Ayer, Vallecas se convirtió en un barrio más de la Habana. Vino Silvio Rodríguez a hacer
uno de sus conciertos gratuitos, para llevar la música y la cultura a los barrios populares. De la mano de Ismael Serrano, el que se empeñó en el asunto, de Luis Eduardo Aute y de Luis Pastor.
Poco después de las 7 de la tarde, las calles eran un hervidero de gente. Riadas salían del metro y los coches no podían avanzar por las callejuelas. ¿Dónde es el Auditorio? Sigue al personal, corre que no vamos a pillar gente, G. me ha dicho que se iba a ir a las 6 a buscar sitio, ¿llevas agua? vamos a ver, ¡cuánta gente!, mira, allí está R., y L.!!, no sabíamos que venían, siéntate, cuidado.
Iba bajando el sol cuando salió Ismael Serrano a cantar una de Silvio, a explicar cómo nació la idea de tocar en este su barrio, y la primera vez que compartí escenario con Silvio bajé del escenario y me puse a llorar, ahora me ha tocado hacerlo antes de subir, y desde mi exilio de Vallecas recordé este salón lleno de sol en esta casa en la que ya no vivo donde escuché y me aprendí de memoria tantas canciones de Ismael Serrano, hay veces que me cansó de ser hombre y también, su voz quebrada, su emoción, la nuestra, y ahora mueren en Siria los que antes morían en Vietnam.
Estábamos todos, los del barrio y los que vinieron de lejos, los que compartieron un coche desde Murcia o desde el País Vasco francés, los que llegaron en metro, gente que era joven cuando lo era Silvio y que coreaban todas sus canciones, los que le escuchamos en los brazos de nuestros padres, chavales que escuchaban a Ismael Serrano a contracorriente, cuando los otros cantautores habían desaparecido del mapa, y niños, que terminaron dormidos en brazos o en carros.
Ya se había hecho de noche cuando se sentó Aute y cantó todas las canciones que añorábamos, y volví a ser una niña que en las noches de Menorca espiaba a los mayores mientras cantaban aquello de Pasaba por aquí, ningún teléfono cerca y no lo pude resistir, la niña que creció entre divorcios civilizados y ex novios que eran amigos, amigos que soñaban en un mundo mejor, que sabían que el mundo sería mejor, y en el miedo de los últimos coletazos de la dictadura, de los últimos ajusticiados, y nos recordó cómo Grecia resiste a los bárbaros, y descubrimos que ahora se usan los móviles como en mi juventud se usaban los mecheros, y sí, brutal este Al Alba a capella que nos dejó la piel de gallina a pesar de lo primaveral de esta noche de mayo.
Y la música siguió sonando entre los bloques de este barrio que voy aprendiendo a hacer mío, gente en los balcones, me duelen los pies, me siento un rato, ¿con quién habéis dejado a los niños?, miradas cómplices y apretones de manos furtivos, y Luis Pastor recordando la censura del 76 y lo imposible que habría sido hacer este concierto solo un año atrás, diciéndonos que esto era el principio de la campaña electoral, del cambio, pero nosotros sintiendo, que al menos por un rato era el principio de la revolución, y que los cantautores vuelven a ser, nunca dejaron de ser, tan necesarios.
¿Y qué decir de Silvio? Que se sentó en su silla, pensé que no había venido naide, y lo cantó todo, entre gritos de Sí se puede, España, mañana, será republicana y Alfon Libertad y banderas de Cuba ondeando, y cómo me gusta Silvio aunque no entienda un 25% de sus canciones, y yo me recordé tumbada en el sofá de mi vecina, que tenía un tocadiscos que tenía en medio un palo largo y en el que se podían poner 7 discos que iban sonando consecutivamente, y allí estaban Violeta Parra y Mercedes Sosa y Atahualpa Yupanqui, y Víctor Jara e Isabel Parra y cómo no, Silvio Rodríguez, mientras mis padres planeaban la revolución, y yo añoraba cosas que no había conocido, Allende en la Alameda, los barbudos entrando en la Habana, ese concierto de Isabel Parra en la Universidad cuando Franco aún estaba vivo, y mi madre que siempre decía que pensaba que al salir los detendrían a todos, y justo ayer moría C. a 450 kilómetros de allí, y cómo le habría gustado estar, Y decirte que todo está igual, la ciudad, los amigos y el mar, y cuando en el coche mi hermana y yo cantábamos a gritos Te doy una canción, pensando que era de Isabel Parra, y que es una de mis canciones favoritas de todos los tiempos, aunque periódicamente me olvide de ella, y que ayer canté dos veces, una con Silvio y otra, antes de que empezara el concierto, para dormir a V., como si fuera una nana.
Anoche, Vallecas, mi barrio, se convirtió por unas horas en el centro del mundo.
Y ojalá que haya más noches como esta.
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