aprendizaje completo de determinadas asignaturas como acto de memorización de las mismas. Lástima que el alumno no disponga de tiempo infinito. Lástima que, al igual que sucede con el pobre mono que se halla tras el teclado, la mayoría de alumnos adquirirán conocimientos que, más allá de números, fechas o elementos, poco sentido van a tener para ellos. Monos amaestrados cuyo sentido existencial es ir repitiendo en el teclado la pulsación de diferentes teclas (llamémoslas asignaturas).
No hay tiempos infinitos. Alargar tiempos de memorización y multiplicar hasta el infinito contenidos dentro de un rango temporal como es el sistema educativo hace que, más allá de obtener al azar algún tipo de resultado, lo único que observemos sea una falta de aprendizajes. Algo que, lamentablemente, se empieza a suplir una vez finalizada la estabulación (tanto obligatoria como postobligatoria). Algo que, mediante las necesidades de la utilidad -que no del paso de hojas absorbiendo datos inconexos que casi nadie les enseña a relacionar-, se aprende una vez incorporados a un lugar donde deban plantearse lo útil frente lo inútil.
Puede ser tan útil o inútil el latín como las matemáticas. El problema es cómo dar ese aprendizaje. El sentido del mismo. La orientación, más allá del establecimiento de pautas estancas de conceptos, letras o números, hacia su utilidad. No es cuestión de la asignatura. Es cuestión de la necesidad de considerarla como finita. Puede haber aprendizaje a lo largo de toda la vida pero las capacidades y habilidades básicas deben asumirse en algún momento en ese tiempo no finito que supone el sistema educativo.
Desperdiciar el tiempo finito manteniendo estructuras de necesario tiempo infinito hace que quizás haya algo que no está haciéndose demasiado bien. Currículums infinitos, temarios repetidos dentro de ese infinito maremágnum de conceptos y, alumnos cada vez más estabulados, hacen que el aprendizaje se resienta. Porque, como decía Baltasar Gracián, "Lo bueno, si breve, dos veces bueno. Y aun lo malo, si poco, no tan malo".
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