miércoles, 23 de julio de 2014

INTROSPECCIÓN


SOY JULIA

Siempre en Otorrionolaringología se deslizan niños de Traumatología, en Traumatología corretean niños de Oftalmología, en Oftalmología de Endocrinología, pero la sala de Neurología infantil es impermeable: nunca corretean niños de otras consultas, jamás se asoman niñas. Cualquier crío sabe que ahí no se mira, que en esa sala no se fisga, es un rincón prohibido, es el País de Nunca Jamás, el lugar donde nos reunimos los que nunca dejaremos de ser bebés, obligatorios peterpanes: no sabemos crecer, qué más quisiéramos.
Nosotros tampoco asomamos por otras salas. Ni correteamos ni nos llevan. De puro discreto somos casi clandestinos. Fuera de esa sala nadie nos conoce, diríase que el mundo rueda sin nosotros, podría pensarse que sobramos, somos prescincibles. ¿Dónde estamos, dónde vamos esos bebés, algunos bebés ya entrados en años, cuando salimos de la consulta? Misterio. Nadie sabe dónde estamos, dónde vamos, qué hacemos. No estamos en los anuncios de potitos, ni en los de pañales, cremitas, bañeritas, colonias, no salimos nunca retratados en el mundo feliz de los recién nacidos, ¿nos esconden, a mí tampoco me ven en la calle, a mí también me esconden? 

Título: Soy Julia
Editorial: Seix Barral
Lo que se relata en los párrafos anteriores es tan habitual  en los niños  y niñas que tienen una Discapacidad, que es intolerable que ocurra.
Siempre he pensado por qué no veo a estos niños en los parques y jardines en las zonas de ocio, en las piscinas y me enojo bastante.
Hace tiempo cree un programa de Ludotecas y se desestimo porque en él daba cabida  prioritariamente a todos estos niños.
Yo también tengo una hija con Discapacidad  y he visitado todas esas salas añadiría la de Nefrología, que por decirlo de alguna manera te invade la tristeza al ver a esos padres y a esos niños en un constante sufrimiento. Constante sufrimiento SI y el que diga que no, miente, solo los padres y familia (no en todos los casos) junto con la persona que tiene esa discapacidad somos los que nos hacemos participes de ese sufrimiento, del llegará mañana, somos esa minoría silenciosa que nadie quiere ver, porque nadie quiere sufrir y es mejor no enterarse de ello, somos las parejas idílicas que tienen un niño con discapacidad, pero nadie sabe lo que esa pareja tiene que compartir, nadie habla de la relación de pareja en las familiar donde hay una persona con discapacidad.
Desde aquí queremos hacer un llamamiento a todos para que nuestros niños tengan una infancia digna, a nuestros niños les gusta la brisa del mar, les gusta el olor a flores, les gusta que les acaricien, les gusta verse con otros niños, por muy severa que sea la discapacidad que se tenga siempre hay un punto de satisfacción ante determinadas cosas que nuestros niños tienen, como los demás, sienten y padecen ante lo bueno y lo malo como los demás niños, y quien diga lo contrario es porque nunca ha convivido con un niño o una niña con discapacidad.

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